El bosón de Higgs explicado para niños y adultos cateados en física

El señor Peter Higgs

El señor Peter Higgs

Ha sido, sin lugar a dudas, la noticia de esta semana que termina: esos científicos locos del CERN han logrado dar con el escurridizo bosón de Higgs. La noticia más importante de la semana, si me apuras incluso más que la que aseguraba que Leire Pajín se va a los Estados Juntitos de América a trabajar en la Organización Panamericana de Salud. Pero, ¿qué demonios es eso de un bosón y quién rayos es el tal Higgs ese de marras?

Es bastante complicado que una noticia científica acapare portadas y primeras planas en todos los informativos del mundo y, cuando sucede, la mayoría de la población, profana en la materia, no se entera de la misa a la media de qué demonios es lo que se ha descubierto. Yo no soy un experto en física, ni muchísimo menos, pero sí me considero experto en explicar las cosas muy facilitas, muy facilitas. Así que, de profano a profano, vamos a intentar desenmarañar uno de los descubrimientos más importantes de este siglo.

Hace muchos, pero que muchos años, los físicos del planeta consiguieron demostrar de qué está compuesta la materia: de átomos. Los átomos son unas cositas muy pequeñas que, más o menos unidos entre sí, forman todas las cosas que existen; las mesas, mi mano, tus nalgas, el agua, los coches y las flores, todo está formado por átomos. Sin embargo, y aunque pudiéramos considerarlos como la más mínima expresión de la materia, los átomos, a su vez, están compuestos de bolitas todavía más pequeñas como protones, neutrones y electrones. Algunas de estas incluso se subdividen en otras minúsculas, pero para nuestra explicación no iremos más allá.

Una hormiga está formada por átomos, y un elefante también. Sin embargo no hay que ser muy avispado para darse cuenta de que nosotros somos capaces de coger una hormiga con uno sólo de nuestros dedos, pero no somos tan valientes como para alzar a un elefante en brazos. Evidentemente la explicación más infantil es que el elefante pesa mucho, y la hormiga pesa poquito. Podríamos decir, sin meternos en muchos jardines técnicos, que la masa (o el peso) de algo es igual a la masa de los átomos que lo componen y, por narices, un elefante tiene que tener un copón más de átomos que una simple hormiguita.

Pero el peso no siempre depende del tamaño. El caso es que, si cogemos con las manos una pelota de goma, repletita de átomos hasta arriba, podremos comprobar que no es muy pesada, pero si hacemos lo mismo con una bola de madera del mismo tamaño (de esas de jugar a los bolos) nos costará bastante más levantarla. Un ejemplo más preciso podría ser el comparar los pesos de un lingote de oro y un lingote (exactamente del mismo tamaño y forma) de plástico. Son iguales, por lo que parece lógico pensar que pueden tener más o menos los mismos átomos (protón arriba, protón abajo), sin embargo el oro pesa bastante más que el plástico. ¿Por qué?

Esa ha sido siempre la gran duda que invadía los privilegiados cerebros de los físicos, ¿qué es lo que proporciona la masa a la materia y por qué algunas cosas pesan más que otras, cuando están compuestas todas de átomos? ¿Por qué un electrón, que es una partícula elemental (no se puede subdividir), no tiene mucha masa y un quark (otra partícula elemental que tienen dentro, entre otros, los protones) tiene muchísima masa? Ambas serán más o menos del mismo tamaño, pero una pesa asaz más que la otra. Incluso existe alguna, como el fotón (sí, el de la luz), que ni siquiera tiene masa. ¿Cómo es posible que bolitas tan pequeñas del mismo tamaño alberguen tanta diferencia en sus masas?

En los años sesenta del siglo pasado, el físico británico Peter Ware Higgs, el mismo que lloraba el otro día a moco tendido en Ginebra tras el anuncio del CERN de que sus suposiciones son ciertas, teorizó sobre este asunto. Él especuló sobre la existencia de un algo, que no podemos ver, alrededor de todas las cosas y que interactúa con las partículas de los átomos y les proporciona su masa. Supongamos dulcemente que ese algo es una gelatina de fresa invisible e indetectable que rodea a toda la materia, pero a toda, a toda: a los elefantes, a las hormigas, a nuestros átomos, a los átomos de los relojes de cuco, a los árboles, a las nubes y, en general a todo el Universo. Está por todos los lados y nos rodea como si fuéramos caramelos de chocolate dentro de esa afresada gelatina.

Ese algo es lo que se dio en llamar campo de Higgs, en honor a este caballero. Las partículas elementales de nuestros átomos interaccionan con el campo de Higgs al pasar por él de una manera más o menos importante; las que interaccionan mucho reciben mucha masa, las que interaccionan poco reciben menos masa y la que no interaccionan pasan por dentro de él sin pena ni gloria.

Utilizaremos ahora la analogía que el propio CERN ha expuesto en alguna ocasión de manera didáctica. Imaginemos el campo de Higgs como el agua del mar, está por todas partes rodeando a sus habitantes. El agua está formada por moléculas que, en esta analogía, representarían los bosones de Higgs. Una sardina es un pez pequeño y puntiagudo, por lo que se mueve con mucha soltura en el mar, corriendo como loca de aquí para allá. No opone prácticamente resistencia al agua, por lo que se consideraría que tiene poca masa o poco peso. Por otro lado, una gran ballena es un animal enorme rodeado de muchísima agua a la que tiene que ejercer oposición para desplazarse lentamente, considerando pues que tiene muchísima masa.

El campo de Higgs está lleno a reventar de partículas llamadas bosones de Higgs. Como lo tenemos por todos los lados, se supone que algunas de las partículas interactúan con ese campo de forma muy lenta, absorbiendo mucha masa. Otras pasan más rápido recibiendo poca masa y, otras, como los fotones, pasan tan folladas de velocidad que los bosones ni se enteran de lo que ha sucedido y no pueden ni entregarles una miajita de masa. Esta sería la explicación a por qué algunas cosas tienen más masa y peso que otras.

El caso es que los bosones no se pueden detectar tan fácilmente. Realmente es prácticamente imposible detectarlos, porque se desintegran casi en el mismo momento de aparecer. Lo que sí puede ser detectado es el cúmulo de residuos que dejan al desintegrarse. Pero para ello hace falta generar muchísima energía, casi tanta como la que se produjo en el Big Bang, aquel famoso día en el que se creó el Universo.

Para tal menester, el hombre racional creo el LHC en la frontera franco-suiza, el acelerador y colisionador de partículas más grande del mundo. Es un anillo gigantesco en forma de túnel por el que se envían haces de protones en direcciones opuestas a una velocidad muy cercana a la de la luz, o sea, que te cagas de rápido. Cuando lo protones chocan, aparecen instantáneamente los bosones de Higgs y se esfuman en el momento, dejando los residuos de los que hablábamos antes y que pueden ser mensurados.

Los científicos del CERN, mediante el uso del LHC, han conseguido demostrar, pues, que esos bosones de Higgs existen, lo que implica que también existe un campo de Higgs en rededor de todas las cosas y que la circulación de las distintas partículas a través de él proporciona la masa a éstas.

Supongo que ahora las vías de investigación son infinitas, porque habrá que ver cómo se produce ese proceso exactamente y por qué determinadas partículas subatómicas reciben más masa que otras. Las futuras aplicaciones prácticas las desconozco, pero si algo de esto se puede utilizar para la guerra, ya veo al FBI y a la NSA cerrando cautelarmente el CERN hasta nueva orden. Es lo que tiene la ciencia, su parte buena y su parte menos buena.

Histórica entrevista al pirata informático George Gold hace veinte años

'Guía del pirata informático'

'Guía del pirata informático'

Una de las joyas que tengo en mi librería es la tercera edición de un pequeño manual titulado ‘Guía del pirata informático‘, un librillo editado en 1991 por la editorial Dictext para la colección Libros Límite. Y digo joya no porque sea precisamente bueno, que no lo es, sino porque en aquella época me emocionó encontrar un libro en castellano en las tiendas con ese título que tratara un tema tan underground como es el hacking.

El volumen es un cúmulo de buenas intenciones que intenta vender el mundo del lado oscuro de la piratería informática desde un punto de vista muy, pero que muy, políticamente correcto. Por otro lado algo lógico, pues supongo que el autor no quiso meterse en jardines de los que luego le iba a resultar muy complicado salir bien.

Pero lo que más me gustó de él fue que uno de los capítulos es una entrevista íntegra al señor George Gold, apodado Magister, a la sazón uno de los mejores y más reputados y reconocidos hacker del planeta. Actualmente retirado, Gold consiguió muchos botines en su carrera, pero el más recordado fue un famoso desfalco de cien millones de dólares a una entidad bancaria, fechoría que llevó a cabo en 25 minutos y en la que no dejó huella, por lo que no se le pudo juzgar por ello.

Paso a transcribir la entrevista de manera completa. Resulta curioso leer sus respuestas que son una mezcla de orgullo, petulancia y altanería, pero con ese puntito de cuatrero romántico que terminas por decir «joder, si tiene toda la puta razón; qué se jodan». Vamos a ello.

Sería difícil de explicar a los lectores la importancia que puede tener para cualquier periodista conseguir una entrevista con un personaje del renombre de este famoso pirata informático. Desde hace aproximadamente seis años ha arrasado con la industria del software, creando serios problemas a las más prestigiosas empresas del sector. Se han escrito ríos de tinta sobre él, sin embargo, nunca se mostró tan abierto y sincero en sus declaraciones como en esta ocasión.

Se trata de George Gold. Su aspecto físico dista mucho de el de los piratas legendarios, de parche en el ojo, pestilentes vestimentas y gancho en mano. Éste viste moda italiana y en su muñeca encontraremos un Rolex, que nada tiene que ver con el garfio de metal oxidado.

Muchas gracias por concedernos estos minutos, Sr. Gold. Puesto que conocemos el valor de su tiempo, intentaremos no entretenernos con preámbulos y pasar directamente a la entrevista.

Cuando guste.

Sr. Gold, un hombre de su categoría profesional, ¿no se siente molesto cuando se le atribuye el término «pirata»?

No, en absoluto. Sólo hay que conocer un poco las connotaciones de este término para sentirse profundamente halagado. Los románticos, que eran gentes refinadas e instruidas, supieron dignificar convenientemente la piratería porque tras ella respiraba el ingenio y la genialidad de la que carecía el resto de la sociedad. Los hombres legales de nuestro siglo pasado sólo eran mediocres, cuya única posibilidad de supervivencia consistía en acogerse a las leyes que les protegían de la habilidad de estas «minorías», lógicamente marginadas.

Nunca me ha importada saberme un ser minoritario, me proporciona un cierto placer. De hecho, es uno de los premios de mi trabajo.

La moralidad pública es dudosa y tiene inconfesables motivos para existir. Podría ponerle ejemplos que levantarían ampollas, pero en este momento no está en mi ánimo crear expectaciones respecto a temas similares.

¿Podría decirnos cómo empezó usted en el pirateo profesional del software?

Bueno, fue una trayectoria simple y extremadamente común. Los prohibitivos precios del software legal creaban acuciantes necesidades entre los estudiantes y aunque, generalmente, conseguir copias era fácil, algunos programas especialmente protegidos se resistían. Ahí entraba yo. Fue una época interesante y divertida. Nunca he recibido tanto agradecimiento por mis trabajos —por importantes que fueran— como por aquellas chapuzas menores destinadas a mis compañeros de facultad.

Me llamaban «Magister», pero tras aquel tono festivo y divertido en el que se decía, existía una indudable admiración. No puedo negar que me encantaba.

Se llegó a crear una interesante competencia entre los más hábiles y un cierto recelo hacia los iniciados.

En el fondo, como ves, todo resulta bastante romántico.

Usted, ¿calificaría así el desfalco de cien millones de dólares que realizó en una prestigiosa entidad bancaria?

¿Por qué no? De todos modos, los calificativos nunca me quitaron el sueño. En este caso ni la policía ni la entidad bancaria en cuestión supieron defender sus intereses; la verdad es que ambas languidecen por una anémica capacidad de respuesta. No me siento responsable de ello y, evidentemente, tampoco pienso reivindicar mis derechos a ser detenido. Los clientes del banco y otras posibles partes interesadas son los que deben exigir entre los responsables de tan hiperbólica incompetencia en sus sistemas de seguridad.

No obstante, la próxima ocasión proporcionaré más pistas, con el fin de ofrecer algún arma defensiva; soy una persona considerada. Nunca me han gustado los éxitos aplastantes, prefiero encontrarme con un adversario difícil: los frutos resultan más gratificantes.

¿Considera que los cien millones han sido poco gratificantes en su vida, Sr. Gold?

No, no, de ningún modo; han resultado muy útiles. No obstante, si al dinero añades emoción en el trabajo, obtienes la combinación perfecta. Un desfalco es una operación apasionante, pero desanima un poco conseguirlo de un modo tan sencillo. Sólo necesité veinticinco minutos.

¿Cree usted que su éxito en esta asombrosa operación, y el hecho de que en su momento no se encontraran pruebas al respecto, puede mover a otros expertos a actuar en esta misma línea?

Quizá, no sé. Creo que mucha gente puede disponer de veinticinco minutos para intentar gestionar alguna operación de interés a través de su ordenador.

Sr. Gold, ¿es usted consciente de que sus declaraciones resultas provocativas y escandalosas? ¿No teme despertar la ira contenida de las autoridades competentes?

¿De qué autoridades me habla? No, no, no temo nada de eso. Vivo alejado del mundanal ruido, en una pequeña casa de la ribera francesa. No obstante, aún allí llegan todavía los ecos de algunas declaraciones y noticias mucho más escandalosas que éstas. ¿No cree?

Bueno, en este caso no soy yo quien debe opinar. Me limito a hacerle algunas preguntas, Sr. Gold. No sé si querrá responder a la próxima. ¿Podría comentarme algún otro hecho ilícito que usted considere importante?

Nunca me ha gustado calificar mis trabajos de ilícitos. Absolutamente todos mis trabajos son lícitos, puesto que resultan eficaces y sólidos. Nunca trabajo de otro modo. Si se refiere usted a algún asunto ilegal, le podría comentar varios que no sé si resultarán interesantes.

Hubo uno que me divirtió especialmente. Conseguí entrar en un sistema de seguridad de una importante empresa alemana alterando todos los ficheros de seguridad de sus clientes. Aquel desajuste sumió en estado patológico-depresivo a algunos de los responsables informáticos cuyo futuro en la empresa estaba en juego. Se ofrecieron a pagar personalmente parte del rescate que les exigía a cambio de conocer el sistema que había utilizado para burlar su protección. Hasta entonces habían tenido una fe ilimitada en sus trabajos, y ahora todo se les venía abajo.

Estuve tentado de hacerlo, pero mi sentido común me frenó a tiempo. De aquella operación obtuve una importante suma y una indudable satisfacción intelectual. En este caso, los informáticos a los que me enfrentaba eran auténticos profesionales, aunque cometieron algunos descuidos técnicos imperdonables.

Tuve otra experiencia similar en EE. UU. En esta ocasión era una empresa naviera. Tras desproteger el programa que centralizaba toda la información sobre las idas y venidas de los barcos, borré algunos datos y los sustituí por otros que no despertaban la menor sospecha; de este modo se creó una lamentable confusión. Aquello provocó más de una importación o exportación desaforada. Me divertí pensando en el cargamento de madera que llegaría a una empresa genovesa cuyo pedido real consistía en unas cuantas toneladas de carne congelada.

De hecho, todo ello no se habría producido si la ineptitud del departamento de informática no hubiera llegado tan lejos. Ni siquiera apreciaron la señal del programa que les advertía del secuestro de la información. Finalmente, todo llegó a bueno puerto —y nunca mejor dicho—. Se enderezaron los entuertos y yo cobré mi trabajo. Eso es todo.

Podría contarle muchas más batallitas de este estilo. Los límites de la informática dependen exclusivamente de la dosis de imaginación y pasión que pongas en tu trabajo.

Habla usted de pasión. ¿Se puede hablar de sentimientos tan fuertes?

Claro, es capaz de despertar a la vez interés, divertimento, cierta dosis de amor por lo creado y adicción al método de trabajo.

Desde hace tiempo se hizo usted con una leyenda negra. Se hablaba de una importante adicción al alcohol y a las drogas. Se comentaba que sus mejores ideas eran fruto de estados de enajenación debido a este hecho. ¿Recuerda usted haber leído estos comentarios en la prensa?

No, nunca se publicó nada similar en la prensa, pero circularon bulos de este tipo durante un buen periodo de tiempo. Es lógico, después del desfalco que antes comentábamos. Un desfalco es muy impopular, lo cual he creído siempre debido a un oculto deseo de cada cual de ser el protagonista del mismo. Aunque, quizá sean sólo elucubraciones mías y todo se deba a un sorprendente sentido de la moral y el civismo.

En cualquier caso, lo de la droga y la adicción fue una respuesta airada a este hecho. Sin embargo, no me parece vergonzoso ningún sistema de motivación mental que produzca frutos realmente interesantes.

Sería incalculable establecer listas de grandes genios del arte y la ciencia que recurrieron a algún tipo de excitante. La sociedad les admira y encomia siempre tras su muerte. Es la eterna hipocresía social. No hay que hablar de Van Gogh ni de otros personajes de más allá de sus ibéricas fronteras; ahí tienen ustedes la polémica obra de Gaudí irguiendo la enajenación mental de un autor hacia el cielo.

¿Considera usted que su ingenio informático es comparable al de creadores tan geniales como los que ha citado?

Yo no puedo contestar a esa pregunta. El valor de los monstruitos que crea cada doctor Frankenstein pasa siempre a subasta pública. Normalmente, como le decía antes, los autores de la criatura no descubren nunca el éxito de su obra puesto que han fallecido cuando se les reconoce. Esto ha provocado profundas amarguras y angustias, aunque no es mi caso. Tengo suficiente con vivir de mi trabajo y tener pleno convencimiento de la calidad del mismo. Procuro no dejarme atrapar por la vanidad, aunque considero que es uno de los sentimientos más dignos del ser humano.

Sr. Gold, cambiemos de tema. Háblenos de sus aficiones. ¿Es usted una persona de gustos extravagantes y extraños en relación a sus lecturas, por ejemplo?

No, en absoluto. Sin embargo, mi atención se concentra especialmente en un tipo de literatura: la de ficción. He leído todas las obras de calidad que han salido al mercado y a menudo he reincidido en algunas de ellas. La práctica de la relectura es muy interesante. El libro nunca vuelve a ser el mismo tras un primer acercamiento; se descubren nuevos niveles de lectura y resulta divertido.

Suelo leer también novela; algunas me han producido un gran placer. Ahora me viene a la memoria la popular ‘Conjura de los necios’, de John Kennedy Toole. Como ve, no tengo gustos extravagantes. Con ella casi caí en la práctica de la relectura. Es deliciosa, y viene a cuento además por lo que veníamos comentando respecto al no reconocimiento de la obra en vida del autor. Siempre que la editorial le devolvía su manuscrito moría un poco. De hecho, su suicidio manifiesta la profunda amargura que yacía tras la clarividente denuncia de la necedad social. Sin embargo, sus personajes consiguen hacernos reír a menudo. Es una novela vibrante, excelente.

Mi afición por la literatura española es más bien leve; sin embargo, leí a sus clásicos en mi juventud y me deleité incluso con sus poetas, cosa bastante inusual en mí, ya que me siento poco proclive a la poesía.

¿Y su vida familiar?

Bien, gracias.

Perdone, Sr. Gold. Si le molesta no le haré más preguntas al respecto.

No, no me molesta. Mi vida es plácida y sencilla. Vivo austeramente en mi casa con mis perros y mi amable asistenta, una encantadora anciana cuya destreza en los quehaceres domésticos es encomiable. Estoy bien así; nunca sentí deseos procreativos y la vida en pareja me parece algo incómoda, así que no puedo ofrecerles nada interesante en este campo.

¿Su vida retirada le es fundamental para pensar o podría trabajar igualmente en el bullicio de la ciudad?

He trabajado mucho tiempo bajo la presión de estresantes horarios y sometido a aleatorios criterios ajenos, en medio del delirante ritmo de despachos rebosantes de funcionarios disfrazados de programadores, chocando unos contra otros como moléculas de un gas. No me gustó, pero resultó interesante conocer todo eso para apreciar las posibilidades que brindan la soledad y el retiro.

Algunos informáticos consideran fundamental situar su domicilio habitual en el centro neurálgico de la información. Informáticos legales, legalistas y piratas coinciden en ello. Es un error. Le aseguro que nunca estuve tan al día como ahora. Obtengo la información que deseo y dispongo del tiempo y el espacio adecuados para meditarla. Evidentemente, es sólo una opción. No intento convencer a nadie. Sería horrible descubrir un día que mi solitaria morada se fuera rodeando de otras casitas construidas para informáticos a quienes yo mismo hubiere convencido de abandonar la urbe.

No, no, la ciudad cuenta con otras ventajas de las que se carecen en estos retirados parajes, por eso por aquí hay tan poca gente. De hecho, a lo largo de este tiempo, sólo he tenido un vecino. A unos 5 kilómetros de casa vivía un escritor; nunca logró vivir de sus libros. Gozaba de una buena posición económica y no necesitaba encadenar su tiempo a ningún agobiante trabajo sin interés. Escribía algún artículo para diversos periódicos franceses y tocaba el violín frenéticamente cuando no lograba escribir más de dos líneas de sus inéditas obras. Le aseguro que la actividad intelectual de aquel señor triplicaba a la de cualquier profesor universitario de la gran ciudad y quintuplicaba la de cualquier mente pensante del mundo informático urbano. Sus pensamientos no sólo eran copiosos, también eran profundos.

La capacidad de ahondar profundamente en las ideas que desarrollo con mi máquina tienen mucho que ver con mi manera de valorar mi propio trabajo y mi propio tiempo.

Volviendo a su prestigiosa actividad como programador-pirata, ¿es cierto el rumor que corre respecto a sus actividades en la URSS? Me refiero a la acusación de espionaje que lanzó sobre usted la policía secreta soviética. Se dijo que usted pirateaba información de vital importancia a nivel de estrategia militar y la pasaba a EE. UU.

Bueno, ciertamente realicé algún trabajo esporádico para la CIA. Necesitaban buenos profesionales, y sus demandas están siempre convenientemente retribuidas; no veo por qué debía negarme. Nunca he sentido ninguna debilidad política, ni tampoco me interesa especialmente la política internacional, pero reconozco que, a ciertos niveles, los recursos técnicos son envidiables, y cualquier profesional estaría encantado de tener acceso a ellos.

Entonces, ¿usted reconoce haber trabajado para el servicio de espionaje americano?

Por supuesto; como le he dicho antes, resultó muy interesante. Conseguí realizar un trabajo de incuestionable calidad.

La Unión Soviética cuenta con eficacísimos sistemas de seguridad, así como con unos técnicos de alto nivel profesional. Fue muy satisfactorio saltarme todo su montaje, aunque no por ningún tipo de móvil político sino exclusivamente técnico. No me habría importado realizar el mismo trabajo para los soviéticos si me lo hubieran pedido.

Sr. Gold, ¿podría decirnos cómo un hombre joven como usted ha alcanzado ya tan vasta y sólida formación?

Bueno, ciertamente soy un informático joven, aunque también la materia que nos ocupa lo es relativamente. A éste, como a cualquier otro objeto de estudio, sólo se llega verdaderamente si el estudioso en cuestión se convierte en un adicto del mismo. Es fundamental divertirse trabajando y, por supuesto, contar con material de primera mano: todos los buenos libros publicados, todos los buenos programas y sus respectivos manuales, así como las revistas de actualidad, deben estar a mano.

En mi caso fue fácil durante el comienzo. Mis primeros años de estudiante estaban marcados, como los de cualquiera, por una cierta penuria económica; de modo que el pirateo fue mi habitual remedio de conseguir cuanto necesitaba. Siempre me he jactado de tener una de las más amplias bibliotecas de informática conocidas, así como de una fantástica sala de recursos. Así llamo yo al salón donde tengo archivados lo programas y manuales conseguidos a lo largo de toda mi carrera. Cada uno de ellos forma parte de algún botín cuya historia siempre suele tener anécdotas curiosas, aunque no las contaré.

El orgullo de lo indebidamente poseído puede atraparnos hasta convertirnos en personajes que repiten sus batallitas cual seniles ancianos. Sin embargo, no puedo evitar decirle que se requiere un virtuoso sentido el hurto para conseguir tanto material desde tan tierna edad. Siendo casi un crío ideé un sistema para que unos grandes almacenes donde «compraba» habitualmente mi material, desviaran sus facturas hacia lugares menos inhóspitos que mi cuenta bancaria. Aquello me proporcionó años de feliz complacencia.

Sr. Gold, ¿es cierto que se ha creado en su país un centro de jóvenes piratas donde se reúnen un importante número informático-adictos para estudiar sólo sus programas? Un prestigioso periódico del lugar publicó que en las paredes de este local colgaban fotografías suyas, tamaño póster, y que se había convertido en una especie de club de fans donde mitómanos incontinentes se debatían en acalorados debates sobre su persona.

Bueno, no creo que se trate exactamente de un club de fans; simplemente es un club de jóvenes informáticos que ha decidido poner mi nombre a su centro de reunión. No tengo el gusto de conocer a todos sus miembros, aunque espero encontrar el momento de visitarles en días próximos. Sin embargo, conozco a los principales socios fundadores y no resulta difícil advertir en ellos un ingenio e inteligencia extremadamente despiertos. Les auguro interesantes botines y no puedo menos que brindar mi apoyo a sus brillantes empresas en el futuro. Me encantaría apoyar a las grandes promesas de la informática-pirata. Verles progresar proporciona una gratificante sensación de continuidad en el tiempo; quizá sea algo paternalista por mi parte.

Sr. Gold, ha sido un auténtico placer haberle hecho esta entrevista. Desgraciadamente no tenemos más espacio para ello, aunque sólo por el momento. Espero que no se haya sentido incómodo en ningún caso y que tenga a bien repetir este encuentro en alguna otra ocasión. Gracias de nuevo.

Gracias a ustedes.

teknoPLOF! INTO alt-tab #7

teknoPLOF! INTO alt-tab

teknoPLOF! INTO alt-tab

teknoPLOF! into alt-tab collaboration number seven. Hoy hablando de Leap, un nuevo periférico asacado por la empresa Leap Motion que, dicen sus desarrolladores, hará desaparecer al ratón y al teclado de nuestros escritorios.

Leap utiliza un algoritmo matemático que mapea un trozo de nuestro espacio 3D convirtiendo los movimientos de manos y dedos en órdenes directas para el ordenador. Sin embargo, el autor de esta entrada no las tiene todas consigo en lo que se refiere a la utilidad de este novedoso aparato.

El post, vía alt-tab, aquí: http://alt-tab.com.ar/a-saltos-con-el-dedito-para-aqui-y-el-dedito-para-alla/

San Mamés a 396 kilómetros de Bilbao

Como meme irrealizable que nunca quiso ser, pero que debería serlo sin ningún género de dudas, damos paso en esta sección de teknoPLOF! a uno de los vídeos que más nos han gustado por aquí en los últimos decenios. Es un simpático corto documental ficticio, de poco menos de tres minutos, creado por la marca de cerveza San Miguel, patrocinador oficial del equipo de fútbol Athletic Club de Bilbao, en honor al club y a cuenta de la final de la Copa del Rey que el equipo jugará contra el FC Barcelona este próximo viernes, 25 de mayo.

Los tópicos y los lugares comunes afloran durante todo el visionado, cuando tres hinchas bilbaínos recogen agua de la mismísima Ría de Bilbao para regar el campo Vicente Calderón de Madrid, donde se producirá el encuentro. Muy a la bilbaína, el agua convierte el terreno de juego en el propio San Mamés, la catedral del fútbol, el estadio del Athletic.

Así son los de Bilbao. ¡Ahí va la hostia!

San Mamés a 396 kilómetros de Bilbao

El tema «The life I lead», de ‘Mary Poppins’, en ocho idiomas diferentes

Mr. Banks

Mr. Banks

Siempre me han apasionado las versiones originales de las películas o series que me gustan. Me encanta descubrir el timbre de voz de tal o cual actor o la manera en la que se dicen los tacos y las palabras malsonantes en los distintos idiomas. A veces voy más allá y me sumerjo en Internet para encontrar los distintos doblajes de los diferentes países de determinada escena, y los resultados suelen ser emocionantes.

Es el caso que nos ocupa. Qué mejor ejemplo para utilizar aquí y ahora que un trocito de una de mis películas preferidas de todos los tiempos, una de las grandes entre las grandes: ‘Mary Poppins‘. El tema musical que me picó la curiosidad conocer en diversos idiomas fue «The life I lead», probablemente mi favorito de toda la peli. Admito que estuve tentado en cambiar de opción en favor del archiconocido ‘Supercalifragilísticoexpialidoso‘ para escribir esta entrada, por ser el más famoso y reconocido por el público en general (y por las distintas formas de escritura en cada idioma), pero opté por mantener la primera selección por cuestión de preferencia personal.

«The life I lead» es una cancioncilla de poco más de un minuto que el señor Banks canta al llegar a casa tras un largo día de trabajo en el banco. Mientras lo entona, su mujer le intenta decir que los niños se han escapado al parque y todavía no han vuelto, pero él parece no enterarse de nada y seguir encajonado en su papel de soberano de su hogar.

Lo curioso y sorprendente de este tema, es que, en sólo un mísero minuto, refleja a las mil maravillas la sociedad británica de principios del siglo XX. Machismo, cortesía excesiva, ritualidad, pompa y puntualidad maniática son las claves para entender como era un hombre inglés de su casa en la sociedad media-alta de 1910.

Prepárense; pasen y vean porque vamos a contemplar el vídeo de Mr. Banks en nada menos que ocho idiomas distintos, a saber: el original en inglés, español de España, español latino, francés, italiano, alemán, holandés y ruso. ¡Toma ya! Ocho doblajes, adelanto ya que de muy buena calidad todos, como ocho perlas auditivas.

Comencemos por el original británico. Evidentemente, esta versión es la mejor de todas, sin duda alguna. El vídeo está además subtitulado en inglés, por lo que se entiende perfectamente.

Para evitar suspicacias con las diferentes versiones posteriores, paso a traducir literalmente al castellano lo que dice la letra inglesa. La transcripción, más o menos exacta, sería la siguiente:

Siento una repentina y profunda satisfacción,
tanto como un rey cabalgando en su noble corcel.
Cuanto regreso de la lucha diaria al hogar con mi esposa,
qué agradable es la vida que llevo.

Dirijo mi hogar con precisión, a tiempo,
a las 6:01 entro por mi puerta.
Mis zapatillas, jerez y pipa son exactamente a las 6:02.
Sistemática es la vida que llevo.

Es magnífico ser un inglés en 1910,
el Rey Eduardo en el trono,
es la edad de los hombres.
Soy el señor de mi castillo,
el soberano, el señor feudal.
Trato a mis súbditos, sirvientes, niños, esposa
con mano firme pero suave.
Nobleza obliga.

Son las 6:03 y los herederos a mi dominio
están limpios y bañados y adecuadamente alimentados.
Y por lo tanto les daré unas palmaditas en la cabeza
y les mandaré a la cama.
Ah, señorial es la vida que llevo.

Cómo decía, el típico englishman de principios del XX que se ve a sí mismo como el señor feudal de su castillo. Extremadamente escrupuloso con el horario, mantiene unos férreos comportamientos medidos al minuto. Además, mete en el mismo saco a sirvientes, sometidos, hijos y mujer. Trato firme pero cortés, nobleza obliga.

Ahora vamos a comenzar viendo los doblajes por el original en castellano, o español de España.

El doblaje de películas en España siempre ha sido uno de los más reconocidos a nivel mundial; hay quienes aseguran que es de los mejores, si no el mejor, del mundo. El mismísimo creador de Los Simpson, Matt Groening, admitió una vez que algunos de los capítulos de la familia amarilla doblados al español mejoran sustancialmente el original americano. Eso es todo un elogio, pero doblar dibujos animados no creo que tenga tanto mérito como hacerlo con películas de personas de carne y hueso.

En los doblajes españoles se pone énfasis en varios matices, por ejemplo, las voces de los protagonistas son tremendamente parecidas a los originales, como se puede comprobar en los anteriores vídeos. A la hora de formar las frases en la boca de los actores, se procura que la pronunciación de las palabras se adapte lo más posible a los movimientos de la boca, algo que resulta muy complicado cuando, además, se pretende mantener el significado original de los diálogos. En una canción es todavía más difícil conseguir un buen efecto.

Vemos que se pierden detalles en favor de un doblaje más preciso, por ejemplo, el señor Banks afirma que a las seis en punto entra por la puerta de su casa, cuando en el original inglés se especifica que es a las 6:01. También comenta, en inglés, que a las 6:02 se pone las zapatillas, se sirve su jerez y enciende su pipa; en castellano sólo pudieron meter las zapatillas y el jerez, la pipa quedó desechada.

Sin embargo, lo que llama más poderosamente mi atención es la traducción de la frase «is grand to be an englishman in 1910«. Efectivamente, las fechas en inglés ocupan muy poco espacio conversacional comparándolas con el idioma español («nineteen ten» frente a «mil novecientos diez»). La forma que tuvieron los traductores de generar el doblaje es más que discutible, porque ese «el hombre aquí lo es todo en 910» no sé si se llegó a entender correctamente en la época. Es curioso, porque en otros doblajes veremos que se utilizó el mismo recurso.

Visionaremos a continuación el vídeo del doblaje en español latino. Por cierto, nunca he entendido bien por qué se le llama español latino al español sudamericano. Latinos somos todos los que hablamos lenguas derivadas del latín; supongo que el tema vendrá por aquello de la América latina.

Particularmente, los españoles que fuimos niños en los ochenta estamos más que acostumbrados a las voces sudamericanas, o latinas, en los doblajes. Por aquella época, todas las películas animadas de Disney (y otras muchas) venían dobladas con acento sudamericano, comúnmente mejicano, y así se quedaban. Desde luego, he visto ‘Mary Poppins’ es español de España y en español latino y he disfrutado de la misma manera. Me atrevo incluso a decir que hay partes de la película en las que me quedo con el doblaje de allende el Atlántico.

Este doblaje, en algunos momentos, intenta acercarse más al significado de la canción que el doblaje de España. Sin embargo vemos que hay detalles muy similares entre ambos, como el famoso «910» del año. Por cierto, en esta versión el señor Banks se toma el jeréz a las 6:03, que rima mejor con jerez que el 6:02 de la versión española.

Un punto que me ha sorprendido en la traducción de «noblesse oblige«. Mientras en España se tradujo como «nobleza obliga», en Sudamérica prefirieron decir «noble soy yo». La expresión «nobleza obliga», que proviene del francés, se ha utilizado en España desde que yo tengo uso de razón pero, por lo visto, en otros lugares igual no ha sido de uso tan común. Se utiliza, generalmente, para implicar que con dinero, poder, y prestigio se conllevan responsabilidades de ejemplaridad y servicio; Wikipedia dixit.

Veamos ahora la versión francesa del asunto.

Personalmente no entiendo ni papa de francés, pero el buen hombre se toma su jerez y su pipa a las 6:02 también, o eso es lo que me parece comprender. El tema «910» no lo entiendo, así que no puedo opinar absolutamente nada. Evidentemente, el «noblesse oblige» lo pronuncia en un francés perfecto.

Ahora el doblaje italiano.

El idioma italiano, como el resto, intenta adecuar su pronunciación al tema. El Mr. Banks italiano entra por la puerta a las 6:00 y, por lo que mi desconocimiento del idioma aprecia, el «910» se a trocado en «906». Todo un misterio. También un «noblesse oblige» perfecto.

El doblaje alemán es tan rudo como el sonido del propio lenguaje.

No comprendo en absoluto el alemán, sólo entiendo palabras sueltas y un «noblesse oblige» adecuado.

Los dos últimos idiomas tampoco puedo comentarlos, pero resulta harto curioso oír la canción en holandés y ruso, sobre todo en ruso. Comenzaremos por el holandés.

Y, por último, en ruso.

En fin, ocho idiomas para una espléndida canción de una más que espléndida película. Desconozco si está doblada en otras lenguas, porque en muchos países las películas no se doblan, simplemente se subtitulan. Pero eso ya es un debate para otro día.

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