The Clapper: encendiendo luces con palmadas desde 1985

The Clapper

El clásico popular de encender y apagar luces o aparatos eléctricos con dos palmadas es algo muy arraigado en nuestro imaginario peliculero pero que, en parte, se generó gracias a un dispositivo ochentero que en Estados Unidos tuvo una repercusión enorme: The Clapper.

Este precursor de la actual domótica fue un mecanismo electrónico diseñado y desarrollado por Joseph Pedott, de Joseph Enterprises, una compañía de dispositivos y novedades propiedad de NECA (National Entertainment Collectibles Association o Asociación Nacional de Coleccionables de Entretenimiento), ubicada en San Francisco (California). Tecnológicamente era un interruptor eléctrico activado por sonido. En su interior montaba un pequeño micrófono, una serie de luces led indicadoras y un chip que controlaba el paso de corriente o no por los conectores de salida.

The Clapper

The Clapper sólo había de ser enchufado a una toma de corriente y, a su vez, se enchufaban a él uno o dos aparatos que fueran los que quisiéramos controlar con palmadas. Era posible, además, configurar el número de palmadas que activaba o desactivaba cada dispositivo. Así pues, con dos palmadas podíamos, por ejemplo, controlar una lámpara y, con tres, el televisor. El sonido que escuchaba el micrófono se transformaba en una señal eléctrica y se pasaba por un filtro, el cual determinaba qué fragmentos del ruido eran palmadas. Este filtro operaba únicamente en un rango de frecuencia entre 2200 y 2800 Hz, que es el intervalo donde típicamente se pueden encuadrar los sonidos de palmadas. También es verdad que otros sonidos similares podían hacer disparar el aparato; no hilaba muy fino.

El producto salió a la venta en Estados Unidos a un precio de 20 dólares. Tuvo un predecesor canadiense que no llegó a comercializarse pero que atrajo la atención de Joseph Pedott que, por aquel entonces, ya había lanzado al mercado el popular Chia Pet, una colección de muñecos de arcilla que guardaban en su interior tierra y semillas de hierba que crecía en forma de pelo de la propia mascota. La simpleza del dispositivo y la posibilidad de patentarlo fueron dos factores que influyeron, en gran medida, en la decisión de Pedott para lanzar este producto a la venta.

The Clapper

The Clapper sigue siendo un objeto de culto ochentero, hasta tal punto que se continúa comercializando hoy día y, por ejemplo, se puede adquirir en la web Amazon. Los anuncios publicitarios fueron, en Estados Unidos, casi tan famosos como el propio instrumento, con sus eslóganes y sus cancioncillas pegadizas (Clap On! Clap Off! The Clapper!). Para muestra, un botón.

El ‘PSSST’ de Ultimate para ZX Spectrum 16K

‘Pssst’

Corría el año 1983 cuando los hermanos Stamper —Tim (grafista) y Chris (desarrollador)—, creadores de la compañía ochentera de software Ultimate Play The Game (hoy, Rare) y de títulos tan relevantes como ‘Atic Atac‘ (1983), ‘Jetpac‘ (1983), ‘Sabre Wulf‘ (1984) o ‘Knight Lore‘ (1984), presentaban al mercado de ZX Spectrum 16K/48K su videojuego PSSST, un curioso e ingenioso entretenimiento en el que asumimos el rol de un pequeño robot que debe cuidar la única flor que crece en su jardín, una de nombre científico Thyrgodian Megga Chrisanthodil y, por cierto, totalmente inventada.

Robbie se llama el robot que debemos manejar. Su jardín se ha llenado de distintas plagas de insectos que tratarán de comerse la planta hasta la raíz. Equipado con tres botes diferentes de aerosoles (repelente de insectos, humo y serpentinas), Robbie debe luchar para mantener a raya a los invasores y tratar de salvar su amada flor. Para ello, tiene que averiguar qué aerosol mata a cada insecto directamente, ya que el espray incorrecto sólo los aturdirá momentáneamente. Si dejamos la planta sin supervisión, los insectos se comerán las hojas, y la flor se marchitará y morirá. Sencillo, original y efectivo.

A medida que subimos de nivel, aparecen nuevas especies de molestos bichos que tienen diferentes patrones de movimiento y comportamiento. Además, cada una de las variedades sólo puede ser eliminada con un tipo de insecticida determinado, el cual distinguimos por su color.

‘PSSST’

El juego se presenta desde una única perspectiva en 2D en la que la planta crece desde el centro inferior de la pantalla; las latas de aerosol que contienen los tres pesticidas diferentes están ubicadas en las repisas a cada lado de la misma. Asimismo, elementos de bonificación, como fertilizantes y matamoscas, van apareciendo en las repisas desocupadas, algo que podrá hacer aumentar tanto la puntuación de los jugadores (uno o dos) como la tasa de crecimiento de nuestra planta.

En tanto en cuanto la planta crece, pueden brotar hojas, lo que aumenta el crecimiento, pero también la vulnerabilidad a los parásitos; una vez que alcanza una altura predeterminada, florece, y el jugador avanza al siguiente nivel.

‘PSSST’

‘PSSST’ es uno de los pocos juegos de ZX Spectrum también disponible en formato de cartucho ROM para usar con la ZX Interface 2, lo que permite la carga instantánea del programa, cuando el método normal de carga en casete puede llevar varios minutos. El juego presenta unos gráficos muy coloridos para la época en que está realizado y para las grandes limitaciones de memoria del Spectrum 16K para el que fue diseñado.

‘PSSST’

‘PSSST’ contó con una gran aceptación entre la crítica y el público. La revista Home Computing Weekly elogió los gráficos, el movimiento suave y el colorido en general, además de la jugabilidad adictiva. Por su lado, ZX Computing consideró que el juego estaba escrito y producido de manera muy profesional, con gráficos excelentemente fluidos, detallados y muy originales. Además, en el cuarto número de Personal Computer Games, ‘PSSST’ fue nominado para una lista de juegos del año de aquel 1983.

Sin duda, uno de los juegos de nuestra infancia, aquel del que recordamos una jugabilidad limitada, por el hecho de tener todas las teclas de control en una fila del teclado, un colorido y un movimiento increíbles y, sobre todo, una originalidad inusitada para la época.

‘PSSST’

ACTUALIZACIÓN: Me comenta Jaume por correo electrónico que el juego se basa, aparentemente, en la película ‘Naves misteriosas‘ (Silent Running) de 1972, donde unos robots bípedos cuidan de un jardín en una nave espacial a la deriva. Muchas gracias por tu aportación, Jaume.

Aprender inglés con un ZX Spectrum muy raro en 1983

AT Computer Systems

Conocido como AT Computer Systems, pero formalmente bautizado con el extremadamente extenso nombre de «AT Computer Systems/Sinclair Spectrum Language IT/UK Learn computer boxed», esta suerte de engendro mecánico y digital se fabricó en Italia y llegó al mercado en el año 1983. Era un aparato para aprender inglés que se vendió, sobre todo, en colegios y centros de enseñanza.

El monstruo de Frankenstein que era el AT Computer Systems consistía en un agregado de componentes que hacían del conjunto una herramienta, muy moderna para época, con la que el alumno —italiano— podía seguir un curso de inglés completo de manera cómoda. El cerebro consistía en un ZX Spectrum 48K, con su procesador Zilog Z80, sus características teclas de goma, 48 kilobytes de RAM, 16 kilobytes de ROM y el lenguaje de programación BASIC adaptado por Sinclair. Además, incluía internamente un pulsador de reinicio (que el Sepctrum original no tenía), un conector de vídeo compuesto y una conexión directa al reproductor de casete.

AT Computer Systems (clic para ampliar)

Dicho reproductor venía integrado en el aparato, a la derecha del ordenador. Asimismo, se incluían un total de diez cintas que contenían el curso «Corso di Inglese. British Royal School» con seis lecciones por cada cinta (tres en cada cara). Las cintas se podían alojar en un departamento superior con 18 huecos, y es que este aparato podía cargar el software del curso pero, también, cualquier otro programa y juego de Spectrum 48K.

AT Computer Systems

En la parte inferior, bajo el teclado, montaba una rudimentaria mesa de mezclas con cuatro controles: volumen principal de escucha, tono, volumen de grabación y volumen de sonido del profesor. Asimismo, en el lado izquierdo del artilugio encontrábamos conectores para vídeo compuesto, auriculares, micrófono, entrada de antena RF para televisión y alimentación eléctrica. Un todo en uno muy chulo que mejoraba las capacidades del Spectrum hasta niveles insospechadamente friquis.

AT Computer Systems

Lectrascan, la máquina que revolucionó Wall Street en la década de los sesenta

Lectrascan

Los sistemas de datos del mercado de valores son los instrumentos que permiten comunicar la información sobre valores y transacciones bursátiles desde las distintas bolsas hasta los corredores y los comerciantes de acciones. En las primeras bolsas de valores, en Francia en el siglo XII y en Brujas e Italia en el XIII, los datos sobre los intercambios eran redactados por escribas y transportados por el correo de la época. Ya a principios del siglo XIX, Reuters enviaba datos mediante palomas mensajeras entre Alemania y Bélgica.

A finales de la década de 1860, en Nueva York, había un grupo de hombres jóvenes —a los que se les conocía como runners, o ‘corredores’— que llevaban a toda prisa los precios desde la bolsa, a la sazón en Broad Street, hasta las distintas oficinas de la ciudad. En ellas, los valores se publicaban a mano en grandes pizarras y se actualizaba constantemente con tiza por operarios, que usaban mangas de piel para que no borraran los precios accidentalmente al escribir. La Bolsa de Valores de Nueva York es conocida como el Gran Tablero (Big Board), quizás debido a aquellos grandes pizarrones de tiza.

Bolsa de Nueva York (1929)

Asimismo, desde hacía unos pocos años se publicaba el New York Price Current, una suerte de panfleto muy básico donde se reflejaba el valor de las acciones y, también, los precios de varios productos básicos. Pero no sería hasta 1884 cuando la compañía Dow Jones publicara los primeros promedios bursátiles de manera regular, hasta que, en 1889, apareció el primer número del Wall Street Journal.

Tras todo aquello, llegó un telégrafo, mejorado por Thomas Edison, específico para corretaje (usaba caracteres en lugar de código morse) y hasta un retroproyector (de la empresa Trans Lux Corporation) que reflejaba las imágenes del rollo telegráfico en una pantalla para que todos en la oficina pudieran seguir el cambio de valores, y es que la inmediatez era tan importante que, en las épocas de mayores volúmenes de negociación, había momentos que las maniobras manuales eran tan lentas que provocaron más de un momento de pánico entre los inversores al no conocer al instante el cambio de un valor.

Sin embargo, si hubo algo que revolucionó el mundo de las finanzas bursátiles, por la inmediatez de la información, fue el aparato conocido como Lectrascan, un sistema de visualización inmediato que la compañía Ultronics Systems presentó en agosto de 1963. Lectrascan era un rudimentario instrumento electrónico que permitía recibir las cotizaciones, a través de una línea de teletipo, desde la bolsa prácticamente en tiempo real.

Lectrascan

La diferencia con el teletipo convencional consistía en que Lectrascan disponía de un teclado para operar y de una pantalla analógica de filamentos incandescentes para visualizar el dato concreto. El corredor de bolsa únicamente debía presionar algunos botones —una combinación de dos letras que representaba a cada empresa importante de Wall Street y una tecla de función para el valor requerido—, y la pequeña pantalla de tres dígitos mostraba el precio solicitado, el último dividendo, las últimas ganancias, etcétera, en función de la acción pulsada.

Este sistema electrónico de visualización operaba a partir de los impulsos eléctricos recibidos directamente de las líneas de teletipo de la bolsa. Mostraba caracteres fijos (naranja sobre negro) que cambiaban a intervalos establecidos, por lo que se podía «programar» para visualizar una única cotización cada cierto tiempo, algo que era prácticamente impensable en aquel precámbrico de la tecnología. El operador introducía las instrucciones y la máquina respondía al recibir señal desde el otro extremo, mostrando las cotizaciones de fracciones sólo en octavos.

Lectrascan

En menos de un año, Lectrascan tuvo un inmenso impacto en el mercado de las pantallas de teletipos. El tamaño de la estimación de dicho impacto depende de a quién se le pregunte, pero lo cierto es que en 1964 había ya más de 1000 unidades operando en las oficinas de los corredores de bolsa de Estados Unidos y Canadá.

Un invento tecnológico que hoy, con la inmediatez de la información que desbordamos por las múltiples pantallas, nos parecería poco digno de llamar la atención, pero, en aquel momento de la historia, muchos corredores de bolsa e inversores se llevarían su buen dinero por el hecho de adelantarse a la competencia. La información es poder, no cabe la menor duda.

Power Balance: quince años del último timo masivo de la estampita

Power Balance

Llegados a un 2022 en el que la ciencia ha puesto en jaque mate a seudociencias como la homeopatía, a alumbrados cósmicos como los antivacunas o a estupideces excesivas como las estelas químicas o chemtrails, parece realmente absurdo que hace sólo diez o quince años, una pulsera siliconada de poderes élficos extrasensoriales empapara el subconsciente colectivo de las sociedades de muchos países hasta tal nivel de calado que se puede considerar como la última gran estafa planetaria a gran escala que se recuerda.

Todo empezó en 2007. Troy y Josh Rodarmel, dos hermanos treintañeros residentes en Orange County, California, lanzaron al mercado la pulsera Power Balance de la noche a la mañana. El propio Josh explicaba así el invento a la revista deportiva ‘SLAM’: «Hemos introducido, en hologramas, frecuencias que reaccionan positivamente al campo magnético del cuerpo. Todo tiene una frecuencia, al igual que los móviles, el wifi, las ondas de radio y cosas del estilo, y todas reaccionan entre sí. Hay frecuencias que reaccionan negativamente con el cuerpo, pero otras lo hacen positivamente. Hemos descubierto cómo meterlas en un holograma que, en contacto con el cuerpo, te proporciona equilibrio, fuerza y flexibilidad«.

Power Balance

Para promocionar aquel magnético milagro, los hermanos Rodarmel —aficionados al surf— repartieron 50.000 pulseras Power Balance entre los asistentes a una feria de deportes de acción de San Diego. También regalaron ejemplares a algunos de sus amigos, como Mark Sánchez, del equipo de fútbol americano New York Jets. Después, ficharon a más deportistas, como el baloncestista Shaquille O’Neal o el piloto de Fórmula 1 Rubens Barrichello. El fenómeno mercadotécnico extremo estaba en marcha.

En el año 2009, la Power Balance llega a España a través de una sucursal que la empresa abre en Fráncfort del Meno (Alemania) para planear su expansión en Europa. José María Manzanares, director de Power Balance Madrid, afirmaba en aquel entonces que Power Balance era una empresa tecnológica, pero que su tecnología no se podía revelar porque, literalmente, «eso es secreto, como la fórmula de la Coca-Cola».

La engañifa fue tan estamental que enseguida comenzaron a lucir en sus muñecas una Power Balance deportistas de fama (Cristiano Ronaldo), famosillos de tres al cuarto (Belén Esteban), políticos (Ignacio González), periodistas (Antonio Lobato) y demás gente de condición pública. La compañía logró participar en multitud de eventos, como torneos de pádel, de golf, de hípica o de surf, y llegó a patrocinar oficialmente el Madrid Open de Tenis del año 2010. Power Balance financió también a deportistas como Pablo Gutiérrez (surf), Eva Castro (mountain bike), Fidel Alonso (snowboard) o Azahara Muñoz (golf), que cobraban por llevar visible la pulsera. Asimismo, firmó un acuerdo comercial con la productora Zeppelin, gracias al cual los concursantes de ‘Fama’ (Cuatro) y ‘Gran Hermano’ (Telecinco) usaban y promocionaban la pulsera.

Fabricar una Power Balance costaba menos de un euro, sin embargo, se vendían por precios que oscilaban entre los 32 y los 43 euros, según modelo. Sus propiedades eran claras: incrementaban la fuerza, la flexibilidad y la resistencia. Esto resultaba ser un nuevo recoveco del tipo del de vender agua azucarada sanadora a precio de sangre de unicornio. El margen de beneficio era abrumador, por lo que no tardaron en salir empresas que aseguraban utilizar la misma técnica holográfica: EFX, Equilibrium, Ion Balance, Powerplus, Power equilibrium, Trion-Z, Energy balance, Harmony zen…

Power Balance

Como no podía ser de otra manera, los médicos alzaron la voz, explicando que no existía ni una sola evidencia científica de que la Power Balance funcionara y que la empresa no había podido aportar ningún estudio al respecto. En abril de 2010, FACUA denunció las pulseras Power Balance ante las autoridades sanitarias por atribuir propiedades seudomilagrosas a sus pulseras y otros productos como colgantes, tarjetas plásticas o pegatinas. Y es que, según el Real Decreto 1907/1996 (de 2 de agosto) sobre publicidad y promoción comercial de productos, actividades o servicios con pretendida finalidad sanitaria, se prohíbe expresamente la publicidad de productos, materiales, sustancias, energías o métodos «que sugieran o indiquen que su uso o consumo potencian el rendimiento físico, psíquico, deportivo o sexual», «sin ajustarse a los requisitos y exigencias previstos en la Ley del Medicamento».

El pleito se dirimió con una multa de 15.000 euros a Power Balance y el consentimiento de que siguieran vendiendo sus pulseras en el mercado, algo que se consideró una ridiculez y una muestra del desinterés de las autoridades de salud y consumo. Y es que Power Balance España, en aquel abril del año 2010, presumía de haber vendido 300.000 pulseras milagrosas por todo el territorio nacional, lo que suponía unos ingresos de unos 10 millones de euros. Un escándalo, sin duda.

Pero a todo cerdo le llega su San Martín y, a finales de 2010, la propia compañía publicó un comunicado en Australia advirtiendo de que los efectos de las pulseras no estaban sustentados por evidencias científicas. Además, la empresa ofreció devolver su dinero a los australianos que así lo desearan. En noviembre de 2011, Power Balance fue condenada por estafa y obligada a indemnizar con 57 millones de dólares a un grupo de consumidores en Estados Unidos.

Y así terminó uno de los grandes timos de la estampita del siglo XXI. Mi total desprecio a todos aquellos que quieran aprovecharse de estos elementos para engañar al común vulgo, pero mi absoluta admiración a aquel que es capaz de generar una campaña de mercadotecnia tal como para convencer a tantos millones de personas a lo largo y ancho del mundo. Eran unos estafadores, pero unos estafadores de guante blanco.

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