teknoPLOF! INTO alt-tab #6

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teknoPLOF! en alt-tab publica su sexta entrada. Una entrada que, antes incluso de escribir estas líneas para anunciar el post de teknoPLOF! allí, ya ha generado una enorme controversia entre los comentaristas.

El escrito versa sobre la expropiación del 51% de YPF, la filial argentina de la petrolera privada Repsol. En concreto, sobre la corriente humorística que se ha levantado en la Red acerca de dicho asunto; o esa era la intención. Evidentemente, al autor (oséase yo) no puede escapar de un tema así sin estampar su opinión y su impronta personal, y eso es lo que quizás no haya gustado tanto a algunos (a otros supongo que sí).

Por supuesto que no era el propósito cargar contra, u ofender a, España y los españoles, Argentina y los argentinos o los gobiernos de ambos lados del Atlántico, sino todo lo contrario. La pretensión es la de denunciar el poder monopolístico del que disfrutan, campando a sus anchas, las empresas petroleras de medio mundo, saqueando recursos naturales locales para su propio beneficio y contribuyendo más bien nada al enriquecimiento de la zona. El hecho de haber escrito la entrada en un blog argentino también tenía su aquel para mí.

Este bloguero no es ni la primera, ni será la última, vez que levanta ampollas y promueve la polémica con sus publicaciones. Y eso me gusta, porque cualquier cuestión es discutible desde el respeto y la educación. Eso sí, aquellos que no entiendan la ironía, la mordacidad, el sarcasmo o la causticidad no son aptos para leer algo como esto. Aviso.

El post, vía alt-tab, aquí: http://alt-tab.com.ar/corriente-humoristica-en-la-red-a-cuenta-de-repsol-el-gobierno-espanol-y-otros-soplagaitas-varios/

Las seis programadoras de ENIAC

Mujeres ENIAC

Mujeres ENIAC

ENIAC (Electronic Numerical Integrator And Computer) es considerado el primer ordenador electrónico programable de la historia, aunque este honor, realmente, le corresponde al Z3, una computadora alemana de principios de los años cuarenta.

Nacido entre las bambalinas del laboratorio de investigación balística del Ejército de los Estados Unidos en 1943, ENIAC no se terminó de construir hasta 1946, subvencionado por el gobierno con 500.000 dólares de la época. Fue un ordenador electrónico digital con fines generales a gran escala y, a la sazón, la máquina más grande del mundo, ocupando una superficie de 167 m2 y montando un total de 17.468 tubos de vacío (válvulas electrónicas); pesaba 27 toneladas. Era capaz de realizar la friolera de 5.000 sumas y 300 multiplicaciones por segundo, pero adolecía de un pequeño problema, y es que la vida media de cada tubo de vacío era de unas 3.000 horas, por lo que, aproximadamente, cada 10 minutos se estropeaba uno (y había que buscarlo, claro).

Los ingenieros a cargo del proyecto, John Presper Eckert y John William Mauchly, fueron los que se llevaron los laureles, pasando a la historia como los asombrosos creadores de ENIAC. Sin embargo, hubo seis mujeres que fueron las encargadas de programar todo aquel engendro. Seis matemáticas especializadas en programación cuyos nombres fueron silenciados durante décadas al ser consideradas profesionales de segunda por el simple hecho de pertenecer al tan denostado sexo femenino. Eran Betty Snyder Holberton, Jean Jennings Bartik, Kathleen McNulty Mauchly Antonelli, Marlyn Wescoff Meltzer, Ruth Lichterman Teitelbaum y Frances Bilas Spence.

Estas seis mujeres, que casi nunca aparecen en los libros de historia de la informática, dedicaron cuerpo y alma a la programación de ENIAC, sentando las bases de los modelos de desarrollo de software para el futuro. Ellas fueron, a lo largo de su vida, las creadoras de los primeros conjuntos de rutinas, de las primeras aplicaciones de software y de las primeras clases programáticas, ahí es nada.

El ENIAC se programaba sobre el papel para, posteriormente, aplicar lo diseñado al aparato por medio de interruptores, cables y soldaduras. Llevaba días realizar un cambio, pero era capaz de reproducir complejas secuencias de operaciones, incluyendo, entre otras tecnologías, bucles y subrutinas.

Holberton

Holberton

Betty Snyder Holberton, nacida en 1917 y fallecida en 2001, comenzó a estudiar Matemáticas en la Universidad de Pensilvania, pero fue desmoralizada un profesor que veía mejor a las mujeres en casa criando niños que en la universidad.

Abandonó la carrera y estudió periodismo. Posteriormente, comenzó a trabajar para ENIAC como programadora.

Cuando finalizó el proyecto, trabajó en el desarrollo de las instrucciones en C-10 para BINAC, que es considerado el prototipo de todos los lenguajes de programación modernos. También participó en el desarrollo de los primeros estándares para los lenguajes COBOL y Fortran.

Bartik

Bartik

Jean Jennings Bartik, nacida en 1924 y fallecida en 2011, estudió Matemáticas en el Northwest Missouri State Teachers College de Misuri.

Tras trabajar en ENIAC, continuó su carrera con BINAC y UNIVAC I.

Más tarde trabajó de editora en el campo de los materiales vinculados al desarrollo de alta tecnología de la información.

Antonelli

Antonelli

Kathleen McNulty Mauchly Antonelli, nacida en 1921 y fallecida en 2006, se graduó con un título en Matemáticas por el Chestnut Hill College para mujeres de Filadelfia.

Fue seleccionada para trabajar como programadora de ENIAC, como sus compañeras, por sus grandes dotes para el cálculo en general y para las ecuaciones diferenciales en particular.

Fue trasladada al Aberdeen Proving Ground Ballistics Research Lab., con ENIAC, cuando la máquina fue mudada hacia allí en 1947, junto con Ruth Lichterman y Fran Bilas.

Meltzer

Meltzer

Marlyn Wescoff Meltzer, nacida en 1923 y fallecida en 2002, se graduó en la Temple University de Filadelfia. Fue contratada por el Moore School of Engineering para trabajar en cálculos meteorológicos, principalmente porque ya sabía operar máquinas de calcular.

Pocos años después se sumó al equipo de cálculo de trayectorias balísticas y, algo después, al equipo original de programadoras en ENIAC.

Más tarde renunciaría a toda su trayectoria para contraer matrimonio.

Teitelbaum

Teitelbaum

Ruth Lichterman Teitelbaum, nacida en 1924 y fallecida en 1986, se graduó en Matemáticas en el Hunter College de Nueva York.

Seleccionada para el proyecto de trayectorias balísticas del Moore School of Engineering, posteriormente pasó al grupo de programación de ENIAC.

 

 

Spence

Spence

Frances Bilas Spence, nacida en 1922 y todavía vivita y coleando a sus noventa años, se graduó en Matemáticas con orientación a Física en el Chestnut Hill College de Pensilvania.

Comenzó también en el cálculo de trayectorias balísticas y terminó por unirse al grupo de las seis de ENIAC. Poco después de la presentación de la máquina, Frances se casó con un ingeniero electrónico de la Armada.

No mucho después, renunció a su puesto para dedicarse a formar una familia.

De todas ellas, Betty Snyder Holberton se convirtió, en 1997, en la única de las seis programadoras originales de ENIAC en obtener el Premio Ada Lovelace, uno de los más altos honores concedidos en el campo de la programación. En ese mismo año, junto con sus cinco compañeras, ingresó en Women in Technology International Hall of Fame; un reconocimiento tardío pero merecido.

Todas ya creciditas y reconocidas

Todas ya creciditas y reconocidas

Hubo un tiempo en el que se decía que las mujeres que aparecían en las fotografías antiguas de ENIAC eran modelos, lo que los americanos llamaban refrigerator ladies, o las típicas mujeres que salían en las fotos acariciando refrigeradores y neveras a modo de reclamo publicitario. Pues nada de eso, señores míos, aquellas seis féminas fueron las que sentaron las bases de la programación informática moderna. ¿Por qué, si no, la programación actual es tan estructurada y metódica? Efectivamente, porque la inventaron las mujeres.

En el siguiente vídeo, y con ello finalizo, se las puede ver operando la máquina en aquella época. Como alguna de ellas ha asegurado en más de una ocasión, no tenían manuales de programación, porque aquello era algo totalmente nuevo, y se guiaban por los esquemas de cableado de los ingenieros para programar ENIAC. ¡Asombroso!

Alice y Bob, una pareja tecnológicamente segura

Alice y Bob

Alice y Bob

Desde que Ronald Rivest, Adi Shamir y Leonard Adleman desarrollaron el sistema criptográfico de clave pública RSA (Rivest – Shamir – Adleman) en 1977, existen dos nombres que se han convertido en imprescindibles dentro de artículos, presentaciones, documentos, conferencias y exposiciones relacionadas con la seguridad informática y la criptografía. Estos nombres son Alice y Bob.

Alice y Bob no son personas físicas reales sino personajes ficticios inventados para ser usados en las explicaciones criptográficas. Sus creadores (los mismos que asacaron RSA) los utilizaron por primera vez en el seminario que dio a conocer su algoritmo y, desde entonces, todos los profesionales relacionados con la materia hacen uso de sus nombres para explicar conceptos.

El tema es bien sencillo: los nombres se usan por convenio para evitar sentencias del tipo «la persona A quiere enviar un mensaje cifrado a la persona B». Los padres de Alice y Bob se dieron cuenta de que en una larga exposición donde personas A y personas B envían y reciben mensajes, los asistentes terminan por perderse con tanta letra para aquí y para allá. No hablemos entonces si en el discurso se introducen nuevos elementos C, D, E y etcétera. El lío es monumental.

Sin embargo, está demostrado que utilizando Alice (A) y Bob (B), el público enseguida relaciona en sus cerebros dichos nombres con caras de personas (mujer y hombre), haciendo más sencilla y comprensiva la disertación. Es algo así como procurar enseñar a un niño a sumar con canicas o cochecitos de juguete en lugar de utilizar números, un concepto asaz abstracto para sus recién estrenadas neuronas.

Alice y Bob son tan famosos y reconocidos en el mundo de la seguridad informática que el propio profesor Andrew S. Tanenbaum (una eminencia en estos campos), en su libro ‘Redes de computadoras‘, cuenta que si escribes algo sobre criptografía y utilizas otros nombres, es bastante probable que nadie se tome en serio lo que dices.

Existen multitud de nombres de actores secundarios que han ido surgiendo al calor de Alice y Bob. Y es que, en ocasiones, es necesario recurrir a un mayor número de agentes implicados en las comunicaciones. Así pues, podemos destacar a Carol (o Charlie) como tercer participante principal (la persona C), a Dave (persona D) como cuarto participante, a Craig como el password cracker o a Eve como eavesdropper (la atacante en modo escucha).

Esta pareja es tan cercana a los entendidos en criptografía que, incluso, han aparecido numerosos chistes acerca de ellos. Un buen ejemplo es el que sigue:

¿Cuál es el colmo de un criptógrafo? Que su mujer se llame Alice, que ella tenga un amante que se llame Bob y que el hombre no entienda nada de lo que se cuentan en sus cartas.

También otros más elaborados y que no hay Dios que los entienda porque, además de estar en inglés, hay que ser un friqui de la criptografía para saber dónde está la puñetera gracia.

Alice y Bob representan una pareja inseparable, con una comunicación muy fluida y segura a prueba de extraños y terceras personas. Los amantes más tecnológicos que hayamos conocido nunca. Una historia de amor indescifrable.

Por cierto, este hecho de inventar personas y personajes no es privativo de la informática. En el mundo de la radio tienen a Dave y Sue, en el teatro americano a George Spelvin y en la Armada Británica a Tommy Atkins, entre otros.

La leyenda urbana acerca del último capítulo de Doraemon

Doraemon, el gato cósmico

Doraemon, el gato cósmico

Doraemon, probablemente, es el cómic manga (valga la redundancia) más exitoso de toda la historia. Tanto, tanto que su versión anime para la televisión no ha dejado nunca de emitirse en Japón desde que se estrenó a principios de los años setenta, con cerca de 2.000 capítulos en total.

Doraemon es un robot cósmico, con forma externa de gato azul, que viene del futurista siglo XXII para ayudar a un niño (Nobita Nobi) con unos extraños y simpáticos inventos que saca de su bolsillo cuatridimensional. En el futuro, los descendientes de Nobita son pobres y desgraciados a causa de los errores cometidos por él durante su vida. Es por ello que su nieto, Sewashi Nobi, envía desde allí al pasado a Doraemon con el objeto de encauzar la historia del chaval y procurar cambiar las épocas venideras.

Como buena y afamada serie de animación, Doraemon debería tener, por supuesto, su propia leyenda negra; y así es, la tiene. En este caso el tema versa sobre el capítulo final. Muchas han sido las elucubraciones sobre ello y todas son más falsas que un billete de veintitrés euros. Vamos a repasar un par de ellas, las más populares, porque tiene tela la cosa.

Falacia number one: Nobita despierta de un coma profundo en el que lleva años sumido. Todos los capítulos de la serie no han sido más que un sueño del niño enfermo, y Doraemon es un gato de peluche que siempre ha estado con él. Esta es la versión más extendida de la leyenda y la que la gente más se ha creído. Se comenta (aunque tampoco se sabe si realmente es cierto) que, en Japón, multitud de padres y madres se manifestaron frente a las oficinas de la productora para protestar por este agónico final, obligando a los responsables a emitir una comunicado de prensa desmintiendo el suceso. Hay versiones del infante con cáncer, leucemia y hasta SIDA, que hay que tocar los cojones de manera vistosa y llamativa. También se habla del suicidio de un montón de niños al conocer el final; en fin…

Falacia number two (mi preferida): A Doraemon se le acaban las pilas (hay que joderse). Nobita viaja al futuro desde el cajón de su escritorio (la manera normal que tenían de hacerlo el gato y él) y descubre que un cambio de baterías resucitaría al robot azul, pero haría perder su memoria y sus recuerdos. El chico guarda en el armario a su mascota hasta que, treinta años después, tras mucho esfuerzo y estudio llega a ser el máximo responsable de una empresa de inteligencia artificial e inventa un chip de memoria que recupera lo almacenado en el cerebro cibernético de Doraemon para, posteriormente, hacer un volcado tras el cambio de pilas. Para gustos, los colores; y para imaginación, la de algunos.

La cruda realidad es que Doraemon no tiene todavía un capítulo final, y no hay visos que lo tenga en las próximas décadas. La verdad verdadera es que uno de los creadores de Doraemon, el señor Fujimoto Hiroshi, falleció en 1996, antes de idear un final para la serie. El otro cocreador (Motō Abiko) y el resto del equipo decidieron, tras largas reuniones, honrar al muerto evitando escribir un capítulo final, extendiendo la serie ad æternum. Es lógico preguntarse que, en los tiempos que vivimos, ¿cómo es posible que la gente hable de finales de Doraemon sin agregar un enlace al vídeo en YouTube? Ya sabes, amigo mío, si no está en Internet no existe.

Por lo tanto la serie anime no tiene final, pero también es cierto que para el manga (comenzado a publicar en 1969) se llegaron a escribir hasta tres finales alternativos, aparecidos en la revista japonesa de cómic «Shogaku 4-nensei». En marzo de 1971, Doraemon regresa para siempre al futuro con el fin de evitar los problemas que implican las modificaciones del espacio-tiempo, al más puro estilo ‘Back to the future’. Un año después se publica un nuevo final en el que el gato regresa al futuro para siempre también. Suponemos que del anterior final volvería airoso con alguna triquiñuela.

En marzo de 1973 (otro año después) Doraemon decide irse para siempre tras haber vuelto de dos finales para siempre. El colmo de la gallina de los huevos de oro.

Desde luego, para mí el mejor final de Doraemon es el que muestro en la siguiente imagen. Gore sí, pero divertido y resultón.

Final alternativo gore para Doraemon

Final alternativo gore para Doraemon

Coteja los datos que recibes y mejora tus fuentes de información. No todo lo que te dice la vecina del quinto es cierto, algunas cosas se las inventa, la chismosa de ella.

De fluoroscopios, pedoscopios y otras lindezas varias

Fluoroscopio de zapatería

Fluoroscopio de zapatería

Comprar zapatos puede llegar a ser algo divertido siempre y cuando no tengas algún problema en los pies que te impida disfrutar del evento en sí. Y es que la mayoría de las personas se quejan de dolores podales tras el estreno de zapatos nuevos; que si me aprieta aquí, que si me queda muy holgado por allá, que si me hace marcas por acullá, que si la abuela fuma, que si deja de fumar. Un infierno, vaya.

Hoy día las zapaterías son meros negocios mercantes de zapatos y zapatillas en los que el cliente no disfruta de un trato personalizado, en buena parte porque estos complementos se fabrican en serie bajo números prefijados que obligan a adaptar tu pie al calzado, cuando, en realidad, debería ser al revés. Pero no siempre fue así.

En la década de los años veinte americanos, de los americanos de América de arriba, se puso de moda un aparatejo zapateril al que los yanquis, haciendo gala de la amplia flexibilidad de su lenguaje materno, bautizaron como pedoscope. Es castellano castizo podría traducirse algo así como «pedoscopio» o, quizás, «podoscopio» o quién sabe si «pediscopio». El caso es que nunca nos hizo falta acuñar un término para ello porque el tramánculo en cuestión ni siquiera llegó a Europa. Nosotros lo llamaremos pedoscopio (aunque resulte cacofónico) por aquello de distinguirlo del podoscopio actual que tienen todos los pediatras y los ortopedistas en sus consultas.

El pedoscopio en sí no era otra cosa que un fluoroscopio especialmente diseñado para zapaterías. El fluoroscopio es un aparato médico consistente en una fuente de rayos X y una pantalla fluorescente entre las que se sitúa el paciente para que se le observen sus estructuras internas en tiempo real, diagnosticando así su dolencia rápidamente. Vamos, un escáner de rayos X de los de toda la vida.

Pedoscopio

Pedoscopio

Se componía básicamente de una caja de madera con un orificio posterior para meter el pie, zapato incluido. Dentro disponía de un aparato de rayos X y, por la zona anterior, de varios visores donde observar los resultados. Al mirar por los tubos, se podía ver con total claridad y nitidez los huesecillos del pie encerrados en el armazón del zapato, pudiendo determinar fehacientemente si ese calzado era correcto para el cliente o no.

Certificado de zapato adecuado con prueba de rayos X

Certificado de zapato adecuado con prueba de rayos X

En principio, se especula que aquello no fue más que un reclamo publicitario para que las madres compraran zapatos a sus hijos, ya que a estos les encantaba aquello de poder ver su pie por dentro. No en vano, los varios visores que montaba el aparato eran para compartir experiencia X: uno para el zapatero, otro para un cliente (la madre, por ejemplo) y un último para el curioso infante.

El fluoroscopio para pies tenía también un par de selectores, uno para la intensidad de exposición (alta para hombres, media para mujeres y baja para niños) y otro para el tiempo (con una media de 20 segundos por pie). El zapatero regulaba estos parámetros a su antojo.

Sin embargo, existía un problema que no se investigaría hasta años más tarde, que era el peligro que suponía la exposición a aquellos rayos X con muy pocos años de historia. La amenaza afectaba a los pequeños pies de los niños en desarrollo pero, también (y sobre todo), a los zapateros que utilizaban aquellas máquinas a diario sin ningún tipo de protección.

Se han documentado casos de vendedores con dermatitis en las manos, por el hecho de introducirlas en el aparto para ajustar el zapato, e, incluso, un caso de amputación de una pierna en un hombre que trabajaba como modelo de zapatos. Es curioso, pero aún con estas incidencias tan graves, los pedoscopios no llegaros a desaparecer de las zapaterías hasta cerca de 1970.

La historia del cacharro viene de varios años antes, cuando el doctor Jacob Lowe, de Boston, lo creó para visualizar rápidamente los pies a los soldados durante la Primera Guerra Mundial. En aquella época se descubrió que multitud de combatientes llegaban del campo de batalla con muchos problemas en los pies a causa de llevar las botas mal ajustadas durante el servicio. Ello provocaba graves daños tras el uso diario durante meses, por lo que ideó el pedoscopio para intentar paliar el problema.

Al terminar la contienda, este fluoroscopio fue modificado para darle un uso más comercial, a la sazón en el campo de la zapatería. En Estados Unidos rápidamente se enamoraron de la máquina en una feria de zapateros, y la mayoría de tiendas de calzado de costa a costa empezó a comercializar su uso como un punto clave de venta.

Por lo tanto, y para terminar, nos han de quedar claras tres cosillas, nada más. Primero: los americanos son siempre los que lo inventan casi todo y lo comercializan a lo bestia; segundo: aquella ciencia que se dona al pueblo es más que probable que venga de algún invento militar; tercero: casi siempre fallan en el tema de guarda de la salud y al final, cuando se dan cuenta, ya es demasiado tarde. Punto y se acabó.

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