¡Alerta, magufo! (o cómo nos estamos pasando siete pueblos)

Magufo a la vista

Magufo a la vista

Llevo varios meses vislumbrando una corriente a lo largo y ancho de Internet que se me antoja la antesala de algo un tanto peligroso. Las características intrínsecas de meme que posee están haciendo de ella un correveidile huero de contenido, pero muy poderoso en cuanto a las formas de expresión. Me refiero a la nueva moda de tildar de magufo a todo aquello que se salga de los cánones del dos más dos, obviando la discriminación positiva, el beneficio de la duda e, incluso, la capacidad científica de teorizar sobre temas algo abstractos. 

Empecemos por el principio. Denomínase peyorativamente magufo a todo aquel que profesa cualquier tipo de seudocuencia, protociencia o paraciencia, alejándose peligrosamente de los preceptos científicos exactos. Es un acrónimo formado con ironía por los vocablos “mago” y “ufólogo”, y nació en las entrañas de la lista de correo Escépticos (en la ARP-SAPC), de la mano del conocido musicólogo Xoan M. Carreira, en 1997. Aquellas personas que viajan al margen del método científico, moviéndose en las arenas movedizas que cubren todo lo que hay entre lo que es ciencia y lo que anhela serlo, son tildados de magufos sin consideración: astrólogos, parapsicólogos, creacionistas, grafólogos, homeópatas, ufólogos o telépatas, entre otros muchos. 

Los que tenemos una mente científica rechazamos de plano todas estas metodologías que poco tienen que ver con el conocimiento y la erudición y mucho con el engaño, la superchería y el sensacionalismo más barato. Sin embargo, en estos últimos tiempos se ha vuelto costumbre el tachar de magufo a cualquiera que se dedique a prácticas metódicas al margen de la ciencia tradicional, sin darnos cuenta de que existe sabiduría en el mundo mucho antes de que las matemáticas fueran descubiertas por el ser humano, o de que es más que posible que haya fenómenos no probados científicamente que simplemente no encajan porque todavía nos faltan datos para completar la ecuación

Los curanderos de baja estofa, los conspiranoicos del fenómeno OVNI o los que mejoran tu equilibrio natural con pulseras o parches han hecho mucho daño a las paraciencias desde que el mundo es mundo y el hombre tiene la capacidad de pensar cómo ganar dinero sin pegar un palo al agua. No obstante, no debemos olvidarnos de las técnicas de curación mediante hierbas que utilizaban nuestros antepasados, de las influencias que ejerce el electromagnetismo en nuestro cuerpo o de las recientes investigaciones que aseguran que es más que posible que haya vida más allá de nuestras fronteras

¿Quién puede tachar de magufo a un herbólogo después de haber curado innumerables dolores de estómago a lo largo de su vida a base de manzanilla? ¿Quién puede negar la influencia de la cafeína sobre el sistema nervioso central? La medicina natural no es ninguna engañifa como tal, lo que ocurre es que se puso de moda en su día y se convirtió en el negocio perfecto para mangantes, timadores y estafadores. Es posible aliviar ciertos síntomas dolorosos de los procesos tumorales haciendo uso de la marihuana, pero créame, no existe planta alguna sobre la faz de este planeta que sea capaz de sanar el cáncer. Ninguna. 

El problema de las paraciencias es que encajan a la perfección con la estupidez humana. Aunque en muchas ocasiones, esa mal llamada estupidez responde mejor a la necesidad que tenemos las personas de agarrarnos a un clavo ardiendo en situaciones de desesperación, angustia, penuria o fatalidad. En ese punto es donde entran en juego los que se aprovechan de la debilidad que nos caracteriza, elevando a hecho científico algo que no es más que un dogma de fe, y de esto es un muy buen ejemplo el adoctrinamiento que utilizan las distintas religiones para amaestrar a sus fieles

La parapsicología, por ejemplo, tuvo su punto álgido, en los distintos países que hoy se consideran adelantados, en los años sesenta y setenta. El que no había visto un OVNI de lejos, había sido abducido, conocía a alguien que padecía de estigmas, sufría de poltergeist en su casa del pueblo o tenía capacidades telequinéticas. Sin embargo, ¿quién puede negar que lo que hoy denominados viaje astral no sea otra cosa que un talento extra de nuestra mente que la mayoría de nosotros no somos capaces de desarrollar aún? ¿Por qué no puede ser posible que nuestro cerebro tenga determinados “poderes” que todavía no hemos desarrollado? 

El hombre de las cavernas imputaba a un acto de los dioses el hecho de ver caer un rayo en un día de tormenta. Estén ustedes convencidos de que muchos de los fenómenos que hoy consideramos extraños serán explicados por la ciencia con el paso de los años. ¿Es por eso un parapsicólogo un magufo? Hombre, pues la mayoría sí. Pero existen infinidad de verdaderos profesionales que, con el apoyo de una mente crítica, se hacen preguntas en busca de respuestas científicas que puedan aclarar determinados enigmas. La nota discordante la ponen los que quieren sacar tajada del asunto y tratan con el mayor de los sensacionalismos las noticias más dramáticas, sacándolas de contexto y generando el efecto contrario al que cualquier cinetífico serio hubiera deseado

De todos es conocida la sabiduría legendaria de los pueblos asiáticos, que utilizan métodos milenarios de sanación, relajación o meditación. Empero, técnicas como la acupuntura son calificadas de magufas por la comunidad internauta, cuando la definición y la caracterización de los puntos acupunturales está estandardizada actualmente por la Organización Mundial de la Salud (OMS) mediante una nomenclatura estandarizada que agrupa a las grandes tradiciones de esta técnica. ¿Por qué nos hemos vuelto tan intransigentes? 

Esta claro que no vivimos en los sesenta españoles, cuando la dictadura y su Iglesia Católica controlaban las mentes de los menos formados e instruidos, a la sazón el porcentaje mayor de la sociedad. En el siglo XXI el mundo lo dominan mentes pensantes, críticas y científicas; personas con carreras universitarias (o no) que no se dejan engañar fácilmente. Y, en estos tiempos, la aparición de artilugios como la pulsera Power Balance o el parche Phiten son auténticos insultos a nuestra inteligencia, pero todavía más insultante es la recua de acólitos que consiguen estos timos. ¿Hemos avanzado algo en todos estos años? Sí. ¿Lo suficiente? No. Sólo hay que recordar las pulseras contra el reuma que llevaban todos los viejos en los años ochenta; el fraude sólo ha cambiado de material

La coraza que nos han creado estos engaños nos convierten en críticos voraces de todo lo que suene a no científico, defenestrando, probablemente, profesiones o vocaciones que deberían merecer todo el respeto por dignas y llenas de conocimiento. Sabemos que es muy posible que exista vida extraterrestre en otras galaxias (¿por qué no?), sin embargo ametrallamos sin compasión a cualquier ufólogo que aparece en televisión; conocemos las propiedades curativas de algunas plantas, pero sentimos profunda animadversión por homeópatas y herbolarios; intuimos las capacidades cerebrales que no aprovechamos, pero no queremos oír ni hablar de médiums y mentalistas. 

Nos hemos pasado siete pueblos. Cuatro fanáticos con cobertura mediática nos han convertido en talibanes científicos que no saben ver más allá de sus propias narices y que niegan la posible existencia de algo que no proceda con la precisión litúrgica del método científico. Están todos los que son, pero desde luego que no son todos los que están. La pandemia global “¡alerta, magufo!” se nos ha ido de las manos y debemos ser capaces de reconducirla. La ciencia es lo que debería prevalecer, pero el resto de estudios, con rigor, ha de tener cabida también en mayor o menor medida, aunque se considere una mera hipótesis o proposición aceptable.

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