No sé cómo demonios funcionan las cosas

¿Funcionará?

¿Funcionará?

En la empresa en la que trabajo hacemos uso de una técnica muy complicada, basada en un algoritmo sumamente complejo, para saber si un programa que se está instalando se ha bloqueado o no. El procedimiento es ultrasecreto, pero, jugándome el puesto y la propia vida, lo voy a contar aquí. Consiste en colocar la puntita de la flecha del cursor justo en el borde final de la barra de progreso de la instalación; si el proceso continúa, la barra de progreso sobrepasará la flecha y nos pondremos todos contentos porque no ha cascado el tema.

¿Qué pasa? ¿No sirve el método aunque sea de baja tecnología? Por eso me descojono de risa cuando los ingenieros pijos me piden bolsitas antiestáticas para un disco duro a la hora de clonar una unidad, por ejemplo. ¿Bolsitas antiestáticas? Tú no tienes ni repajolera idea de cómo se trabaja realmente en el mundo de la informática. (Y lo que yo no sé es cómo demonios funcionan las cosas visto lo visto.)

El otro día me toco ver, atónito yo, el proceso de descarga de un camión lleno de discos duros hasta arriba por parte de unos operarios. Aquello era para llorar. ¿Cómo es posible que funcione un disco después de haber recibido no menos de cuatro o cinco golpes, caídas, vuelcos y demás perrerías? Desde luego discos no sé, pero duros, son duros de cojones. Y funcionaron todos a la perfección, por cierto.

Esto no es privativo del mundo de la computación y se puede hacer extensible a todo tipo de tecnología actual. Televisores, electrodomésticos, GPS, teléfonos móviles, en fin, cualquier cacharro que se supone frágil, es tratado a mandoblazo limpio en los diversos procesos de transporte y almacenaje. Los cargan a batacazos y los descargan prácticamente como el escombro. Da igual que aquello tenga un rótulo de FRÁGIL Arial Black tamaño 300, en negrita y subrayado. Da igual.

¿Y en los servicios técnicos y de reparación de los aparatos? Idem, eadem, idem. He visto discos colgando del cable IDE, unidades de DVD grabando mientras trataban de aguantar el equilibrio sobre una de sus aristas, placas base desmontadas y funcionando colocadas sobre un montón de chatarra metálica y hasta microprocesadores aguantados con el dedo para ver si rulaban. Digo yo que el técnico de este último caso, o lo que aguanta el tío o tiene un dedo protésico de titanio.

De la quema en la hoguera no nos libramos ni los usuarios finales. Tenemos los ordenadores pegando a calefactores al rojo vivo, o conectamos ciento cincuenta elementos USB, por medio de hubs anidados, a un ordenata con una fuente de alimentación cutre, o dejamos que nuestros portátiles acumulen en su interior un ecosistema independiente de pelotas de polvo del tamaño de una naranja. Los hay que enchufan su netbook las 24 horas a la toma de corriente sin quitar nunca la batería y luego vienen y te dicen que las baterías de esos ordenadores chiquitines son una mierda, que se estropean en cuatro días.

Pero lo más curioso de todo, es que al final todos estos aparatos funcionan. Por muchas faenas que les hayamos hecho, van y funcionan. Es increíble, pero es cierto. No sé si los fabricantes han tomado conciencia de que tratan con clientes del género humano y deben hacer las cosas resistentes, o son las propias cosas las que resisten más de lo que aparentan. Así que, la próxima vez no me toques los donetes con la bolsita antiestática de las pelotas, que uno está bregado en mil batallas y eso te hace duro (como el disco).

11 comentarios a “No sé cómo demonios funcionan las cosas”

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