No vuelvo a comprar un disco original en mi vida

Teddy Bautista

Teddy Bautista

La prepotente y cerril actitud de Teddy Bautista, presidente del Consejo de Dirección de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), me sobrepasa hasta límites que no sospechaba siquiera tener. Este hombre, de aspecto bonachón y jaranero, guarda en su interior un desconocido mecanismo que hace que salten en mí todos los resortes de la grosería, la zafiedad y la vulgaridad más chabacana. (Inspiro, espiro). No te pierdas, Jonathan, que no merece la pena. Está bien, intentaré ser educado, que para eso estudié en colegio de curas.

Resulta que el bueno de Teddy concede una entrevista que aparece publicada en Heraldo.es, en el marco de un acto organizado por los Ejecutivos y Directivos de Aragón. Y comenta, entre otras perlas, que «si se exime a las empresas del canon, los particulares pagarán más» (sic). Y a mí se me revuelven las entrañas cuando oigo cosas como esta.

El canon remuneratorio y el concepto de copia privada fueron introducidos en España hace décadas (a finales de los ochenta), cuando la industria observó que la copia de casetes musicales (mediante los famosos aparatos de doble pletina) era algo de todo punto imparable. En lugar de luchar contra aquella primigenia piratería a golpe de sentencia judicial, llegaron a un acuerdo para recaudar lo que decían perder en concepto de ventas musicales, aplicando una suerte de impuesto añadido al precio final de las cintas vírgenes de casete. Pero esto lo cuenta mejor David Bravo que yo.

Con el paso de los años, y tras la aparición de Internet, la SGAE se ha ido creciendo y ha conseguido que el famoso canon se aplique, ya no sólo a los medios digitales en los que se pueda grabar y reproducir ilegalmente una obra original, sino a elementos tan absurdos como una impresora, un teléfono móvil, un escáner o una memoria USB. Argumentan motivos tan inverosímiles como que con un móvil (que disponga de funciones de MP3) se puede reproducir música ilegal, y también dicen que con un escáner casero se puede duplicar un libro al completo (¡pues vaya trabajito!).

Y yo digo: ¿de los cedés y deuvedés que utilice para mis archivos personales, quién me devuelve el canon? Pagamos obras intelectuales y artísticas cientos de veces sin haberlas adquirido. En este país se compran miles de soportes digitales, de teléfonos celulares, de impresoras, de fotocopiadoras, y demás aparatos que se emplean exclusivamente de manera individual y propia. ¿Por qué hemos de pagar por ello un impuesto revolucionario que dispone una empresa privada con la connivencia, el beneplácito y la complacencia del Gobierno de España y de la Ministra de Cultura? Para que, encima, nos amenacen con el aumento del gravamen porque les ha picado la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Lo siento, pero yo me niego.

¿Y cómo luchar contra esta injusta postura? Evidentemente, el rechazo al pago no es una buena vía; cuando se compra algo hay que abonarlo religiosamente, y el vendedor no tiene culpa del incremento de los apandadores. Mi apuesta va mucho más allá. Consiste en, simplemente, no volver a pagar por nada, absolutamente nada, en la vida. Ni un disco de música, ni una película, ni una serie de televisión, ni un documental, ni un videojuego, ni un libro, ni nada que se pueda descargar de Internet.

Teóricamente el canon suple estos actos de piratería (ya que no hay ánimo de lucro ni perjuicio de terceros en ellos), y con lo que pago y he pagado por artículos que nunca he dedicado a los supuestos que ellos apuntan, desde luego he sufragado con creces todo lo que me baje o me pueda bajar en el futuro. ¡A robar a un camino, señor Bautista!

5 comentarios a “No vuelvo a comprar un disco original en mi vida”

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