La hacker más sexy del mundo ni es hacker ni es sexy

Kristina Svechinskaya

Kristina Svechinskaya

Hace tres meses saltó a la palestra informativa el desfalco cometido por un grupo internacional de delincuentes cibernéticos que logró estafar 220 millones de dólares a varios bancos estadounidenses y británicos. Una banda de hacker maliciosos que, haciendo uso del troyano conocido como Zeus, se apoderó de los números clave y de las contraseñas de miles de clientes para, posteriormente, transferir diferentes cantidades de dinero a sus cuentas, habilitadas a tal efecto.  

Es curiso, porque de la noticia no conocimos ni el nombre de la banda, ni el de la operación policial, ni el del juez que llevaba el caso en los USA. No habríamos oído siquiera mencionar el tema de no ser por una de las integrantes del desfalco, una joven rusa de veintiún años llamada Kristina Svechinskaya.  

Las rotativas sensacionalistas de medio planeta digital apodaron rápidamente a Kristina como «la hacker más sexy del mundo», y su romántica figura fue rápidamente relacionada con la de Anna Chapman, la guapa empresaria de origen ruso acusada de espionaje por el Fiscal General de los Estados Unidos meses antes y deportada en julio de 2010. ¿Qué tienen las rusas?  

La adorable chiquilla, de ojos de cristal de Swarowsky y trasero reciamente ceñido por pantalones de hechura imposible, levantó la voz de los internautas contra su proceso, en el que se solicitaban hasta cuarenta años de cárcel para la torda ex soviética. Llorando como una Magdalena llegó a los juzgados, con mohín de apiádense de esta pobre niña rica de mirada penetrante.  

El imaginario de la comunidad internauta salta como un resorte cuando aparece en portada una cara bonita unida a un ilusorio concepto geek underground. Todos los blog del mundo mundial se hicieron eco de la noticia, y los medios tradicionales también, recabando fotos de la muchacha y apostando por su puesta en libertad. Y es que cómo se va a juzgar a una criatura tan divina como esta por algo tan molón como la idea robinjudiana de robar al rico para agasajar al pobre. La realidad es bastante menos romanticona.  

Lo cierto es que Kristina Svechinskaya era una alumna universitaria con visado de estudiante residiendo en Manhattan. Como lo era también buena parte de los otros 37 detenidos en Nueva York, jóvenes procedentes de las repúblicas ex soviéticas que fueron reclutados por una organización de piratas informáticos, camaradas y compatriotas, para hacer de mulas de dinero, es decir, hacer las veces de piezas de lavado de capital robado en el entramado criminal.

Otra foto de la muchacha

Otra foto de la muchacha

Además, el mito se cae por su propio peso cuando te percatas de que lo que hacía esta gente era robar los ahorros de particulares y pequeños empresarios para engordar su libreta de ahorros a costa de quitarle a los pobres. Nada de grupo de hacker con ideales anticapitalistas que desenmarañan las protecciones de seguridad de grandes compañías y gobiernos, por el simple placer del reto intelectual que ello supone. Simples chorizos de tres al cuarto.  

Dudo de la capacidad de Svechinskaya para manejar un troyano. Su cometido (como el del resto de reclutas) era el de abrir cuentas bancarias con nombres falsos o a favor de empresas que no existían. A estas cuentas se desviaba el dinero robado por los verdaderos hacker, dispersando así su botín, y que abonaban un montante del 10% de lo sustraído a los incautos jovenzuelos colaboradores, Kristina entre ellos.  

Sin embargo, es mucho más novelero colocar a una moza de buen ver al lado del romántico ideal de leyenda antisistema que representan los hacker, haciendo, por otro lado, bastante daño al concepto real de lo que es un hacker. Pero no, ya lo siento por ustedes, Kristina Svechinskaya no es ninguna hacker, y recelo bastante de sus capacidades informáticas más allá de actualizar su perfil de Facebook.  

Y con respecto a lo de sexy, hombre, todo es cuestión de gustos. A mí, desde luego, la petarda que se puede ver en la fotografía central que incluye esta entrada podría ser de todo menos sexy. Esas uñas ochenteras de tarotista televisiva de media noche, ese pantalón de lycra elástica y esa blusa transparente que deja al descubierto el encaje del sostén se acercan tanto a mi concepto de elegancia y atractivo sexual como se asemejan una mariposa y un caballo. Muchos pueden discrepar y pensar que la chiquilla tiene un revolcón, pero de ahí a ponerla de sexy va un mundo.  

Las mentes inquietas y calenturientas de los friquis digitales necesitan de una reina que ocupe el puesto que se merece en un mundo tecnológico copado de testosterona. Ello nos lleva a relacionar tetas y bits a la primera oportunidad que se presente, aunque el nexo no llegue más allá de un titular periodístico populachero. Desde luego, si la cuestión en fusionar belleza, distinción y tecnología, me quedo con tipas del estilo de Jade Raymond antes que con estorninos como este, por mucha pinta que tengan de espías que surgieron del frío. Como decía, es cuestión de gustos. Sin más.  

Al fin y al cabo, cuando salga de la trena, siempre puede vender su cuerpo a alguna revista masculina de digestión fácil, como hizo en su día la propia Anna Chapman en Maxim. Dinero fácil es dinero fácil.

17 comentarios a “La hacker más sexy del mundo ni es hacker ni es sexy”

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