Dalí y sus obsesiones matemáticas

Salvador Dalí

Salvador Dalí

Ese gran genio loco, con mucho de genio como persona y mucho de loco como personaje. Histriónico y excéntrico de maneras pero cabal y sabio como ninguno, y a la hora de crear arte uno de los más grandes entre los grandes. Contemporáneo de Lorca y Buñuel, su generación engendró artistas, doctos en todos los talentos, que han permanecido en el tiempo por sus sensacionales creaciones. Coqueteó con el cine, la ilustración, la escultura y la fotografía, pero será recordado por su pintura, de estilo personal y ecléctico, sobre todo en su etapa surrealista.

Salvador Dalí no era un pintor al uso, ni siquiera para la época y estilo que le tocó vivir. Enamorado de la ciencia, atesoraba en su biblioteca decenas de libros que trataban de geometría, matemática o biología. Asistió en su vida a multitud de descubrimientos científicos como el del ADN, la teoría cuántica, los modelos atómicos o el concepto de antimateria, y todos ellos causaron un profundo impacto en él, dejando una huella más o menos visible en su obra.

Una de las mayores obsesiones para Dalí a la hora de generar sus cuadros fue la de la razón áurea. Esta proporción, de historia milenaria, define la relación existente entre dos divisiones de un segmento y la representa por medio del número φ (letra griega fi), un valor algebraico irracional que, aproximadamente, es 1,618033.

Desde la Gran Pirámide de Guiza, en Egipto, hasta las estructuras formales en la ‘Quinta Sinfonía‘ de Beethoven, pasando por el Partenón de Atenas, la ubicación de las «efes» en la construcción de violines, el ‘Hombre de Vitruvio‘ de Leonardo da Vinci o las relaciones entre altura y anchura en las obras de Miguel Ángel. Todos ellos, y muchos más, son ejemplos en los que los expertos han visto indicios o evidencias de la utilización de la divina proporción o proporción áurea.

Dalí plasmó esta inquietud en cuadros como ‘Semitaza gigante volante, con anexo inexplicable de cinco metros de longitud’ (óleo sobre lienzo, 1944-1945), una pintura en la que los motivos más destacados van apareciendo inscritos en la sucesión decreciente de rectángulos áureos que resultan al extraer, sucesivamente, un cuadrado al rectángulo anterior.

'Semitaza gigante volante, con anexo inexplicable de cinco metros de longitud'

'Semitaza gigante volante, con anexo inexplicable de cinco metros de longitud'

Esta obra se puede considerar como un homenaje, no carente de humor, al rectángulo de oro. No sólo se puede descomponer el cuadro en una serie de rectángulos áureos sino que, además, los diferentes elementos del dibujo son la llave que permite reconstruir estos rectángulos. A partir del diseño de la taza se obtiene una sucesión de rectángulos áureos que nos conduce a una espiral áurea, la cual termina en la sombra negra de la parte alta de la pintura.

Por otro lado, ese «anexo inexplicable» del título del cuadro y que sale del asa de la taza, obligando a prolongar el dibujo hacia arriba, es, en realidad, totalmente explicable: las dimensiones del cuadro (50 × 31 centímetros) están en proporción áurea, siendo tal anexo el elemento que justifica dichas dimensiones.

La pintura titulada ‘Leda atómica’ (óleo sobre lienzo, 1949) es otro buen ejemplo de lo anteriormente explicado. Dalí realizó este cuadro con ayuda del matemático rumano Matila Ghyka, que le ayudó a sobrellevar tres meses de complicados cálculos teóricos que dieron lugar a la peculiar composición del óleo. La pintura sintetiza siglos de tradición matemática y simbólica, especialmente pitagórica. Se trata de una filigrana basada en la proporción áurea, pero elaborada de tal forma que el espectador no la aprecia a simple vista. En el boceto de 1947 (lápiz y tinta sobre papel) se advierte la precisión del análisis geométrico realizado por Dalí basado en el pentagrama místico pitagórico, el cual es una estrella de cinco puntas dibujada con cinco trazos rectos.

'Leda atómica'

'Leda atómica'

Asimismo, el pintor realizó varias obras en las que incluía el cuerno de rinoceronte como elemento recurrente, cuerno que Dalí consideraba como una curva logarítmicamente perfecta. Ejemplos de ello son ‘La encajera de Vermeer’ (óleo sobre lienzo, sobre madera, 1955), ‘Cuernos azules. Diseño para un pañuelo’ (Aguada, 1955) o ‘Figura rinoceróntica de Ilisos de Fidias’ (óleo sobre lienzo, 1954).

Relacionada con la proporción áurea, otra de las obstinaciones pictóricas de Dalí fue la de la figura geométrica del dodecaedro, un poliedro convexo de doce caras que son pentágonos regulares, esto es, de lados iguales y ángulos internos congruentes. Su obra maestra relacionada es ‘La última cena’ (óleo sobre lienzo, 1955). En este cuadro, Dalí utilizó la proporción áurea en la razón de sus dimensiones y en las dimensiones que forma la línea recta de la mesa. Además, el dodecaedro se convierte en el escenario que envuelve la escena; doce caras como doce eran los apóstoles.

Según Platón, el dodecaedro representa la quintaesencia, puesto que en él se pueden inscribir el resto de los poliedros regulares: cubo, tetraedro, octaedro e icosaedro, que simbolizan los cuatro elementos del universo: tierra, fuego, agua y aire. Así mismo, si se unen los centros de las caras de un dodecaedro entre sí, se forman tres rectángulos cuyas proporciones son las del número áureo.

'La última cena'

'La última cena'

Igualmente, la materia de las dimensiones obsesionó no sólo a Salvador Dalí en su obra, sino también el resto de pintores de su época y de épocas anteriores. El hecho de poder plasmar una correcta perspectiva en tres dimensiones sobre un lienzo bidimensional, consiguiendo una imagen realista del motivo plasmado, hacía recurrir a los artistas a tratados geométricos con asiduidad. Cézanne, Seurat y, de hecho, casi todos los pintores que a finales del siglo XIX y principios del XX trabajaban estos temas, sólo estaban interesados en el problema desde el punto de vista de la representación pictórica. Dalí quería ir más allá.

El pintor catalán se obsesionó con una cuarta dimensión geométrica, que terminó por plasmar en su obra ‘Crucifixión’, también conocida como ‘Corpus hypercubus’ (óleo sobre lienzo, 1954). Un hipercubo, o teseracto (del que se habló largo y tendido ya en este blog), es una figura geométrica en una hipotética cuarta dimensión cartesiana que no podemos imaginar, pues la teoría matemática que la arropa es demasiado compleja para los seres humanos que vivimos en sólo tres dimensiones.

'Corpus hypercubus'

'Corpus hypercubus'

El hipercubo tiene 16 vértices, 32 aristas, 24 caras y 8 células. Estas últimas ocho células se corresponden con ocho cubos tridimensionales, que son los que forman la cruz de la crucifixión de Jesucristo en el cuadro. En realidad, lo que vemos ahí es un teseracto de la cuarta dimensión desdoblado en el espacio tridimensional (así como un cubo 3D desdoblado forma una cruz latina de seis cuadrados). Para formar el hipercubo habría que unir las caras de la figura, retorciéndola, consiguiendo algo muy difícil de concebir en nuestra mente, por no decir imposible.

En el óleo, el hipercubo desdoblado resulta ser la cruz de la muerte, y su sombra en el suelo forma una cuadrícula bidimensional en forma de cruz latina, lo que denota la fijación que tenía el pintor por la transición entre dimensiones.

Como se puede observar, al igual que todos los grandes genios del arte, Salvador Dalí ocultó mensajes en sus obras, en este caso de carácter matemático. Y es que, además de lo expuesto, el pintor jugó también con la geometría fractal, como en su cuadro ‘El rostro de la guerra’ (óleo sobre lienzo, 1940); la geometría proyectiva, en ‘Las llamas llaman’ (óleo sobre lienzo, 1942); la topología, en ‘Contorsión topológica de una figura femenina’ (óleo sobre lienzo, 1983); o la Teoría de las catástrofes, de René Thom, como en ‘La cola de la golondrina’ (óleo sobre lienzo, 1983).

Dalí falleció el 23 de enero de 1989, dejando tras de sí una complicada y prolífica obra en la que fusionaba arte y ciencia. Sin duda un loco muy cuerdo.

Los efectos digitales de todo a cien en la serie ‘El barco’

FX en 'El barco'

FX en 'El barco'

Si hace una década me hubieran asegurado que una serie televisiva española de ficción me iba a enganchar pegado al televisor, simplemente me habría descojonado con tal virulencia y acometividad que las costillas flotantes que salen de mi columna vertebral se habrían clavado en mi hígado de manera más que probable. Sin embargo, hoy es el día que puedo asegurar que la ficción televisiva patria ha alcanzado un nivel tan aceptable como para lograr competir dignamente con las series estadounidenses, y no sólo en cuota de pantalla, sino también en calidad técnica, aptitud interpretativa y genialidad y originalidad de sus guiones. Algunas, claro.

Dejando a un lado las comedias de situación y las reminiscencias del pasado político (que tanto agradan, ambas, por estos lares), títulos como ‘Periodistas’, ‘Hospital central’, ‘El comisario’, ‘Cuenta atrás’, ‘RIS científica’, ‘Hay alguien ahí’, ‘Águila Roja’ o ‘Piratas’ han hecho evidente que en España se puede hacer buena televisión de entretenimiento, obviando los comentarios que ponen a parir a una o a otra por su mediocridad artística, su falta de trama profunda o su prácticamente nula calidad argumental (en la mayoría de los casos no les falta razón alguna). Mención especial aparte a ‘El internado‘, probablemente la única serie capaz de competir de forma rigurosa y seria con cualquier otra del mundo. Sin duda, la gran obra maestra de la ficción española que, ahora, triunfa en Rusia.

Precisamente, de la productora de ‘El internado’, Globomedia, llegó a principios de este año 2011 un nuevo título que prometía hacer las delicias de los amantes de la ciencia ficción en la pequeña pantalla. La serie (Antena 3), titulada ‘El barco‘, traía consigo emoción, intriga y suspense, algo que se hizo evidente en un más que bueno episodio piloto. Sin embargo, y tras trece capítulos de su primera temporada, ‘El barco’ ha pinchado como serie de ficción y se ha convertido en un melodrama romanticón plagado de amoríos, relaciones y folleteos varios en alta mar (más alta que nunca, por cierto). La trama es técnicamente un despropósito, pero, bien llevada, podría haber conseguido laureles y vítores de la crítica y del público. Empero, los responsables han preferido agradar a los televidentes quinceañeros a golpe de fotogramas de Mario Casas sin camiseta y de Blanca Suárez en paños menores, descuidando la idea original hasta puntos insospechados.

Pero lo que más nos ha llamado la atención en este blog no es la calidad interpretativa del elenco, ni siguiera las incoherencias de un guión cogido con alfileres. Lo que a nosotros nos interesa es la parte tecnológica del asunto, en este caso el área de los efectos especiales digitales de la grabación. Y es que parece mentira que una serie de una de las productoras más potentes de país, en el año 2011 de Nuestro Señor Jesucristo, lleve pegoteados en la cinta unos efectos que cualquiera en su casa, un poco (pero poco) avezado en el manejo de 3D Studio o After Effects, podría haber creado en cinco minutos. Resulta un insulto gravísimo al espectador, al que tratan de tonto e ignorante.

Cromas evidentes, perspectivas imposibles, efectos repetidos, pájaros de conducta errática y humaredas voluptuosas son algunos ejemplos de las decenas de efectos dignos de un parvulario del modelado en 3D. A buen seguro, el único efecto realista que han sido capaces de recrear es el de la neblina de la cortinilla de la serie que, por cierto, reutilizan en el capítulo ‘Niebla’, pero a lo bestia. Como honrosa excepción, sólo se salva el episodio ‘El hombre de Liverpool’, con sus transiciones entre presente y pasado, aunque eso poco tiene que ver con efectos en tres dimensiones, pero era de recibo comentarlo.

El barco creado por ordenador para los planos generales y panorámicos largos es simplemente patético. La suerte les acompaña porque se ve pequeñito (desde muy lejos), ocultando y tapando la mayoría de los defectos. Sin embargo, lo que no han podido esconder es el movimiento de la nave, ya sea a la hora de esquivar un remolino, tipo sumidero, en alta mar o en el momento de mostrar al barco encallado en vete tú a saber dónde en el medio del océano. La fluidez de los movimientos del modelo 3D recuerda muy poco a las películas de Pixar y muy mucho a ‘Los Fruittis‘.

A muchos de los planos que utilizan la técnica del chroma key sólo les falta que se les caiga una sábana verde por detrás. Tienen el tufillo de aquellas películas antiguas en las que un grupo de personas parece viajar en el interior de un coche mientras el fondo se mueve descaradamente a sus espaldas. Algo que, a la altura de siglo que andamos, es inconcebible. Ni que decir tiene que un escenario no puede ser nunca tan estático que parezca una fotografía evidente de una puesta de sol tropical. Pues ‘El barco’ tiene de esos también.

De todos los despropósitos digitales que se pueden encontrar, los que más llaman la atención son dos; sin duda, los más notorios por nocivos para la retina. El primero de ellos se da en el capítulo ‘El graznido’, en el que miles de aves de dudosa procedencia toman el buque en busca de comida. Los planos generales muestran un barco repleto de puntos negros, que representan a los pájaros posados en él, y una jauría en rededor de cuervos y gaviotas (y ¿palomas?) acechando a los tripulantes. En una de las imágenes se puede comprobar la profesionalidad de los diseñadores al programar el movimiento calculado de la bandada. Dos gaviotas (se pueden ver en el centro superior de la imagen siguiente) sufren un comportamiento errático al volar una hacia la otra, chocar y continuar agitando las alas en el sitio, sin desplazarse. Un bug al más puro estilo ‘Pro Evolution Soccer’, cuando un jugador comienza a caminar por el aire o atraviesa el terreno de juego con las piernas saliendo de sus hombros.

Gaviotas de vuelo chungo

Gaviotas de vuelo chungo

El vídeo que corresponde a este fotograma se puede visionar en la propia web de Antena 3. Se corresponde con la quinta parte del capítulo 5, y el gazapo empieza alrededor del minuto 4:02 (produciéndose en el 4:05, aproximadamente). Es el más evidente, pero apuesto a que, examinando a fondo el averío, se pueden encontrar bastantes más.

El segundo momento estelar se refiere al episodio ‘La ley del mar’, donde el navío se queda sin combustible justo encima de un volcán submarino (que ya es puntería y casualidad, mirusté). Hace mucho calor y el agua del mar hierve (literalmente) provocando quemaduras de primer grado en un bañista inconsciente, pero en los peces no. De pronto, y como si por arte de magia se tratara, el volcán entra en erupción, arrojando al exterior inmensas nubes de ceniza y humo, pero ni una gota de agua. ¿O sí es agua? Quién sabe. El fuerte estallido ha sido modelado de una forma tan soez, burda, tosca, basta y ordinaria, que no me explico como no han dejado directamente la malla de polígonos al descubierto; habría quedado más simpático y menos grotesco, irrisorio y ridículo. En el vídeo siguiente se puede comprobar también la pericia del animador 3D para conjugar esos hongos negros rechonchos con el resto de la escena.

Chunga erupción de un volcán submarino

Desconozco (y no quiero conocer) qué empresa ha sido la encargada de generar los efectos digitales de esta serie, aunque me juego el cuello a que anda por ahí entremetida en los títulos de crédito. No sé si es una compañía de saldos o es que el presupuesto ha sido tan bajo que han puesto a trabajar a los becarios en prácticas. Desde luego, es amoral e inadmisible que, en esta época, una empresa de animación haga este trabajo para un cliente tan importante y pase todos los filtros y cortapisas hasta llegar a la audiencia. Si es así como queremos competir con las series americanas, casi mejor que nos dediquemos a aídas y cuentamés, que la cosa pinta más fácil para los expertos en FX de este país, antes conocido como España. Para ponerse a mear y no echar ni gota, oiga.

Apple Newton fue el abuelo del iPad

Newton (MessagePad) MP2000

Newton (MessagePad) MP2000

Que en realidad no se llamaba Apple Newton, sino Apple MessagePad. Newton era el nombre del sistema operativo que corría en él y, por extensión, con el paso del tiempo acabó siendo conocido el cacharro con el mismo nombre. Quizás el hecho de que la denominación del sistema estuviese serigrafiada en el frontal superior consiguió realizar parte del trabajo.

El Newton fue un aparato adelantado a su tiempo, una especie de organizador al estilo PDA pero con muchísima más funcionalidad. Además, el hecho de que los de Cupertino estuvieran detrás del proyecto era más que condición garante de la calidad del producto. Sin embargo, Newton pinchó y se fue por donde vino sin hacer mucho ruido. El siguiente vídeo (1993) de Apple muestra la mayoría de las funciones de Newton; la verdad es que en su día tuvo que dejar a la gente con la boca abierta.

Apple Newton en 1993

Comercializado entre 1993 y 1998, Newton estaba destinado a ser una reinvención completa de la computación personal. Tenía una pantalla táctil (a golpe de lápiz de plástico) monocromática de gran formato, un procesador RISC ARM 610, 4 MB de ROM, 640 KB de RAM y puertos PCMCIA, IrDA y serie. Funcionaba con cuatro pilas del tipo AAAA, proporcionando una autonomía de 30 horas, nada desdeñable. Eso sí, pesaba medio kilo.

Gozó, durante sus cinco años de vida, de una más que aceptable salud, llegando a alumbrarse hasta siete modelos diferentes, a cada cual mejor y con más prestaciones. Venía de fábrica con multitud de aplicaciones instaladas: agenda, calendario, bloc de notas, calculadora, conversor métrico y de moneda, mapas del tiempo, etcétera. Asimismo, incluía programas más avanzados de proceso de textos, hojas de cálculo, navegador web o cliente de correo electrónico.

Pero lo que más hizo destacar a este aparatejo fue su capacidad de reconocimiento de escritura. Si bien en un principio era bastante patatera, en versiones posteriores la fueron mejorando hasta alcanzar una calidad bastante aceptable. Entiéndase, para la época aquello era la bomba.

La verdad es que muchas de las funciones de Newton las hemos descubierto nosotros hace cuatro días, y es que cuando digo que fue adelantado a su tiempo, lo digo por algo. Era capaz, por ejemplo, de mover texto por la pantalla arrastrándolo, de manejar correctores ortográficos personalizables o de permitir la realización de dibujos vectoriales con figuras inteligentes (dibujo un círculo a mano y, automáticamente, se convierte en un círculo perfecto). Todo ello, unido a la multitud de piruetas gráficas que incluía (como la animación al enviar un mensaje a la papelera) hacía de Newton una interesante herramienta de trabajo.

Newton (MessagePad) MP100 (el primero de la saga)

Newton (MessagePad) MP100 (el primero de la saga)

Newton se sincronizaba con ordenadores de sobremesa para intercambiar datos. Era compatible con sistemas operativos Mac OS, Mac OS X, UNIX, Linux y (¡tachan, tachan!) Microsoft Windows. Sí, habéis leído bien. Es más, tenía la capacidad de exportar e importar documentos de Word, Excel, Works y otros. ¿En esta época, Steve Jobs todavía no había vuelto a Apple, no? Efectivamente, todavía no. En fin.

Casualmente, el proyecto Newton fue suspendido justo cuando Gil Amelio, a la sazón CEO de Apple, es despedido y Steve Jobs regresa cual hijo pródigo a los brazos de mamá manzana. Antes de su cancelación, varios de los ingenieros que allí trabajaban se separaron de Apple produciendo lo que los americanos llaman una spin-off, es decir, una empresa derivada o nacida a partir de otra, en este caso Newton Inc. Posteriormente fue reabsorbida por Apple. Dos trabajadores de Newton Inc. se vuelven a separar y fundan la empresa Pixo, que no es otra que la encargada de desarrollar el sistema operativo para el iPod original.

Las especulaciones se retroalimentan solas, y tanto movimiento hace pensar a la gente que Apple tiene intención de sacar al mercado un nuevo PDA con tecnología Newton o, si no, en estrecha colaboración con Palm. Para más inri, Apple integra en su sistema operativo Mac OS X versión 10.2 (Jaguar) un reconocimiento de escritura basado en el de Newton 2.1.

Y los chicos de la manzana mordida nos hicieron esperar hasta el año 2010, momento en el cual apareció, para quedarse, el iPad (realmente la segunda tableta de Apple), del que dicen es el sucesor más decente y decoroso de Apple Newton. Aquel aparatoso PDA sentó las bases para crear el iPad, aunque, como ya sabemos, éste es mucho más que un simple PDA. Algunos, en Internet, los comparan y, la verdad, es que el antiguo Newton tenía un aire a iPad del siglo pasado bastante resultón. Para muestra un botón, el vídeo siguiente.

¿Es el iPad un Newton bien vestido?

En realidad, las escasas ventas y la estrecha cuota de mercado mataron al Apple Newton. Como recuerdo sentimental todavía se pueden encontrar algunos en eBay y, también, se puede echar mano de un emulador. El proyecto de código abierto Einstein trabaja en la emulación de Newton sobre diversas plataformas, tanto para Mac OS X como para Windows y Linux e, incluso, para algunos internet tablet de Nokia y otros. Desde septiembre de 2010, Einstein funciona también en iPhone y iPad.

Fue una auténtica revolución en su época y se ha convertido por derecho propio en el abuelo del iPad. Un cacharro elegante, sí señor, este Apple Newton, perdón, Apple MessagePad. A ver si se va a enfadar.

Aunque parezca mentira, los koalas también se pelean

Con esa parsimonia tan digan de ellos, con esa mesura, esa tranquilidad y esa pachorra que les caracteriza, aunque parezca mentira, los koalas tienen sus diferencias y, a veces, hasta riñen y se arañan un poco (pero poco, que demasiado cansa y estresa en exceso). Mención especial al sonido koalil del animal mancillado en plan «estoy acojonado; dónde me he ido a meter yo». Da miedo.

¡Vivan las hojas de eucalipto y la alimentación variada! Si es que al final…

Pelea entre koalas

Cree el autor, perdón, el ladrón, que todos son de su condición

SGAE pwned

SGAE pwned

Resulta singular y llamativo ver al tío Teddy acompañado por escolta policial al más puro estilo gangsta yanqui. Este hombre que, siempre lo diré, tiene aspecto de abuelo bonachón, cándido y afectuoso, ha trocado su imagen afable, de ojos benévolos y cabello entrecano, por otra algo más cruel, de mirada adusta y velada por billetes morados de euro.

El azote de la piratería se ha convertido en un pirata, presuntamente (o ya no, que cargos se le imputan). Quién iba a pensar que aquel que abogaba por la legalidad más extrema, estaba dando por culo por la puerta de atrás a cientos de miles de españoles mientras gritaba «no a la piratería». ¿Curioso o evidente? Ese hombre, paradigma de la pulcritud y la legalidad, nos ha abofeteado a todos la cara con muy mala leche.

La SGAE pasa por uno de sus momentos más difíciles. Su cúpula ha sido imputada por delitos muy graves de desvío de capital, apropiación indebida y administración fraudulenta. Incluso su brazo digital, la SDAE, parece que no era tal, sino una sociedad ficticia más del grupo delictivo.

La cosa no llegaría más allá del comentario vespertino en el bar de abajo si no fuera por quién ocupa el meollo del asunto. La sociedad que gestiona los derechos de algunos de sus autores más apreciados, aquella que, con la connivencia del gobierno zapateril y de su ministra de cultura, ha conseguido modelar una ley a medida, sale en los informativos televisivos de medio mundo por robar pasta a los pobres para repartírsela entre los ricos.  Y eso está muy feo. Que no se confunda nadie ahora, la SGAE no ha sido acusada por cobrar el canon, un impuesto revolucionario que lleva entre nosotros desde los años ochenta (aunque algunos lo conozcan desde hace cuatro días), por lo que no me valen falsas acusaciones oportunistas en este momento; aunque creamos que el canon digital es totalmente injusto, es legal en este país, antes conocido como España.

Sin embargo, es curioso ver a nuestro gobierno socialista encaminar el río a su pantano cuando faltan pocos meses para las elecciones. Resulta que, ahora, el señor Rubalcaba (futuro candidato) se hace cruces y se plantea eliminar el dicho canon por imperativo legal, cuando nada tiene que ver el tocino con la velocidad y cuando él y sus compinches fueron los más acérrimos defensores e impulsores del mismo. El electoralismo debería ser un delito, y Rubalcaba un delincuente.

Y para más inri y escarnio del populacho, un sector duro de la SGAE se ha hecho con la batuta de la asociación y se ha erigido en comisión gestora de la misma para intentar esclarecer los hechos. Un sector que comparte ideología con los detenidos y que, a buen seguro, conocía desde tiempo atrás las maniobras fraudulentas de la sociedad, o al menos así lo aseguran desde las filas más críticas. ¿Nuevas elecciones?, sería lo más justo.

Y la ministra González-Sinde solicita parlamento en el Congreso para explicar el caso, y Zapatero comenta que prácticamente ni conocía los acusados, y todo el mundo se lava las manos, pero los damnificados de siempre seguimos pagando el canon, ese canon que abultó los bolsillos de Bautista, Rodríguez Neri, Ramos, Loras, Azcoaga, Martín, García Pombo y Vázquez y los llevó de vacaciones a cuerpo de rey hasta Marbella e, incluso, más allá.

¿Qué va a suceder ahora? ¿Se nos va a devolver el dinero a los que hemos apoquinado durante años o se nos va a seguir robando un poco más para abonar fianzas e indemnizaciones? Yo propongo poner cinco euros cada uno para liberar a Teddy de las frías rejas de la cárcel, que tiene cara de bonachón, hombre, no me digan.

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