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‘Lunar Rescue’: el juego electromecánico más raro de SEGA

'Lunar Rescue'
‘Lunar Rescue’

Hace casi cincuenta años, en 1973, la multinacional japonesa SEGA alumbraba un aparato a medio camino entre la recreativa arcade y el pinball. Su nombre era ‘Lunar Rescue‘ y su objetivo era conducir un vehículo lunar e impactar contra objetivos luminosos. El jugador tenía que utilizar el morro del cohete para golpear dichos objetivos (no disparaba nada, como tal) en los bordes del campo de juego. Cada blanco alcanzado valía un punto y, en función de los puntos conseguidos en un tiempo dado, la partida continuaba o se terminaba.

Era un mueble recreativo de casi dos metros de altura que encendía sus blancos de manera aleatoria, indicando así el próximo náufrago espacial que debíamos rescatar. Mediante el control de un único joystick, habíamos de correr con nuestro vehículo lunar a lo largo y ancho del campo de juego en dirección a la placa iluminada. Al contactar, se escuchaba un sonido y se nos sumaba un punto. Tanto la puntuación necesaria para continuar como el tiempo límite eran valores ajustables.

‘Lunar Rescue’

El último ejemplar de este juego que se vendió en EE. UU., en la casa de subastas Morphy de Las Vegas, alcanzó un precio de 8750 dólares.

‘Lunar Rescue’

Posteriormente, SEGA construyó otra máquina conocida como ‘Attack‘ que, básicamente, era el mismo juego reciclado, pero sustituyendo el vehículo lunar por un tanque y el grafismo general por un campo de batalla terrestre. No sería la única vez que la empresa japonesa recurriera a esta treta para generar recreativas baratas de manera rápida.

El teléfono más raro del mundo: el ericófono

Ericófono

Desarrollado a finales de la década de los cuarenta y comenzado a producir en serie en 1954, el ericófono —originalmente Ericofon— fue un innovador teléfono creado por la compañía sueca Ericsson (de ahí su nombre) cuya característica principal era el hecho de estar construido a partir de una única pieza de plástico.

La Segunda Guerra Mundial trajo consigo varios materiales nuevos, desde plásticos hasta componentes ferromagnéticos ligeros, algo que abrió la puerta a una nueva era en el desarrollo de cualquier cosa, y de teléfonos también. En las postrimerías de la década de 1940, Ericsson reunió un equipo de diseño —encabezado por el ingeniero H. G. Thames— para idear un nuevo planteamiento para el teléfono. El objetivo principal era hacer que el dispositivo fuera pequeño, liviano y fácil de usar. Tras varias pruebas de concepto, se decidió adoptar el diseño que hoy conocemos y que se comercializaría durante las siguientes dos décadas.

Ericófono

1954 marcó el comienzo de la producción del ericófono. Originalmente destinado a uso institucional, Ericsson constató durante los primeros años que sus principales clientes eran los hospitales, pues era un teléfono muy cómodo para coger y manejar estando convaleciente en una cama. Automáticamente, alteraron el objetivo de su negocio, y el ericófono irrumpió con fuerza en casi todo el mercado industrial europeo y australiano y, en 1956, también en el mercado doméstico. Sin embargo, las ventas en Estados Unidos no lograron, en los inicios, cosechar un gran éxito debido al dominio monopolístico de Bell Telephone Company en aquel mercado de las telecomunicaciones. La compañía de Boston, Massachusetts, se negó rotundamente a que se utilizaran estos teléfonos extranjeros en sus circuitos, e incluso manipuló muchísima propaganda sobre las enfermedades y los peligros que aquellos aparatos no americanos podían traer consigo.

Ericófono

Tras arduas negociaciones, Bell cedió y permitió sólo un uso institucional limitado del ericófono, aunque poco tardaría en extenderse al ámbito doméstico y en convertirse en todo un icono pop de la cultura estadounidense de los años cincuenta del siglo pasado. Sin embargo, Bell se sentía profundamente amenazada y no estaba contenta del todo con aquella maniobra, por lo que comenzó a investigar el desarrollo de su propia versión de teléfono compacto, un movimiento que hizo ver la luz al teléfono Trimline muchos años después, aunque nunca sería tan afamado y consolidado como el de Ericsson.

Inicialmente, Ericsson ofrecía el ericófono en 18 colores diferentes en el mercado norteamericano, vendiendo los teléfonos a través de North Electric (un ensamblador de Ohio), empresa de la que, los suecos, tenían parte de propiedad. Estos teléfonos presentaban una señal electrónica de tono (más tarde conocida como ericotono) como timbre. Cuando la demanda de ericófonos comenzó a explotar en el mercado estadounidense (superando la capacidad de producción en un 500 %), Ericsson aumentó sus participaciones en North Electric para convertirse en el principal accionista. Poco antes, la empresa sueca había realizado una modificación de diseño en el aparato para adaptarse a un nuevo método de moldeo que conseguía fabricar la carcasa de una sola pieza, en lugar de las dos piezas con las que se hacía antes. Esto provocó que el teléfono fuera un poco más corto y formara más ángulo con el extremo del receptor y, además, permite diferenciar hoy los teléfonos que se conocen como de «caja antigua» o de «caja nueva». Es por ello, además, que los ericófonos de fabricación estadounidense tienen la apariencia de ser más bajos que los ericófonos suecos.

Ericófonos

La celebridad conseguida duró casi veinte años, hasta 1972, cuando North Electric eliminó la línea de ericófonos de sus factorías y vendió las piezas y el equipo restante a una empresa de reacondicionamiento de teléfonos llamada CEAC. CEAC continuó la producción durante un corto periodo de tiempo antes de cesar definitivamente el negocio. Mientras tanto, en Suecia, el diseñador industrial Carl-Arne Breger estaba ocupado discurriendo un nuevo ericófono para celebrar el centenario de Ericsson en 1976. Las malas lengua sugieren que esta maniobra también fue un intento de revivir el ericófono, y los esfuerzos dieron su fruto en un teléfono de líneas más angulosas y modernizadas, con teclado de tonos y menos pesado al que se bautizó como Ericofon 700, un aparato que tuvo un éxito muy limitado y que nunca llegó al mercado estadounidense.

Ericofon 700

En España, el ericófono consiguió un mercado extremadamente limitado, sin embargo, fue un hito de diseño tan importante, que se ha convertido en un objeto de culto entre los coleccionistas y amantes de la telefonía de medio mundo.

Ericófono

El fallido disquete de 3 pulgadas

Disco de 3″

El Compact Floppy Disk de 3 pulgadas, también conocido como CF-2, intentó ser el rival directo de Sony y su sistema de disquetes de 3,5″. Al amparo de un consorcio de fabricantes liderado por Matsushita, Hitachi fue el fabricante principal de las unidades para estos discos, creyendo que se convertiría en el nuevo estándar, algo que, como sabemos, no sucedió. Todo ello en los primeros años de la década de los ochenta del siglo pasado.

El formato fue ampliamente utilizado por Amstrad en sus ordenadores CPC y PCW y, después, en el Sinclair ZX Spectrum +3, cuando Amstrad se hizo cargo de su fabricación. Además, también fue adoptado por algunos otros fabricantes como Sega, Tatung Einstein o Timex —en Portugal— en las unidades de disco FDD y FDD-3000.

Los disquetes de tres pulgadas se parecen mucho, en tamaño, a los de 3,5″, pero con algunas características únicas. La carcasa de plástico es más alargada que la de su competidor de Sony, pero menos ancha y más gruesa. El disco, con un recubrimiento magnético real de 3 pulgadas, ocupa menos del 50 % del espacio interior de la carcasa, el resto se utiliza para complejos mecanismos de protección y sellado implementados en estos discos, sistemas que son directamente responsables del grosor del producto, así como de los elevados costos del mismo.

Disco de 3″

En las primeras máquinas de Amstrad (las de las líneas CPC y PCW 8256), los discos habían de ser dados la vuelta para cambiar de lado, actuando como dos unidades separadas de una única cara, algo comparable a los discos flexibles de 5,25″. Los lados, pues, eran las unidades A y B completamente independientes. Los mecanismos de doble cara se introdujeron en los últimos PCW 8512 y PCW 9512, eliminando así la necesidad de dar la vuelta al disco.

El formato de disco en sí no tenía más capacidad que los disquetes de 5,25″ (más populares y más baratos). Cada lado de un disco de doble densidad contenía 180 kB (para un total de 360 k​B por disco) y 720 kB para los discos de cuádruple densidad. A diferencia de los discos de 5,25″ y 3,5″, estos de 3″ fueron diseñados para ser reversibles y disponían de pestañas independientes de protección contra escritura. Asimismo, también eran más fiables gracias a su carcasa más rígida.

Unidades de disco de 3″

Los CF-2 de 3 pulgadas también se utilizaron en sistemas operativos como CP/M y, ocasionalmente, en los ordenadores MSX de algunas regiones. Otras máquinas más desconocidas que usaron también este formato fueron el ordenador portátil Gavilan SC y la computadora personal de 16 bits National My Brain 3000 de Matsushita. La grabadora Yamaha MDR-1 también montaba unidades para discos de 3″.

Publicidad de discos de 3″

El principal problema del que adoleció este formato fue su alto precio, debido a los mecanismos bastante elaborados y complejos que incluía. Sin embargo, el remate final se lo dio Sony cuando, en 1984, convenció a Apple Computer para que usara sus unidades de 3,5″ en el modelo Macintosh 128K, lo que convirtió a esta tecnología en un estándar de facto, y aniquiló al disco de 3 pulgadas.

‘Lotus 1-2-3’: así se popularizaron las hojas de cálculo

'Lotus 1-2-3'
‘Lotus 1-2-3’

En 1979, Apple alumbraba su software ‘VisiCalc‘ para Apple II, un éxito de ventas que se convirtió en la primera hoja de cálculo digital decente de la historia. En comparación con los programas anteriores, ‘VisiCalc’ permitía construir fácilmente sistemas de cálculo de forma libre para prácticamente cualquier propósito; las limitaciones estaban relacionadas —principalmente— con la memoria y la velocidad del equipo. ‘VisiCalc’, probablemente, fue la primera killer-app de la que se tiene conocimiento, es decir, un software que hacía que la gente comprara ordenadores Apple sólo para poder ejecutarlo; una aplicación cuya implantación suponía la definitiva asimilación por los usuarios.

Aunque después vendrían otras, como ‘SuperCalc‘ (Sorcim, 1982) o ‘Multiplan‘ (Microsoft, 1982), ‘VisiCalc’ seguía siendo la referencia, pero sólo hasta que llegó ‘Lotus 1-2-3‘ en enero del año 1983. Lotus Development Corporation fue fundada por Mitchell Kapor, un conocido de los desarrolladores de ‘VisiCalc’. Kapor encargó a Jonathan Sachs la creación de una nueva hoja de cálculo que desbancara a todas las demás, y Jonathan, que había escrito software parecido trabajando para la compañía Concentric Data Systems, se sacó de la manga ‘Lotus 1-2-3’, un programa escrito desde cero e íntegramente en el ensamblador del x86, lo que hacía que fuera infinitamente más rápido que sus competidores. Fue el primer software con contar con un anuncio publicitario televisivo.

‘Lotus 1-2-3’

Además, incorporó fantásticas novedades, por ejemplo, un creador de gráficos que podía mostrar varios tipos, como circulares, de barra o lineales, aunque, eso sí, requería que el usuario tuviera montada una tarjeta gráfica en su PC. La versión inicial de ‘Lotus 1-2-3’ sólo admitía tres configuraciones de vídeo: CGA, MDA (en cuyo caso, el creador de gráficos no estaba disponible) o modo de monitor dual. Sin embargo, unos meses más tarde se agregó soporte para adaptadores gráficos Hercules, que eran un clon del MDA que permitía el modo de mapa de bits. La posibilidad de tener capacidades de texto y gráficos de alta resolución (a expensas del color) resultó ser extremadamente popular, y se le atribuye al propio ‘Lotus 1-2-3’ la popularización de la tarjeta gráfica Hercules.

Las primeras versiones de esta hoja de cálculo también llevaban una protección de copia de disco clave. Si bien el programa se podía instalar en el disco duro, el usuario tenía que insertar el disquete original al iniciar ‘Lotus 1-2-3’. Este esquema de protección se rompió fácilmente y fue un inconveniente menor para los usuarios domésticos, pero resultó ser una molestia grave en el entorno empresarial.

‘Lotus 1-2-3’

La dependencia del hardware específico del IBM PC llevó a que ‘Lotus 1-2-3’ se utilizara como una de las dos aplicaciones de pruebas de esfuerzo, junto con ‘Microsoft Flight Simulator’, para determinar la verdadera compatibilidad al 100 % de los ordenadores PC clónicos que inundaron las tiendas de informática a principios de la década de 1980.

El paulatino e imparable avance de Microsoft Windows en el mercado de la informática personal claramente terminó afectando de manera negativa a ‘Lotus 1-2-3’ que siguió anclado durante varios años al sistema operativo MS-DOS, desechando la migración al nuevo entorno. Y es que la primera versión (1987) del ‘Excel‘ de Microsoft, que bebía directamente de ‘Lotus 1-2-3’, ya era compatible de manera total con el, por entonces, novedoso entorno gráfico.

La cuota de mercado de ‘Excel’ comenzó a crecer cada vez más a expensas de la de su rival, hasta llegar a superar a ‘Lotus 1-2-3’ de manera completa y aplastante con el paso de los años, pasando a acaparar —según estimaciones— hasta un 90 % del mercado junto a las otras aplicaciones del paquete de oficina ‘Microsoft Office’. De hecho, fue la única aplicación de hoja de cálculo para Windows durante años. Cuando se planificó una reescritura del código fuente de ‘Lotus 1-2-3’ para Windows con el objetivo en mente de superar a ‘Excel’, ya era demasiado tarde. Pero los exigentes tiempos del mercado de las aplicaciones ofimáticas no permitían tales reestructuraciones, por lo que ‘Lotus 1-2-3’ terminó, en gran parte, siendo una interfaz gráfica montada sobre lo que, en gran medida, seguía siendo el viejo motor de la versión para MS-DOS del programa.

‘Lotus 1-2-3’

La versión 9.8 de ‘Lotus 1-2-3’, en el año 2002, ya había alcanzado en gran parte las capacidades de ‘Excel XP’ y ‘Excel 2003’, incluso las superaban en algunos aspectos, sin embargo, la notable falta de interés del público en general ha hecho que, durante los últimos años, la propia IBM (desarrolladora actual del producto) haya dejado en segundo plano el proyecto.

Black Watch: el primer desastre comercial de Sinclair en 1975

Black Watch
Black Watch

Exactamente una década antes del fiasco del vehículo C5 —del que Sinclair no se recuperó ya nunca más—, en 1975, la compañía británica del ZX Spectrum fue torpedeada por otra mala idea convertida en un producto desastroso: el reloj Black Watch. Lanzado al mercado en septiembre de aquel año, se vendía por 17,95 £ en formato de kit para montar (algún muy común en la época) y por 24,95 £ ya ensamblado y listo para usar. Tomaba su nombre de una unidad del ejército escocés.

El Black Watch era un reloj digital de aspecto poco convencional, estaba moldeado en plástico negro y contaba con una pantalla LED de cinco dígitos; realmente hubo una versión en negro, otra en gris y otra más sofisticada, en blanco, que mostraba también la fecha en pantalla. Para ahorrar energía, la pantalla estaba apagada de forma predeterminada, y disponía justo debajo de ella de dos botones que la encendían para ver las horas y los minutos o, por otro lado, los minutos y los segundos, en función de qué botón se presionara. Algo muy raro, incluso para aquella época de apasionantes microavances tecnológicos.

Este reloj de Sinclair Radionics (que posteriormente adoptaría el nombre de Sinclair Research) fue un desastre comercial y técnico desde el minuto uno. El chip podía estropearse simplemente a causa de la electricidad estática de una camisa de algodón, de un jersey de nailon o del aire acondicionado de la oficina. El problema también afectó a las instalaciones de producción en cadena, en las que se provocaban continuos fallos y defectos antes incluso de que reloj saliera de la fábrica. El resultado podía conllevar que la pantalla se congelara con dígitos muy brillantes y sin apagarse, provocando que las pilas se sobrecargaran y, ocasionalmente, explotaran. Es por ello que pocos relojes Black Watch hayan llegado hasta nuestros días.

Black Watch
Black Watch

Pero no sólo eso, la precisión del cristal de sincronización de cuarzo era tan sensible a la temperatura, que el reloj funcionaba a diferentes velocidades en invierno y verano. Las pilas o baterías duraban apenas diez días, y el propio diseño de los circuitos y la carcasa hacía que se antojara muy complicado reemplazarlas. Los botones de control funcionaban de manera errática con frecuencia, lo que hacía imposible encender la pantalla o, por el contrario, imposible apagarla.

Con respecto al kit de montaje, el equipo era casi una obra titánica de construir para un aficionado; la revista ‘Practical Wireless’ aconsejaba a sus lectores que usaran dos pinzas para la ropa de madera, dos chinchetas y un trozo de cable aislado para colocar las pilas en su lugar, y luego había que pasarse cuatro días ajustando el condensador variable para asegurarse de que el reloj funcionara a la velocidad correcta.

Black Watch
Black Watch

Con todo y con eso, además, la carcasa era muy difícil de mantener de una sola pieza, ya que estaba fabricada en un plástico que resultaba que no se podía pegar con pegamento, por lo que las piezas estaban diseñadas para engancharse mediante clips que se rompían con facilidad o no encajaban correctamente.

El catálogo de problemas que supuso el Black Watch llevó a que se devolvieran prácticamente la totalidad de las unidades compradas, un hecho que derivó en la leyenda satírica que afirmaba que Sinclair recibido más relojes devueltos de los que se habían fabricado. Y todo aquello empeoró a causa del muy deficiente servicio de atención al cliente, donde solamente una veintena de personas estaban disponibles para reparar y devolver todos los relojes defectuosos. El atraso en las gestiones, finalmente, alcanzó proporciones tan monstruosas que todavía no se había despejado dos años después.

Black Watch
Black Watch

El fiasco del Black Watch de Sinclair Radionics tuvo un efecto devastador en las finanzas de la compañía: la empresa registró una pérdida de 355.000 libras esterlinas entre 1975 y 1976, sobre una facturación de 5,6 millones. Sinclair se habría declarado en quiebra si el gobierno británico, en forma de Junta Nacional de Economía, no la hubiera intervenido y apuntalado con subsidios y, también, mediante gestión directa.

Diez años después, como decíamos al principio, llegaría el nuevo fracaso, el C5, aunque entonces Sinclair ya no tendría tanta suerte y terminaría vendiendo la compañía a su archirrival, Amstrad. Pero eso ya es otra historia.

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