Lynn Conway: un transexual en la corte del rey IBM
Todo comienza un 10 de enero de 1938, en Mount Vernon, una pequeña ciudad ubicada en el condado de Westchester del estado de Nueva York. Aquel día de invierno nace el pequeño Robert Sanders, primogénito de un ingeniero químico que trabajaba en Texaco y una profesora infantil. Realmente, Robert Sanders no fue su verdadero nombre de pila, sino un posterior seudónimo que Lynn Conway pusiera a su yo infantil, nacida varón, para proteger a su familia; su nombre real no se conoce.
Desde pequeño a Robert se le apreciaron indicios de tener la mente muy despierta y de ser un niño muy curioso y creativo. En sus primeros años de vida, Robert parecía desear jugar únicamente con niñas, pues se veía a sí mismo como una de ellas. A los cuatro años de edad se encaprichó de un precioso vestido estampado que su amiga Janet poseía y le preguntó a su madre a ver por qué demonios él no podía simplemente ponerse el vestido y ser así una niña. Pero la identificación del chico con las niñas iba mucho más allá que el hecho de querer probarse vestidos o jugar con muñecas.
El hecho de no poder alcanzar su anhelo de llegar a convertirse en una niña produjo una angustia terrible en el pequeño, quedándose con la sensación de que había algo terrible en él que nunca le iba a permitir ser feliz. Además de ello, cuando tenía siete años, sus padres se divorciaron, algo que terminó por sumir al muchacho en el más terrible de los retraimientos.
En su época adolescente, Robert comenzó a destacar de manera sobresaliente en las materias de ciencias de su instituto. La gente de su alrededor comenzó a alabar su desmesurada capacidad para las matemáticas, la electrónica o la óptica, hecho que propició en el muchacho una inyección de la autoestima anteriormente perdida. Se dedicó a diseñar y llevar a cabo proyectos con amigos que, en varios de los casos, llegaron a convertirse en novios. A una edad muy temprana construyó su primer telescopio reflector astronómico con el que pudo observar claramente la luna.
Tras la escuela secundaria, con diecisiete años, y después de conseguir las mejores calificaciones del estado en matemáticas y ciencias y de graduarse con honores, fue aceptado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), matriculándose en física. Vivía en el campus, por lo que estar lejos de su casa por primera vez en su vida propició una nueva libertad para explorar sus sentimientos de género y expresar su yo real. Comenzó a comprar gran cantidad de ropa femenina que se probaba en la intimidad de su habitación.
En 1958, sus impulsos para convertirse en fémina alcanzaron un nivel que parecía un imperativo biológico para él. No era una sensación genital sexual, sino una sensación general corporal, una sensación de ser femenina y núbil. Comenzó a inyectarse estrógenos bajo ningún tipo de supervisión médica, basándose únicamente en libros médicos que había leído y empezando poco a poco a transformar su cuerpo en el de una mujer.
En 1959 se interesó por el cambio definitivo de sexo, pero las técnicas de la época no eran nada fiables y no le prometían buenos resultados. Aquello le hundió y terminó dejando el MIT, dedicándose a trabajar como técnico electrónico durante unos cuantos años. Posteriormente se matriculó en la Universidad de Columbia de Ingeniería y Ciencias aplicadas, obteniendo muy altos títulos en su carrera.
En 1964 fue contratado por IBM Research y, al poco de entrar a trabajar, fue reclutado para unirse a un equipo destinado a diseñar la arquitectura de una supercomputadora, trabajando codo con codo junto a gente como John Cocke, Herbert Schorr, Ed Sussenguth, Fran Allen y otros investigadores de IBM. En aquella época se casó con una mujer y llegó a tener dos hijos.
De su estancia en IBM se le considera el inventor de lo que se conoce en inglés como generalised dynamic instruction handling, de importancia para el paradigma de ejecución fuera de orden (OoOE) de los microprocesadores. Pero cuando el gigante azul se enteró de que era transexual y de que estaba planeando cambiar de sexo le despidió, en 1968. Tras perder su empleo, se decidió a realizar su profunda transformación de una vez por todas y recomenzó su carrera como programadora con el nombre de Lynn Conway y siendo completamente una mujer. Alguna vez confesó: «no habría sobrevivido dos años más en la vida que estaba viviendo».
En 1971, Lynn Conway tenía una nueva vida. Estaba trabajando en arquitectura de computadores en Memorex, donde sus contribuciones llamaron la atención de los ingenieros de Xerox que, en 1973, la reclutaron para trabajar en el centro de investigación de la compañía en el Xerox PARC. Allí, su trabajo como ingeniera en el campo de la VLSI (integración a muy gran escala), junto con el profesor Carver Mead, reconceptualizó el procesamiento de los chips. Ambos escribieron un libro de texto que se convirtió en un estándar de todas las universidades de informática del mundo, y su estudio sobre el potencial del silicio fue el precursor del desarrollo del microchip Pentium por parte de Intel.
Cinco años después de su operación de cambio de sexo, Lynn Conway se había convertido en una mujer líder en el campo de la investigación, y había llegado a ser una persona feliz y llena de vida en el ámbito personal. Dejo Xerox porque quería encontrar una pareja desesperadamente, y sabía que aquel no era el entorno en el que aquello iba a suceder. Trabajó brevemente para el Departamento de Defensa y, posteriormente, aceptó un puesto en la Universidad de Míchigan como profesora de ingeniería eléctrica y ciencias de la computación y, más tarde, como Decana Asociada de Ingeniería. Allí conoció a Charlie, quien ha sido su compañero sentimental hasta la época actual.
Todo un ejemplo de superación con un final feliz que enseña a aquellos que algo desean que el propósito y la perseverancia llevan siempre a buen puerto, no queriendo decir ello que el camino no sea pedregoso. Por cierto, su nombre de mujer, Lynn Conway, lo tomo de la protagonista femenina de la novela ‘The Salzburg Connection’, escrita por la autora escocesa-americana de novelas de espionaje Helen MacInnes.
Asuuuuu impresionante que fuerza de hombre.
y por la parte intelectual es una genio incomparable.
wow.
que historia siento que deberian hacer una pelicula sobre ella
El lenguaje de este artículo deja mucho que desear. Por primera, ella es una mujer. Un titular más correcto sería: «Lynn Conway: representación de las mujeres trans en las STEM». No es un transexual, es una mujer.
Y lo de nacida en un cuerpo de varón… El cuerpo es el suyo y punto.
Si no queréis cometer más errores como estos, os recomiendo que leáis esta guía para buenas prácticas.
http://www.felgtb.org/temas/laboral/documentacion/i/14208/359/guia-de-buenas-practicas-para-el-tratamiento-de-la-diversidad-sexual-y-de-genero-en-los-medios-de-comunicacion