Power Balance: quince años del último timo masivo de la estampita

Power Balance

Llegados a un 2022 en el que la ciencia ha puesto en jaque mate a seudociencias como la homeopatía, a alumbrados cósmicos como los antivacunas o a estupideces excesivas como las estelas químicas o chemtrails, parece realmente absurdo que hace sólo diez o quince años, una pulsera siliconada de poderes élficos extrasensoriales empapara el subconsciente colectivo de las sociedades de muchos países hasta tal nivel de calado que se puede considerar como la última gran estafa planetaria a gran escala que se recuerda.

Todo empezó en 2007. Troy y Josh Rodarmel, dos hermanos treintañeros residentes en Orange County, California, lanzaron al mercado la pulsera Power Balance de la noche a la mañana. El propio Josh explicaba así el invento a la revista deportiva ‘SLAM’: «Hemos introducido, en hologramas, frecuencias que reaccionan positivamente al campo magnético del cuerpo. Todo tiene una frecuencia, al igual que los móviles, el wifi, las ondas de radio y cosas del estilo, y todas reaccionan entre sí. Hay frecuencias que reaccionan negativamente con el cuerpo, pero otras lo hacen positivamente. Hemos descubierto cómo meterlas en un holograma que, en contacto con el cuerpo, te proporciona equilibrio, fuerza y flexibilidad«.

Power Balance

Para promocionar aquel magnético milagro, los hermanos Rodarmel —aficionados al surf— repartieron 50.000 pulseras Power Balance entre los asistentes a una feria de deportes de acción de San Diego. También regalaron ejemplares a algunos de sus amigos, como Mark Sánchez, del equipo de fútbol americano New York Jets. Después, ficharon a más deportistas, como el baloncestista Shaquille O’Neal o el piloto de Fórmula 1 Rubens Barrichello. El fenómeno mercadotécnico extremo estaba en marcha.

En el año 2009, la Power Balance llega a España a través de una sucursal que la empresa abre en Fráncfort del Meno (Alemania) para planear su expansión en Europa. José María Manzanares, director de Power Balance Madrid, afirmaba en aquel entonces que Power Balance era una empresa tecnológica, pero que su tecnología no se podía revelar porque, literalmente, «eso es secreto, como la fórmula de la Coca-Cola».

La engañifa fue tan estamental que enseguida comenzaron a lucir en sus muñecas una Power Balance deportistas de fama (Cristiano Ronaldo), famosillos de tres al cuarto (Belén Esteban), políticos (Ignacio González), periodistas (Antonio Lobato) y demás gente de condición pública. La compañía logró participar en multitud de eventos, como torneos de pádel, de golf, de hípica o de surf, y llegó a patrocinar oficialmente el Madrid Open de Tenis del año 2010. Power Balance financió también a deportistas como Pablo Gutiérrez (surf), Eva Castro (mountain bike), Fidel Alonso (snowboard) o Azahara Muñoz (golf), que cobraban por llevar visible la pulsera. Asimismo, firmó un acuerdo comercial con la productora Zeppelin, gracias al cual los concursantes de ‘Fama’ (Cuatro) y ‘Gran Hermano’ (Telecinco) usaban y promocionaban la pulsera.

Fabricar una Power Balance costaba menos de un euro, sin embargo, se vendían por precios que oscilaban entre los 32 y los 43 euros, según modelo. Sus propiedades eran claras: incrementaban la fuerza, la flexibilidad y la resistencia. Esto resultaba ser un nuevo recoveco del tipo del de vender agua azucarada sanadora a precio de sangre de unicornio. El margen de beneficio era abrumador, por lo que no tardaron en salir empresas que aseguraban utilizar la misma técnica holográfica: EFX, Equilibrium, Ion Balance, Powerplus, Power equilibrium, Trion-Z, Energy balance, Harmony zen…

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Como no podía ser de otra manera, los médicos alzaron la voz, explicando que no existía ni una sola evidencia científica de que la Power Balance funcionara y que la empresa no había podido aportar ningún estudio al respecto. En abril de 2010, FACUA denunció las pulseras Power Balance ante las autoridades sanitarias por atribuir propiedades seudomilagrosas a sus pulseras y otros productos como colgantes, tarjetas plásticas o pegatinas. Y es que, según el Real Decreto 1907/1996 (de 2 de agosto) sobre publicidad y promoción comercial de productos, actividades o servicios con pretendida finalidad sanitaria, se prohíbe expresamente la publicidad de productos, materiales, sustancias, energías o métodos «que sugieran o indiquen que su uso o consumo potencian el rendimiento físico, psíquico, deportivo o sexual», «sin ajustarse a los requisitos y exigencias previstos en la Ley del Medicamento».

El pleito se dirimió con una multa de 15.000 euros a Power Balance y el consentimiento de que siguieran vendiendo sus pulseras en el mercado, algo que se consideró una ridiculez y una muestra del desinterés de las autoridades de salud y consumo. Y es que Power Balance España, en aquel abril del año 2010, presumía de haber vendido 300.000 pulseras milagrosas por todo el territorio nacional, lo que suponía unos ingresos de unos 10 millones de euros. Un escándalo, sin duda.

Pero a todo cerdo le llega su San Martín y, a finales de 2010, la propia compañía publicó un comunicado en Australia advirtiendo de que los efectos de las pulseras no estaban sustentados por evidencias científicas. Además, la empresa ofreció devolver su dinero a los australianos que así lo desearan. En noviembre de 2011, Power Balance fue condenada por estafa y obligada a indemnizar con 57 millones de dólares a un grupo de consumidores en Estados Unidos.

Y así terminó uno de los grandes timos de la estampita del siglo XXI. Mi total desprecio a todos aquellos que quieran aprovecharse de estos elementos para engañar al común vulgo, pero mi absoluta admiración a aquel que es capaz de generar una campaña de mercadotecnia tal como para convencer a tantos millones de personas a lo largo y ancho del mundo. Eran unos estafadores, pero unos estafadores de guante blanco.

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