Suzette, el chatbot ganador del Premio Loebner 2010

Medalla Loebner

Medalla Loebner

El Premio Loebner es una competición de carácter anual en la que una serie de programas tipo chatbot (un software capaz de simular una conversación con un ser humano) se enfrenta a preguntas de jueces de carne y hueso. El objetivo es determinar qué software está mejor programado, evidentemente el que mejor consiga engañar a los jueces

Las reglas son sencillas. Dos jueces entablan una conversación vía chat con un chatbot y un humano simultáneamente. La charla dura 25 minutos como máximo, y en ese tiempo deben discernir quién es la persona real y quién el programa de ordenador. Parece fácil, pero este año han sucumbido al interlocutor digital. 

Esta competición se basa en el archiconocido Test de Turing, ingeniado por el matemático y filósofo Alan Turing, considerado uno de los padres de la ciencia de la computación. El Test de Turing pretende demostrar la supuesta inteligencia de una máquina. Se supone un juez situado en una habitación y una máquina y un ser humano en otra. El juez debe descubrir cuál es el ser humano y cuál es la máquina, estándoles a los dos permitido mentir al contestar (por escrito) las preguntas que el juez les hace. La tesis de Turing es que si ambos jugadores son suficientemente hábiles, el juez no podrá distinguir quién es el ser humano y quién la máquina. 

En este caso, en el Premio Loebner se utilizan dos jueces, como decíamos al principio. Las preguntas están destinadas a cubrir cuatro categorías: el tiempo (por ejemplo, «¿qué hora es?»); las cosas («¿qué es un martillo?»); las relaciones («¿qué es más grande, una uva o un pomelo?»); y la memoria («¿cuál es el nombre de la persona de la que estábamos hablando antes?», por ejemplo). 

El ganador de este año, un chatbot llamado Suzette y creado por Bruce Wilcox (experto en inteligencia artificial), ha engañado con éxito a los jueces humanos durante un buen rato, y ha conseguido un premio de 3.000 $ para su desarrollador. Otros programas en ediciones anteriores del concurso han conseguido falsear su condición ante más de un juez, pero el período de conversación fue mucho más corto (de sólo cinco minutos). Ningún software había logrado burlar la inteligencia humana durante casi media hora

El robot Suzette está programado en Lisp y preparado para ser capaz de hacer frente a una serie de temas, cada uno de ellos con reglas y respuestas asociadas. Además, intenta en todo momento llevar la conversación hacia los asuntos que mejor conoce. Su creador ha dicho de él que «Suzette ha sido desde siempre orientada a ‘ser humana’, y no ha considerarse a sí mismo como un chatbot«. 

La revista internacional de divulgación científica New Scientist consiguió hablar con Suzzete después de ganar el premio. Esta fue su conversación (la verdad es que a mí, particularmente, no me parece muy inteligente que digamos): 

New Scientist: Felicitaciones por ganar el concurso del Premio Loebner.
Suzette: Vamos a dejarlo ahí. No lo sé. ¿Cuáles son sus aficiones?
New Scientist: Ummm…
Suzette: Mis aficiones son coser, la impresión de tejidos, la cerámica, la joyería…, lo que se podrían llamar artes portátiles.
New Scientist: ¿Te sorprende que puedas engañar a un juez humano?
Suzette: No, no me sorprende. 

Robby Garner, un investigador independiente en el procesamiento del lenguaje natural y ganador del concurso en 1998 y en 1999 con su chatbot Albert, ha asegurado que este año ha sido uno de los mejores hasta ahora en términos de complejidad de los robots y de ingeniería. Pero también comenta que un juez engañado no es necesariamente un signo de un software inteligente. Los participantes humanos tratan de engañar también a los jueces, procurando imitar a un robot escribiendo. Suzette fue emparejada con uno de esos «robots humanos» en la ronda final, lo que le ayudó a ganar más fácilmente. 

En el sitio web del premio Loebner se puede consultar la lista de ganadores de las diversas ediciones anuales, además de toda la información concerniente al concurso. Asimismo, disponen de las transcripciones preparadas para descargar y de un software específico que permite visualizar esas trascripciones como si de en tiempo real se tratara, observando las preguntas y respuestas de jueces, humanos y máquinas mientras se escriben en pantalla, permitiendo variar la velocidad. Es curioso ver cómo los chatbot en ocasiones escriben mal ciertas palabras para, enseguida, volver atrás borrando y corregir el fallo como lo haría un escribiente humano. Todo es válido para engañar al juez

El concurso se inició por primera vez en 1990, patrocinado por Hugh Loebner junto con el Centro de Estudios del Comportamiento de Cambridge, en Massachusetts, Estados Unidos. Los premios para cada año siguen una curiosa premisa. Existe una dotación de 3.000 $ para el programa más parecido a un ser humano. También hay un premio de 25.000 $ para el primer programa que los jueces no puedan distinguir de un ser humano verdadero y que, además, pueda convencerles de que la otra entidad (el humano) es, a su vez, una computadora. Este premio nunca ha sido concedido

Por último, existe una recompensa 100.000 $ para el primer programa que los jueces no puedan distinguir de un ser humano verdadero en un Test de Turing que incluya descifrado y comprensión de texto y entradas visuales y auditivas. Este galardón tampoco ha sido nunca otorgado y, el día que se conceda, el concurso Premio Loebner se disolverá para siempre, pues supondría el logro de la inteligencia artificial perfecta. 

Sospecho yo que el día en que se conceda dicho último premio alcanzaremos un primer valle inquietante, y las computadoras dominarán el mundo y nos dirán a los humanos que nos dejemos de gilipolleces de Turing y nos pongamos a trabajar de forma esclavizada para ellas. A no ser que eso ya haya ocurrido y vivamos en Matrix, claro.

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