Velneo Open Apps

Velneo

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Los desarrolladores siempre andamos dando vueltas a las tecnologías de desarrollo con el fin de encontrar un entorno que se adapte a nuestras necesidades. Dependiendo del proyecto que se desee realizar, en ocasiones, se hace necesario desarrollar sobre un marco determinado, ya que no es lo mismo programar un juego, una aplicación básica de escritorio, una tienda online o un proyecto empresarial. Precisamente para esta última opción se impone prácticamente como estándar la plataforma Velneo.

Velneo V7 es un entorno de desarrollo de aplicaciones empresariales que cuenta con todos los recursos necesarios para crear soluciones tanto en local como en remoto o, incluso, en la nube. Es un marco multidioma y multiplataforma (Windows, Linux y Mac) que dispone de un editor integrado, un editor de idiomas, un administrador gráfico, un servidor de aplicaciones, un acceso a datos, un ejecutor de aplicaciones y un cliente de datos. En fin, un entorno muy completo, sencillo de manejar y, algo importante, totalmente gratuito.

Pero de lo que venimos a hablar hoy aquí no es de la plataforma en sí, sino de las Velneo Open Apps, que no son otra cosa que aplicaciones de código abierto y recursos de programación listos para ser utilizados y destripados con la plataforma Velneo. Son desarrollos para Velneo en forma de software libre que abarca un amplio abanico de aplicaciones y software de gestión, e incluso pequeños juegos.

La forma de acceder al catálogo de aplicaciones es muy sencilla. Lo primero que debemos hacer es registrarnos gratuitamente en la web para, posteriormente, instalarnos el software cliente de Velneo (vClient). Una vez hecho esto sólo debemos acceder indicando los datos de servidor, nombre de usuario y contraseña que se nos proporcionan en la propia página y, después, elegir la aplicación que queremos ejecutar. Podemos seguir paso a paso las instrucciones de cómo empezar en el tutorial de la web.

Velneo es un entorno un tanto curioso por la forma de funcionar, lo que le hace más potente que otros marcos de desarrollo. Las bases de datos se crean en un servidor remoto que se gestiona mediante el administrador vAdmin. Además, los archivos fuente de los programas no se compilan, ya que es el propio vClient el que se encarga de dibujar formularios, ejecutar acciones y demás según interpreta el código. Todo ello teniendo en cuenta que cada aplicación que generemos es multiplataforma de por sí.

Entre las aplicaciones de Velneo Open Apps podemos encontrar un divertido gestor de colecciones, una agenda multiusuario o una aplicación para seguir el Tour de Francia. También un TPV (terminal punto de venta) para bares y restaurantes, una completa aplicación de gestión (pedidos, albaranes, facturas…) o un programa para administrar el soporte técnico de incidencias. Encontraremos además álbumes de fotos, mantenimiento de vehículos, gestión de cuentas bancarias y, en total, medio centenar de aplicaciones y recursos.

Si lo que queremos es cacharrear dentro de las aplicaciones, necesitaremos de alguna herramienta más. A parte del vClient y el vAdmin, deberemos descargar el vDevelop, el editor para desarrollo de aplicaciones. Accederemos con nuestros datos de registro y crearemos nuestro propio servidor y, en él, podremos instalar las Velneo Open Apps que deseemos, pudiendo así escudriñar su código y aprender cómo funciona la plataforma de desarrollo.

A modo de resumen diremos que las Velneo Open Apps representan un atajo estupendo para aprender cómo funciona Velneo V7, siendo, además de ello, un nutrido conjunto de piezas de software al que podemos sacarle mucho partido personal. Merece la pena probarlo.

El feedback blogger-lector

Comenta este post, please

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¡Dios, cómo odio este título! Cuatro palabras y dos de ellas en inglés, como si en castellano no hubiera términos para definir las cosas correctamente. Lo voy a cambiar ahora mismo y lo renombraré como «Retroalimentación entre un escritor de bitácoras y sus devotos leyentes»… Bueno…, casi mejor lo dejo como está. Cómo nos comen el seso los que parlotean la lengua de Shakespeare, madre mía.

Pues eso, que lo que quiero decir es que somos muy poco dos punto cero. Pero muy poco, muy poco. El otro día leí un informe de Microsoft que decía que sólo el 15% de los internautas son generadores de contenidos, mientras que el otro 85% simplemente mira; son voyeurs de la Red. Y esto me parece preocupante. ¿Para qué coño se inventó la web 2.0?

Cuando apareció Internet en nuestras vidas, las páginas web eran meros escaparates virtuales de empresas y compañías. Tú entrabas, buscabas lo que necesitabas, leías (como mucho imprimías) y se acabó. Posteriormente los gurús de la Red se dieron cuenta de que había que darle más participación y manga ancha al usuario y asacaron una suerte de segunda versión del web que permitía esa retroalimentación entre los formadores de opinión y los lectores, pasando estos últimos a convertirse, pues, en generadores activos. Todas las webs se llenaron de opciones para comentar, aparecieron los wikis, las redes sociales y los blogs. Un poco más tarde se nos permitió colaborar no sólo con nuestras ideas, sino también con nuestros vídeos domésticos, nuestras fotos o nuestros favoritos o marcadores. Y entonces la Red se convirtió en un caos, y Tim O’Reilly vio que era bueno.

Y es que el comentario anterior de que somos muy poco 2.0 parece no afectar a webs como YouTube o Flickr, sin embargo sí que sí, que te lo digo yo. Ciñéndonos a la afirmación de que sólo el 15% de los internautas generan contenidos, YouTube se cagaría por las patas abajo si todos sus visitantes mirones añadieran un único vídeo al servicio. Pero es que el problema más acuciante es el de los blogs: comentamos muy poco o nada.

Al principio me quedé un poco así. Este blog es bastante reciente y no tiene muchas visitas todavía, pero aún así se ha hecho con un pequeño pellizco de alrededor de 3.000 visitantes únicos mensuales. Algo que, aunque parezca muchísimo, es una porquería comparándolo con las visitas que tiene MicrosiervosEl blog de Enrique Dans o ALT1040, por poner tres ejemplos de los sitios más punteros que cuentan cientos de miles de visitas al mes. Sin embargo, los post de teknoPLOF! son comentados por nadie o casi nadie, cosa que no entendía. Si entran 3.000, ¿por qué nadie comenta?

Al poco tiempo me percaté de la razón. Por poner un par de ejemplos, El blog de Enrique Dans tuvo una media de 200.000 visitas mensuales en el año 2009, según sus estadísticas públicas. Sin embargo, si te pegas una vuelta por el sitio verás que no tiene más 30 ó 40 comentarios en cada post. El caso de ALT1040 es todavía peor, pues cuenta con un numero mayor de visitas (no lo sé exactamente, pero hoy por hoy es el number one del Top de Bitácoras.com) y sus post sólo son comentados por una media de 10 ó 12 visitantes. Para ser honesto conmigo mismo, también debo comentar que Enrique Dans es un bloguero al uso y generador de contenidos originales 100%, mientras que ALT1040 es prácticamente un repositorio de cosillas encontradas por la WWW. Supongo que eso influirá también a la hora de comentar por parte de un lector. Un último ejemplo: Emezeta blog, otro sitio de los punteros, tiene alrededor de 440.000 visitas mensuales y sus comentarios son bastante irregulares, encontrando entradas con 30 comentarios y muchas otras con 5 ó 7.

En ese momento comprendí que este humilde blog, con 3.000 visitas, no tuviera prácticamente ningún comentario, a excepción de un pelotazo reseñado por Microsiervos y una portada en Menéame. ¿Por qué se comenta tan poco? Muy sencillo, porque somos unos putos vagos. Nos gusta llegar, consumir y marchar. A quién le importa que el escritor de un blog se entere de mi opinión, lo importante es que él me da lo que quiero y listo. Sólo comentamos (y me pongo yo el primero de la fila) cuando algo es tan bueno que merece 30 segundos de nuestro preciado tiempo para ensalzarlo o, también, cuando algo nos cabrea tanto que merece 30 segundos de nuestra preciada cólera para ponerlo a parir.

Lo dicho, que somos muy poco 2.0 y me da rabia. Otro riguroso y preciso dato: de los tropecientosmil visitantes de Wikipedia, sólo editan los cuatro gatos de siempre. Es una realidad que se repite en todos los servicios de Internet, incluyendo las archiconocidas redes sociales. ¿Cuántas personas se dan de alta en Facebook y después no suben ni la foto de su perfil? ¿Cuantos se apuntan al huracán Twitter para luego no escribir ni un «hola mundo»? ¿Cuántas cuentas de Gmail tienes? ¿Cuántas usas?

Es una pena que este feedback no sea más habitual y, sobre todo, más constructivo. Me parto de risa con los comentarios tipo «primer», «segun», «tercer» que muchos blogs deben soportar a diario sólo porque sus lectores quieren llegar a ser primer comentario (o de los primeros), pero desde luego hacen un flaco favor al concepto de retroalimentación que tan importante vía de comunicación puede llegar a ser entre un blogger y sus lectores.

Y como ya he dicho que el primero en ser poco colaborativo es un servidor, pues entono el mea culpa y me pongo a comentar en los blogs que me interese realmente y aquellas entradas que de verdad lo merezcan. Eso sí, a los de Flapa y a los del Pito Doble les clavo un «primer» esta semana por mis santos huevos.

Un cuento para no dormir (o por qué las impresoras son tan baratas y los cartuchos tan caros)

Impresora láser (laser printer en inglés)

Impresora láser ('laser printer' en inglés)

Ven aquí, mi nietecito bonito. Ven, siéntate en mi regazo que te voy a contar un cuento. Así muy bien; apoya tu cabecita en mi hombro que esta historia que voy a relatarte pertenece a una realidad pretérita, de no hace mucho tiempo, pero real como la vida misma. ¿Recuerdas que el otro día le comentaste a tu abuelo que los cartuchos de la impresora que hemos comprado eran muy caros para la poca tinta que tenían? Pues escucha, mi hijito, escucha.

Érase una vez, en las oficinas generales de Hewlett Packard en Palo Alto, California, no hace muchos años, que el presidente de la compañía convocó en una reunión a los mejores ingenieros de la empresa con el objeto de ponerles a prueba. El problema radicaba en que HP estaba literalmente perdiendo dinero con sus impresoras láser. Este tipo de máquinas acaban de salir al mercado y eran tan caras, pero tan caras, que se vendían fatal, sobre todo en el mercado doméstico.

Una bandada de ingenieros trajeados y encorbatados accedió a la sala de reuniones, y todos se fueron acomodando alrededor de una enorme mesa ovalada. La tensión se palpaba en el ambiente, pues no sabían por qué oscuro motivo el gran jefe les había citado allí con tal nivel de misterio y secretismo. Cuando el anfitrión apareció, el silencio se enseñoreó de la habitación mientras todos los participantes se levantaban en gesto de cortesía. Decenas de pares de ojos siguieron pausadamente el recorrido de aquel decano hacia su cómodo sillón, en la presidencia de la mesa. Se sentó y todos hicieron lo propio.

—Señores, tenemos un grave problema —comenzó tajante—. No vendemos impresoras láser al usuario doméstico y muy pocas a la empresa. ¿Y cuál es la razón? El precio. El costo de fabricarlas, de por sí ya alto, y nuestro propio beneficio hacen que su valor en el mercado sea tan elevado que se antojen prácticamente inaccesibles para los cosumidores.

Todos se miraban entre sí asintiendo. Ellos sabían que lo que decía el gran jefe era totalmente cierto, sin ningún género de dudas.

—Les he convocado hoy aquí —prosiguió— para solventar este tema de manera prioritaria. Tienen ustedes una semana exacta para encontrar una solución eficaz que permita rebajar los precios drásticamente. En la próxima reunión deberán proponerla.

Todos se quedaron atónitos y expectantes. Probablemente el que aportara la mejor solución recibiría una buena recompensa y sería ascendido. Era la oportunidad ideal para todos y cada uno de ellos.

Pasada una semana de la primera reunión, los ingenieros fueron de nuevo convocados por las altas esferas. Llegaron todos con multitud de papeles, estudios de mercado, gráficos, hojas de cálculo y demás parafernalia para referir sus exposiciones. Uno a uno fueron interpelados por el gran jefe acerca de las soluciones propuestas. Algunos hablaron de reducir el grosor y la calidad del plástico para ahorrar dinero, otros comentaron sobre las dimensiones y el ahorro del troquelado, muchos llevaban propuestas para disminuir el coste de los materiales de la maquinaria interna y hasta algunos sugirieron reducir el número de tornillos, documentando con cientos de datos la merma de presupuesto que ello conllevaría. Todas las ideas eran muy válidas, aunque no lo suficiente como lo que se deseaba desde la dirección de la empresa.

Había un joven ingeniero acomodado en un sillón de cuero que no había abierto la boca desde el principio de la reunión. El gran jefe se fijo en él y le preguntó por qué no comentaba nada, a ver si no había tenido ninguna idea.

—Estoy escuchando al resto de mis compañeros, señor —contestó él.
—¿Y podrías comentarnos qué impresión te causan las ideas que aquí se están proponiendo?
—La verdad es que están todas muy bien documentadas y estudiadas, pero no creo que ninguna funcione al cien por cien.
—¿Y quizás tú tienes alguna otra mejor?
—Por supuesto, señor. Yo tengo la idea clave para que la gente compre impresoras láser y ganemos dinero con ellas.
—¿Y nos la podrías comentar a todos, si no es mucha molestia? —Todos sonrieron de manera burlona.
—Claro que sí. Debemos vender las impresoras por debajo de su coste.

La tremenda risotada por parte de todos retumbó en las paredes de la sala de reuniones como un eco estruendoso rebotando en el interior de una caverna. Todos comenzaron a tachar de loco y demente al joven ingeniero. Los comentarios altisonantes circulaban alrededor de la mesa, pero el joven mantuvo el tipo y esperó a que todos sus colegas dejaran de reír.

—No habéis dejado que termine —comentó cuando por fin el silencio regresó a la sala—, permitidme que lo explique. La clave consiste en vender las impresoras por debajo de su coste y, por otro lado, triplicar el precio de los consumibles.

Todos quedaron perplejos mirando a aquel joven delgaducho y de aspecto desgarbado. El gran jefe se quedó pensativo durante varios minutos para, al final, esbozar una taimada sonrisa.

Aquel joven, nietecito mío, fue ascendido y colocado como un muy alto directivo de la empresa, ganando millones de euros al año. Las impresoras láser bajaron de precio drásticamente y la gente comenzó a comprar indiscriminadamente, sin sospechar el susto que posteriormente les daría el comprar el tóner en cuestión.

Y es por eso que desde ese día, la estrategia para la venta de impresoras, no ya sólo de HP, sino de todos los demás ahora también, se basa en rebajar al máximo su precio, elevando a veces hasta un 400% el precio de cartuchos y otros consumibles. Tampoco es hoy terreno cerrado a las impresoras láser, porque al final la política ideada por aquel joven ingeniero se trasladó al resto de sistemas de impresión.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Y baja ya del regazo so vago, que te estás durmiendo y con treinta y seis años que tienes ya no puedo contigo. ¡Parásito. Busca un trabajo, hombre! A ver si tú tienes algún día una idea así y me compras un chalé en Torremolinos.

NOTA: La historia de este post es totalmente verídica.

Te compras un «yorsai» y a los dos días sale el «yorsiete»

Yorkshiete

Yorkshiete

¡Qué cruz, jesusmariayjosé! Estoy hasta las bowlings del mundo de la tesnología fina y la informástica diversa. Los clientes de la empresa para la que trabajo alucinan en blanco y negro cuando les digo que su ordenador es del precámbrico proterozoico, que se tiene que comprar uno nuevo o la cosa no tira más. «¿Pero si tiene sólo cinco años?», me interpelan. Señora mía, un ordenador con cinco años ya no es un ordenador, es una calculadora muy aparatosa.

Y es que la cosa es así y así va a seguir siendo, por desgracia. El software de nuevo diseño procura adaptarse lo más posible a las capacidades técnicas de las máquinas existentes en el mercado en determinado momento. Y qué vamos a decir de los videojuegos, que lo último de lo último ya no corre sobre tu flamante tarjeta gráfica, comprada el año pasado, porque no es capaz de renderizar medio polígono más cada segundo. Teniendo en cuenta que cada seis meses, más o menos, aparecen nuevos microprocesadores más pequeños y más veloces, potentes y ágiles memorias y discos duros de capacidades que se nos escapan del contar con los dedos, los nuevos programas y juegos serán concebidos para estas nuevas arquitecturas, dejando obsoleto un ordenador de hace cuatro días.

Todas las alarmas han saltado con el nuevo iPad de Apple. Y es que los usuarios se han puesto en pie de guerra contra la compañía de la manzana mordida, porque una cosa es innovar y otra muy distinta reírse a la puta cara de la gente. El iPad este no es multitarea (algo inconcebible hoy día), no tiene cámara, ni salida HDMI, ni soporta Flash. Por no tener, no tiene ni un puñetero puerto USB. ¿Qué coño de aparato es este? Además corre el sistema operativo de un iPhone (iPhone OS) en lugar de OS X, que sería lo más lógico para un Tablet PC de Apple. Vamos, que es un iPhone grandote, aunque no permite servicios de voz, ni incluso en los modelos con 3G. Tócate los cojones.

Los consumidores no somos gilipollas y nos damos cuenta de las cosas. La estrategia de Apple está clarísima, ya que se aprecia que su deseo es vender miles de cacharritos de estos para, posteriormente (pasado mañana), sacar el iPad 2 con cámara y servicios de voz, por ejemplo. Luego más tarde (pasado pasado mañana) el iPad 3 con puerto USB y salida HDMI. Y así sucesivamente. Compra hoy uno y dentro de un año te vendo otro.

Esta maniobra es muy típica de empresas tecnológicas. ¿Cómo es posible que hoy consigan desarrollar un disco de 800 GB de capacidad y dentro de cuatro meses otro de 1 TB? ¿Hace cuatro meses no existía la tecnología necesaria para desarrollarlo? ¡Vamos, hombre! El lema es vender, vender y vender; y a poder ser vender un poco más después.

Ocurre con los teléfonos móviles también. Las compañías idean continuamente modelos nuevos que aumentan las prestaciones (y el precio) de los modelos anteriores considerablemente. El dilema surge del espacio de tiempo que transcurre desde la aparición de una versión hasta la comercialización de otra. Es un período demasiado corto para sospechar que la tecnología utilizada podría haberse incluido antes sin problema alguno.

No quiero dar  a entender con todo ello que las empresas tecnológicas no deban ganar dinero con sus productos, pero todo tiene un límite: el de la vergüenza torera. Y Apple ha quedado como el culo en este aspecto. Vamos, que es mejor no comprar nada nunca porque sabes a ciencia cierta que dentro de poco va a haber algo mejor. Tampoco es eso, no. Hay que comprar pero sin instinto compulsivo consumista.

Y de ahí precisamente viene el título de este post, que no es otra cosa que el final del primer cuplé de la chirigota «Los que no se enteran» (del gran José Luis «Selu» García Cossío), de la fase de preliminares en el COAC de este año, que se está celebrando en estos días. Jugando con el sai, que es como se dice en gaditano puro «seis», y el siete. Es un cuplé sin desperdicio por lo que os lo adjunto para escuchar aquí abajo.

Primer cuplé de preliminares (chirigota «Los que no se enteran»).

¿Es Chatroulette un peligro?

Chatroulette

Chatroulette

Después de estar varios días jugueteando con Chatroulette me pregunto si esta web puede representar un peligro para los más pequeños de la casa. En los tiempos que estamos en los que cada vez se tiene más en cuenta la protección de los menores a la hora de navegar por Internet, en los que se habla tanto de los peligros que pueden acarrear aplicaciones como Messenger, en los que se dan a conocer multitud de casos de pedófilos que buscan sus víctimas vía chat, ¿cómo es posible que nadie haya alzado la voz aún en contra de Chatroulette? Quizás es que no sea para tanto, no sé.

Para el que no conozca aún este sitio web, Chatroulette es una aplicación Flash que permite mantener chats de vídeo, voz y texto escrito con otros usuarios. A esto, que no parece ninguna novedad, se le añade la condición de que para hacer uso de ella no es necesario registro alguno, como tampoco tener una infinita lista de amigos y conocidos con los que chatear que previamente han tenido que dar su consentimiento para conectarnos con ellos. Y aquí es donde entra el concepto de ruleta (roulette), al más puro estilo de una ruleta rusa pero sin balas.

La web te conecta aleatoriamente a cualquiera de los miles de usuarios en línea y, si no te mola, pues pulsas un botoncito y te lleva  a otro, a otro y a otro. Y así hasta que te aburras. El problema, como siempre, no es el servicio en sí, sino la gente que lo utiliza. Si te conectas y te tiras diez minutos cambiando de usuario te puedes encontrar cualquier cosa. Y cualquier cosa es cualquier cosa. Lo mismo le estás viendo el careto a un yanqui que te topas con una muchachita rusa o un chino fumando (¿por qué fuman tanto los chinos?).

Hasta aquí todo correcto, pero es que entre personas normales con ganas de hacer amigos o ligar (por qué no), se te puede colar un gordo peludo con su instrumento sexual en la mano, una imagen escatológica, un tío con una pistola amenazante o un vídeo de una película porno. Sin contar, por supuesto, los innumerables fakes de atractivas jovencitas desnudándose para ti y haciéndote creer que estás en un show privado en el que tú eres el actor principal. Que todos conocemos el ManyCam y sabemos que al que está al otro lado se le puede engañar con una imagen pregrabada que no sale precisamente de tu cámara web.

Yo he visto muchos niños y niñas también conectados, supongo que atraídos por el ánimo de hacer amigos a lo largo del mundo. ¿Qué ocurre cuando a estos niños les aparece una imagen como las comentadas anteriormente? Que les aparecerá, por supuesto, porque son más frecuentes de lo que podemos imaginar. ¿Está preparada una niña de ocho años para ver a un depravado masturbarse delante de su webcam? Ahí reside el peligro, porque ahora no necesita aceptar a ese invitado, pues simplemente le aparecerá en pantalla; sin más.

El debate está abierto, y es que es el debate de siempre. ¿Chatroulette es un mal servicio o es que esa niña de ocho años no debería estar ahí? Siempre he defendido que Internet debe ser un entorno libre y sin restricciones, pero también es verdad que los padres se ocupan bien poco de lo que hacen sus hijos cuando están sentados delante de un ordenador. ¿Es por tanto un problema de educación o de prohibición? Como digo, el debate está abierto.

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