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Así eran los banners en la web desde 1996 hasta 2001
Los banners, esas pequeñas piezas publicitarias que pueblan las webs de medio mundo, han estado con nosotros desde que Internet es Internet. Cada época con su estilo, con su gama de colores, con su movimiento, con su tendencia, son todos y cada uno de ellos pequeñas cápsulas del tiempo del tamaño de bocados de la historia de la WWW.
Si estás tentado de hacer clic sobre alguno de ellos, supongo que es porque estos anuncios cumplieron bien su misión, aunque no encontrarás nada al otro lado; la mayoría de los sitios de estos banners desaparecieron hace mucho tiempo.
1996
1997
1998
1999
2001
Nacía la revista ‘Netmanía’ en 1996
Lo que ‘netmaní@‘ (formalmente ‘Netmanía, la revista práctica para los usuarios de Internet‘) trajo al mercado editorial español a mediados de los años noventa fue algo innovador, una forma de acompañarnos, fielmente, en nuestros primeros viajes por aquel oscuro ciberespacio primigenio.
Surgida de la mano de la mítica Hobby Press (cuando la editorial cumplía 15 años de vida), venía a cubrir, para los lectores de la época, los entresijos del nuevo hobby del momento, asuntos en los que la empresa estaba especializada con manchetas en la calle como ‘Micromanía’, ‘Armas’, ‘RC Model’, ‘PCManía’ o ‘Hobby Consolas’, entre otras. Realmente, Hobby Press fue la última editorial española en sumarse a competir por el mercado de los cibernautas, cuando la nómina del momento de publicaciones sobre Internet editadas en el España se componía ya de ‘SuperNET Magazine’ (Tower Communications), ‘NET Conexión’ (Ediciones Zinco Multimedia) y ‘Web’ (Godó-La Vanguardia), todas ellas vinculadas a empresas periodísticas con trayectorias diversas que confluyeron en un mercado todavía reducido, pero con una indudable perspectiva de expansión.
Hobby Press llegó a ser una auténtica decana en el sector de las publicaciones especializadas en ocio informático, llegando a editar dieciséis títulos en sus quince años de vida. En aquel entonces, mantenía seis publicaciones con una difusión conjunta cercana a los 250.000 ejemplares mensuales.
‘Netmanía, la revista práctica para los usuarios de Internet’, vio la luz en marzo de 1996. Sus nueve números iniciales se vendieron conjuntamente con ‘PCManía’ pero, a partir del número de diciembre de aquel mismo año, se comenzó a comercializar ya por separado.
En su momento, fue la publicación más parca y sobria a la hora de presentarse en sociedad, esto es, de justificar su razón de ser ante sus lectores potenciales. Y ello, quizá, se explicó por dos motivos que no podemos considerar excluyentes. En primer lugar, porque parecía tener muy clara su orientación y no había necesidad de adornarla con ninguna retórica rimbombante o grandilocuente: «Internet, el nuevo ocio», rezaba su primera portada.
La mayor parte de su información se concentraba en la descripción de los sitios web más interesantes para los amantes de los videojuegos, los apasionados del pop, del cine o de los deportes, y todo ellos aderezado con interesantes escritos redactados bajo formato de reportajes, informes, tutoriales, trucos o cursos.
En segundo lugar, la tutela que le ofreció aparecer junto a ‘PCManía’ —una revista con una difusión de 44.000 ejemplares mensuales— en los comienzos justificaba aquel ahorro de energías para explicar a quién iba dirigida la revista.
Aquellos tiempos fueron gloriosos para los que nos iniciábamos en la Red de Redes, y ‘Netmanía’ fue nuestra publicación de cabecera.
Cómo una onomatopeya infantil indonesia se convierte en un fenómeno de masas digital
Om Telolet Om es la frase de la discordia, las tres palabras que se están convirtiendo en un meme internetero y en un fenómeno musical sin precedentes, con menciones en Twitter y comentarios en Instagram de celebridades y bases musicales de afamados productores del mundo de la música electrónica. ¿De dónde demonios ha salido esto?
Om Telolet Om. «Telolet» no es otra cosa que una onomatopeya creada por los niños en Indonesia que está destinada a representar el sonido que hacen los autobuses urbanos cuando tocan la bocina, un soniquete bastante carnavalesco. Por su lado, «Om» es una palabra indonesia que se traduce, más o menos libremente, como «señor». Así pues, Om Telolet Om significa algo como «señor, bocina de autobús, señor».
El juego de palabras infantil se originó entre los niños más pequeños en la ciudad de Jepara, en la provincia de Java Central. Los jóvenes gritan la frase y la garabatean en carteles de cartón, tratando que los conductores de los autobuses que pasan toquen la bocina para ellos.
Poco más de un mes después de que la llamada al bocinazo se popularizara por las ciudades más grandes del país, el sonido onomatopéyico dio el salto a Internet, donde se apoderó de la cultura de la música dance. Productores como DJ Snake o Zedd tuitearon la frase, que viajó por la Red convirtiéndose en meme. Músicos y grupos musicales, como el dúo Firebeatz o el DJ Dillon Francis, fueron un poco más allá, convirtiendo el soniquete en una muestra o sample para sus producciones de música electrónica.
BUN UP THE TELOLET pic.twitter.com/00mknrEFrj
— DILLON FRANCIS (@DILLONFRANCIS) 21 de diciembre de 2016
La razón principal por la que Om Telolet Om se elevó a meme musical internacional, parece estar conectada a dos momentos principales. El primero de ellos recala en un vídeo subido en noviembre a la red social Facebook por el usuario Riyadh As’ari, residente en Jepara, que se hizo viral, saltando enseguida a las emisoras locales de televisión. El segundo momento se refiere a la gran difusión que dieron los adolescentes en los medios digitales de comunicación, sobre todo los seguidores de artistas famosos, permitiendo que el meme, como tal, siguiera extendiéndose.
Una vez hubo recalado en el mundo de la música de baile, Om Telolet Om viajó rápidamente al orbe más amplio del famoseo, haciendo que, hoy, las tres palabras adornen las entradas de Instagram de gente tan dispar como Donald Trump, Kim Kardashian y Justin Bieber.
Sin embargo, a medida que Om Telolet Om se apodera internacionalmente del fenómeno digital, la emoción ha fracasado en su lugar de nacimiento, en Jepara. La policía allí ha prohibido toda actividad de lo que ellos llaman «cazadores de Telolet«, porque la gente se detenía en las calle para hacerse selfis delante de los autobuses, y el asunto comenzaba a resultar peligroso.
Es la condición humana: lo que empieza con una tontería, primero se encumbra y, después, acaba por provocar accidentes. No es la primera vez que lo vemos, y no será la última.
Cien años de evolución de la técnica stop-motion
El joven cineasta azerbaiyano Vugar Efendi ha compartido en su cuenta de Vimeo un vídeo creado por él mismo en el que recoge la evolución de 116 años de técnica stop motion en el cine, desde 1900 hasta la actualidad.
Comenzando con ‘The Enchanted Drawing‘ (1900) y terminando en ‘Kubo y las dos cuerdas mágicas‘ (2016), el vídeo es una mirada fascinante a esta técnica y a su progreso a lo largo de los años, incluyendo algunos de los momentos más conocidos del cine, como la escalada del colosal gorila a lo alto del Empire State Building en ‘King Kong’ (1933) o el ataque de vehículos AT-AT en ‘El Imperio Contraataca’ (1980).
La animación stop motion ha sido un pilar imprescindible para los efectos especiales en el cine hasta la aparición de las imágenes generadas digitalmente por ordenador y, como bien sabemos, también después de ellas. Consiste en aparentar el movimiento de objetos estáticos por medio de una serie de imágenes fijas sucesivas, moviendo en cada plano el objeto filmado.
El día en que se quiso prohibir la pornografía en Internet (hace veinte años)
El 8 de febrero del año 1996, el presidente estadounidense Bill Clinton rubricaba con su firma la llamada Communications Decency Act (algo así como Ley de decencia en las comunicaciones) o CDA, el primer (que no único) gran intento del Congreso de los Estados Unidos para regular prohibir el material pornográfico en Internet. Un año después, en 1997, la Corte Suprema de los Estados Unidos rechazó las partes de la ley comprometidas por atentar contra la libertad de expresión, todo ello en el caso judicial conocido como «Reno contra ACLU«.
Esta ley pretendía controlar los contenidos de la Red que pudieran dañar la sensibilidad de los niños, o esa fue la historia que contaron desde las altas esferas. Se correspondía con el epígrafe quinto, sección 230, de la Ley de Telecomunicaciones de 1996 que fue introducido en el Comité del Senado de Comercio, Ciencia y Transporte por los senadores James Exon y Slade Gorton un año antes, en 1995. Los que la vulneraran se exponían a un máximo de 250.000 dólares de multa y a dos años de cárcel, nada más y nada menos.
Aquella disposición provocó que se levantaran en armas digitales millones de defensores de los ciberderechos, lo que dio en la primera manifestación virtual de la que se tiene constancia como tal, conocida como «luto en Internet«: una gran parte de los sitios web más visitados de entonces dejaron sus páginas de inicio en negro en señal de protesta. Justo hace ahora veinte años, podemos afirmar que se estrenó la primera acción de ciberactivismo.
Como decíamos al inicio, la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos falló a favor de la libertad de expresión y anuló una ley federal. Era la primera vez que el Tribunal Supremo aplicaba a la Red de redes las protecciones que la Primera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos garantizaba con respecto a la libertad de expresión.
El magistrado John Paul Stevens, en nombre de la mayoría, declaró en su dictamen que «a pesar de la legitimidad y la importancia de la meta legislativa de proteger a la niñez de los materiales peligrosos, coincidimos en que el estatuto limita la libertad de expresión«.
Aquel momento no fue el único en la historia en el que se intentó censurar Internet aplicando restricciones de expresión en la Red, otro ejemplo lo encontramos en septiembre del año 2000, cuando un tribunal francés ordenó a Yahoo! que impidiera la compra de artículos nazis sin importar el país de procedencia de dicho material, una sentencia que sería recurrida más tarde por la empresa norteamericana al considerar que dicho dictamen sentaría el precedente negativo de que los sites debieran adaptarse a las leyes específicas de cada país.
Sin lugar a dudas, tras los atentados del 11 se septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, fue cuando la mayoría de los países democráticos se sumaron a estos intentos de controlar la libertad de expresión en la Red. Este control, en principio, se orienta hacia la conservación generalizada de las informaciones relativas a los correos electrónicos recibidos y enviados y a los sitios consultados en la Red, lo cual supone que los proveedor de servicios de Internet y los operadores de telefonía se convertien en una especie de agentes de policía, mientras que las fuerzas del orden tendrán pleno acceso a toda esa masa de informaciones.
Para terminar podemos ver la infografía que se creó años después y que permitía conocer bien aquella ley y, sobre todo, explicar una de las disposiciones que no fue anulada y que era crucial para legislar la responsabilidad sobre la libre expresión publicada en la Red, la sección 230. [Gracias a Ignacio Agulló por su inestimable aportación en los comentarios de esta entrada].