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La consola más peculiar que he visto en mi vida: Star Chess (y su increíble historia)

Star Chess
Nacida en 1979, la Star Chess de la compañía Videomaster fue una de las consolas de videojuegos de aquella época más curiosa, rara y original. Siendo una consola en toda regla, solo se podía jugar a un único juego, al ‘Star Chess’, una suerte de mezcla entre ajedrez y guerra de las galaxias un tanto insólita y asombrosa.
Otra curiosidad de Star Chess es que era exclusivamente para dos jugadores, esto es, no disponía de la posibilidad de realizar partidas de un solo jugador contra la máquina. Ambos jugadores, pues, habían de turnarse para mover las piezas por el tablero, disparar misiles, obtener informes de daños, usar escudos, volver a la base para reabastecerse, saltar al hiperespacio y demás movimientos típicos de una partida de ajedrez (¿?). Por supuesto, las piezas de este particular tablero son naves espaciales, y el objetivo final es la captura del comandante del bando contrario (el rey de toda la vida del ajedrez, vaya).
La consola, físicamente, es bastante peculiar también. Dentro de un caja rectangular con cubierta de plástico transparente (la consola en sí), vienen cuatro elementos plateados correctamente colocados: los dos mandos de control extraíbles y unidos por cables a la caja base, el manual de instrucciones extraíble y encerrado también en una especie de estuche plateado y, por último, un rectángulo final que, en este caso, no se puede extraer y que contiene el interruptor de encendido/apagado del aparato, el interruptor de encendido/apagado del sonido y un botón de reinicio o reset. Por cierto, el sonido en esta consola parte del propio aparato, no de la televisión como era lo común en la época.

Pack completo
Un hecho interesante es que este mismo juego de ‘Star Chess’ también se puede encontrar en la consola ochentera Arcadia 2001 (1982), de Emerson Radio Corporation, y en sistemas compatibles. Aunque existen por ahí diversas conjeturas sobre qué fue antes el huevo o la gallina, la verdad es que no son más que eso, conjeturas, suposiciones e hipótesis, pues no se conoce realmente si llegó antes la consola o el juego incorporado en el catálogo de las Arcadia 2001. De todas las maneras, tampoco importa mucho, pues el sistema no se vendió muy bien y ahora es un interesante artículo para los coleccionistas.

Videojuego de la consola Star Chess
Su propio creador, Peter Gebler, explicaba, hace no muchos años, que inventó el aparato entre julio y agosto de 1977, mientras trabajaba como editor técnico para la exitosa revista de ingeniería electrónica profesional del Reino Unido llamada ‘New Electronics‘. La inspiración le llegó mientras acudía de visita a una compañía de semiconductores en Bedford, y su director de marketing le comentó que con todas las empresas que Gebler visitaba y con toda la información interna a la que él tenía acceso, probablemente estaría en una posición privilegiada para poder llegar a desarrollar nuevas aplicaciones para microprocesadores por él mismo.

Videojuego de la consola Arcadia 2001
Para Peter Gebler aquello resultó en un punto de inflexión y, tras mucho meditar y desechar varias ideas, decidió centrarse en los videojuegos, un área del ocio que comenzaba en aquellos momentos a ser algo importante en los mercados. Determinó que el juego en concreto debería estar basado en la estrategia, porque hasta el momento todos eran clones básicos de juegos de ping-pong. Ello unido a que hacía poco que había visto la primera película de ‘Star Wars’ (estrenada en 1977), derivó en la creación de un cacharro basado en el ajedrez pero que también involucrara aspectos de ‘Star Wars’. Así nació Star Chess.
Aquel mismo día, por la noche, escribió a mano dos páginas con la reglas de aquel extraño nuevo juego. Básicamente eran reglas de ajedrez, pero cambió el nombre y el aspecto a las piezas y presentó la capacidad de disparar contra las piezas del contrario, así como la opción de saltar al hiperespacio, entre otras cosas. Gebler no era un buen jugador de ajedrez, por lo que no tenía esa capacidad de ver más allá del siguiente movimiento (como mucho, de los dos siguientes), así que diseño un juego en el que fuera posible derrotar al oponente con algo más de suerte y algo menos de estrategia.
A los pocos días de aquello, Gebler asistió, por pura coincidencia, a una conferencia de prensa ofrecida por Videomaster y conoció a su director de marketing. Tras entablar conversación con él y explicarle su idea, ambas partes llegaron pronto a una alianza y firmaron un acuerdo de licencia (una semana antes de la Navidad de 1977) que otorgaba a Videomaster los derechos exclusivos a nivel mundial para el videojuego ‘Star Chess’ y para la consola Star Chess.

Star Chess
La consola física y el videojuego (partiendo de las ideas de Gebler) fueron desarrollados por una firma llamada Dalton, la cual decidió utilizar como CPU el microprocesador Motorola 6800, que competía duramente en aquellos días con el Intel 8080 por hacerse con este jugoso mercado. La fabricación fue excesiva, y la presentación del aparato se convirtió en un evento por todo lo alto. Pero, como ya hemos comentado, aquello fue un verdadero desastre de ventas. Costaba 70 libras en las tiendas (un precio demasiado alto para el momento) y, además, no debía de funcionar demasiado bien.
La empresa Videomaster se encontró de bruces con problemas financieros y terminó por ser adquirida por Waddingtons, una compañía conocida principalmente por el diseño de tarjetas de felicitación y juegos de mesa, aunque deseaba fervientemente entrar en el mundo de los juegos electrónicos.
Para Peter Gebler la maniobra en general no fue nada decepcionante: llegó a ganar 70.000 libras, aproximadamente, en un par de años por haber escrito dos páginas de instrucciones y conceptos durante cinco o seis horas de trabajo. Nada mal, la verdad.

Star Chess
TAP-34, el clon húngaro de la etapa del Telón de Acero

TAP-34
El TAP-34 nos mola. Nació en 1980 y era un diseño propio de la empresa húngara Terta que, en un principio, fue concebido como terminal para sistemas informáticos mayores, pero después también se le añadió la posibilidad de procesar datos por sí solo. Los principales circuitos integrados estaban ensamblados en la URSS y en Hungría por la conocida compañía Tungsram, aunque muchos otros componentes fueron importados de diversos países.
TAP-34 tenía el número CE-8534 en el registro de computadoras y teletipos de los países del Bloque del Este y la antigua Unión Soviética. Su propio nombre, TAP, es un acrónimo de Teletype Abonents Point. Hubo tres modificaciones conocidas del CE-8534: la original número uno, la EC-8534.02 y la EC-8534.3. Esta última tenía, además, la capacidad opcional para arrancar un clon de CP/M llamado VDOS.
Y es que este retrocacharro corría el sistema operativo CP/M, un software que estaba a punto de morir en aquella época. Era un sistema monousuario y monotarea desarrollado por Gary Kildall para el microprocesador 8080 de Intel. En concreto, El TAP-34 montaba un procesador K580, que era un clon ruso del 8080, a 2 Mhz. Permitía una RAM máxima de 40 kB.

TAP-34
El primero de los diseños incluía una especie de software de comunicaciones embebido en la EPROM del aparato (utilizando algoritmos de IBM a bajas velocidades), pero a finales de la década de los ochenta fue rediseñado entero. Esta segunda versión tenía sólo 2 kilobytes de EPROM, en la que se encontraba únicamente el software del gestor de arranque para el CP/M. La EPROM, la placa madre y la CPU, la tarjeta RAM, la tarjeta del monitor CRT y la controladora de disco iban colocadas dentro de una insulsa caja de plástico.
El monitor que se incluía era un DME-28, del tipo CRT monocromo, fabricado por Orion. Esta compañía era famosa por sus televisores en Hungría y el resto de países socialistas del Consejo de Ayuda Mutua Económica. La unidad de disco (con dos ranuras) conectada era una estándar de la época, de 77 pistas y 8 pulgadas, que utilizaba el formato de acceso de IBM. Estas disquetera, que podían usar discos de una o doble cara, eran también un producto húngaro fabricado por la afamada MOM.
Como periféricos se le podía anejar un módem TAM-1200, por ejemplo, una impresora matricial TMT-120, un teclado TÁKI o, como ya se ha comentado, un monitor alfanumérico de fósforo verde Orion DME-28 de 80×25 caracteres. El software que traía de serie incluía algunos programas de teletipo y un intérprete de BASIC (Terta-BASIC), que era la forma de programar el cacharro, además de otro basado en ensamblador y denominado DP (Developer Package), que era un sistema basado en un disquete bootable que incorporaba el propio compilador para ensamblador, un editor y un debugger.

Periféricos para TAP-34
La verdad es que este equipo obtuvo varios premios nacionales al diseño industrial y fue muy utilizado en el mundo empresarial, sobre todo como terminal de datos y sistema de control tecnológico, principalmente en oleoductos y gasoductos de la Unión Soviética de la época.

En el mundo empresarial
En teknoPLOF! nos encantan estos cachivaches antiguos de países como Hungría, Checoslovaquia, Bulgaria, Polonia o la propia URSS, que eran países muy cerrados al exterior en aquellos momentos y fabricaban auténticas virguerías, clónicas de otras conocidas a nivel mundial, y que, gran parte de sus unidades, han llegado funcionando a las mil maravillas hasta nuestros días. Por cierto, su precio en la época era de 300.000 florines húngaros (algo menos de 1.000 €).
Olivetti A5: el cacharro que llegó tarde y mal

Olivetti Audit 5
El A5 disponía de un microprocesador Mostek 6048 montado sobre una unidad central Micro 8 (propia de Olivetti), memoria RAM de 1KB, disco duro, unidad de disco flexible, tarjeta magnética y lenguaje de programación BASIC integrado. Como periférico de salida disponía de una impresora integrada que funcionaba mediante el sistema IBM de bola, característica que lo diferenciaba del A7, pues éste disponía de una pequeña pantalla. Asimismo, el Olivetti A5 se diseñó de forma modular para poder ser ampliado en función de las necesidades del cliente, lo que le permitía disponer de varias unidades de disco flexible o de unidad de casete para grabar datos.

Sistema de impresión de bola
Sin embargo, el Olivetti A5 llegó en mal momento. Fue diseñado como un máquina de escribir para no asustar con el cambio a los trabajadores de la época a los que iba destinado, como contables, trabajadores bancarios, secretarias de departamento o especialistas económicos. Aunque ya era tarde, los equipos de registro visual y las máquinas de escribir electrónicas se estaban muriendo ya en ese momento, dejando paso a las primeras computadoras de oficina. Además adolecía de otro problema más grave y de difícil solución: tenía la costumbre de incendiarse por sobrecalentamiento.

Olivetti A5
Este A5 imprimía a la «asombrosa» velocidad de 16 caracteres por segundo. Un tal Geoff Greig, que a la sazón era distribuidor del aparato en Australia, recordaba que algunos de sus clientes comenzaban a imprimir un informe al cierre de operaciones de una jornada y, a la mañana siguiente, todavía no se había terminado de imprimir. Así también, el sonido de aquel engendro rellenando hojas de papel debía de ser como el de una ametralladora a pleno rendimiento; no era, pues, muy agradable. Comentaba Greig que algún cliente llegó a fabricar una caja con la que tapar la máquina y amortiguar el estridente ruido, pues en una jornada laboral se convertía en algo insoportable. El Olivetti BCS 2030, que sustituyó posteriormente al A5, vendría ya con una impresora de matriz de puntos que trabajaba a 100 caracteres por segundo y era mucho más fiable.
¿Quieres verlo funcionando? Pues mira, mira.
En fin, comercializado con una amplia biblioteca de programas de software para diversas aplicaciones de contabilidad y administración, fue todo un fiasco que no llegó a descollar en nada preciso y que duró muy poco tiempo en el mercado. Si lo hubieran inventado algunos años antes, otro gallo les habría cantado. Seguro.
Honeywell H316: El ordenador diseñado para mujeres

Kitchen Computer

Publicidad sexista del H316
A finales de los años sesenta estadounidenses, los reconocidos almacenes Neiman Marcus llevaban hasta sus puertas a los más variopintos clientes a costa de publicitar ideas extravagantes para regalos caros y con mucha ostentación. El Honeywell Kitchen Computer se vendía por 10.600 dólares americanos de la época, pesaba más de 45 kilos y se anunciaba como el mejor computador casero de cocina para que las amas de casa almacenaran sus recetas. Y todo ello con frases publicitarias del tipo «si ella cocinara tan bien como el Honeywell calcula», «si ella palidece al calcular el precio de la comida, puede programarlo para controlar el gasto familiar» o «¿sus suflés son supremos pero su comida plantea un desafío?», entre otras lindezas típicas de la época.
En ella es en lo que ha pensado la gente de Honeywell, proseguía la publicidad, a la hora de diseñar el H316 Kitchen Computer. Aprenderá fácilmente a programarlo y, además, recibirá un recetario completo de Helen Corbitt (una reconocida cocinera y autora de libros de cocina de la época) para practicar, un curso de programación de una semana de duración y varias paparruchadas más. La verdad es que este aparato no era tan fácil de programar, pero representó la primera ocasión en la que un ordenador se ofreció como un equipo de consumo, como un electrodoméstico más.
Este machista digital formaba parte de la serie 16 de Honeywell (diseñada por Gardner Hendrie para Computer Control Company, en 1964.), equipos de 16 bits que se utilizaban para la adquisición de datos y el control de los mismos, para la concentración de mensajes remotos o para sistemas de laboratorio clínico y tiempo compartido, entre otros usos. El H316 contaba con 4 KB de memoria RAM de núcleos magnéticos, ampliable a 16 KB, y una frecuencia de reloj de 2,5 MHz. Era un sistema basado en grupos de dos operaciones paralelas, bit a bit, con una longitud de palabra de 16 bits. El conjunto de instrucciones era del tipo de dirección única (SASOS) con registro de índice, y disponía de un hardware opcional para implementar operaciones de suma y resta con números de doble precisión, almacenamiento y carga también de doble precisión y multiplicación y división de números enteros. También proveía de una implementación para operaciones de coma flotante.

Honeywell H316 de pedestal y en rack
Además de la pantalla frontal (imagen siguiente, versión en rack) que montaba el cacharro, con luces e interruptores, el sistema admitía diversos dispositivos de entrada y salida a modo de periféricos, como, por ejemplo, un Teletype Model 33 ASR. La familia de periféricos incluía, entre otros, lectores de tarjetas perforadas, cintas de papel, impresoras de líneas, cintas magnéticas y primitivas unidades portátiles de disco duro de cabeza fija.
Honeywell proporcionó hasta 500 paquetes de software diferentes que podían ejecutarse en el procesador del H316. También se programó un compilador de FORTRAN IV, así como un ensamblador, un sistema operativo de disco y utilidades de sistema y librerías varias. Sin embargo, el Kitchen Computer no fue, para nada, un éxito de ventas. A parte de ser un trasto enorme, carecía (de serie) de teclado y de pantalla, era muy complicado el aprender a programarlo y requería de unas condiciones de temperatura y humedad no aptas para una cocina. Realmente fue un fiasco en ventas.

Panel frontal del Kitchen Computer en rack
Sin embargo, resulta curioso el gancho de «ordenador para mujeres«, el tema «recetario», la cocina, el color ¿femenino? del aparato… Aquellos tiempos en los que la igualdad entre sexos era algo que no se escuchaba en las noticias vespertinas ni de casualidad. Momentos en los que la publicidad era sexista al mil por mil, los anuncios de electrodomésticos se diseñaban para mujeres y los de licores y cigarrillos para hombres. Una época que no ha de volver, pero si pudiera tener un H316 Kitchen Computer lo pondría en medio de mi cocina a guisa de adorno superfriki de la muerte. Guiño al canto.
Cacharros antiguos: El Mark-8 de ‘hágalo usted mismo’

Mark-8
La mítica revista estadounidense Radio-Electronics fue una publicación muy geek del siglo pasado que se mantuvo en los quioscos, bajo distintos nombres, desde el año 1929 hasta el reciente 2003. En ella se sucedieron multitud de artículos impresionantes sobre audio, vídeo, radio, televisión y, en general, sobre electrónica de la época, incluyendo en su momento, como no, joyas incunables de la incipiente tecnología informática de esa circunstancia temporal.

Reconstrucción actual de un Mark-8
En lo que al mundo computacional se refiere, el magacín marcó dos hitos históricos: uno de ellos en septiembre de 1973, cuando publicó los esquemas de construcción de lo que dieron en llamar el TV Typewriter, y otro en julio de 1974, momento en el que apareció entre sus páginas el diseño de un microcomputador muy curioso conocido como Mark-8.
Con el titular en cubierta «BUILD THE MARK-8. Your Personal Minicomputer.» (en la imagen que sigue se puede ver aquella portada), Radio-Electronics presentaba el diseño de un microordenador de 8 bits, basado en la CPU 8008 de Intel, diseñado por un estudiante licenciado en el Virginia Tech de Blacksburg (Virginia), llamado Jonathan Titus, como parte de su doctorado. Con 256 bytes de RAM y sin ROM, el Mark-8 debía ser programado cada vez que se encendía el sistema mediante un procedimiento de interruptores tipo switch y atendiendo a las lucecitas rojas de un panel, ya que carecía de teclado y de monitor, así como de otro tipo de periférico más amigable. (Tampoco tenía caja, ni fuente de alimentación, ni sistema de guardado en disco o cinta).

Portada de Radio-Electronics donde aparece el Mark-8
En su pantalla LED incluía 4 filas de 8 diodos cada una. Las dos filas superiores mostraban el bus de direcciones (14 leds) y el estado del ciclo del procesador (2 leds). La tercera fila definía un conjunto de datos de memoria de 8 bits, y la cuarta el valor de 8 bits disponibles desde el puerto 0 (cero) de salida (siguiente imagen).
Y es que el Mark-8 fue concebido como un proyecto do-it-yourself, o «hágalo usted mismo», para Radio-Electronics. La revista ofrecía un pequeño manual de instrucciones de 48 páginas por 5,50 dólares americanos de la época, escrito por el propio Titus, que contenía todos los diagramas de las diversas tarjetas de circuitos integrados del aparato y las descripciones del proyecto de construcción o montaje. Por 47,50 $ adicionales, y si no querías buscarte la vida por ahí y volverte loco, se podía pedir a la revista la placa base, que fabricaba una empresa con sede en Englewood (Nueva Jersey) y con la que se llegó a un acuerdo de suministro. También, y por 250 $ más, se podía adquirir todo el conjunto de componentes restantes, microprocesador y otras placas incluidos. Con todo en casa, sólo había que ponerse a montar.

Placa de leds del Mark-8
Alrededor de 7.500 electrofrikis fanáticos pidieron el folleto de montaje, y cerca de 400 de ellos el kit completo de piezas o la placa principal. Sin embargo, muy pocos aficionados tuvieron éxito con el montaje. Lo que parecía un «móntalo fácil en tu casita» resultó ser un proyecto largo y bastante complejo, lleno de enredos electrónicos, dificultades, obstáculos e impedimentos sólo franqueables por profesionales. Como proyecto era muy bonito, pero materializarlo fue todo un fiasco.

Otra construcción de un Mark-8
El Mark-8, pues, representó todo un fracaso de construcción, pero a los editores de Radio-Electronics les gustó tanto la experiencia que maduraron la idea de volverla a repetir más adelante con un nuevo equipo informático más fácil de ensamblar y más rentable económicamente. Sólo seis meses después presentaron el Altair 8800, un microordenador de MITS basado en la CPU Intel 8080. Los diseñadores terminaron vendiendo diez veces más kits de montaje de lo que esperaban. Pero eso ya es otra historia.
NOTA: Todas las especificaciones y componentes del Mark-8 en The Vintage Computer.