Gracias por dar el tipo, Steve Jobs

Steve Jobs

Steve Jobs

Y no me refiero a su cuerpo serrano de usted, sino al tipo gráfico, al de la tipografía. Porque supongo que mucha gente conoce ya la historia de las fuentes o tipos de letra bonitos en los ordenadores, sólo hay que ver el vídeo del discurso que usted ofreció en la universidad de Stanford. Pero como seguro que hay algún despistado por ahí, permítame usted que cuente la historia, si no tiene inconveniente, porque me parece uno de los relatos más hermosos de casualidades de la vida y, como usted dice, de unión de puntos hacia atrás.

Steve Jobs, presidente de Apple Inc., fue un niño dado en adopción por su madre biológica a una familia humilde y con pocos recursos con la condición de que, al hacerse mayor de edad, fuera enviado a la universidad. Sus padres adoptivos accedieron al trato y, a los 18 años, Jobs se matriculó en la universidad Reed College de Portland, Oregon.

A los seis meses de comenzar la carrera, abandona la facultad debido al alto coste de sus estudios. Fue una decisión suya basada en el sentimiento de culpa que le creaba estar malgastando los ahorros de toda una vida de sus padres en una carrera que le obligaba a estudiar materias muy poco interesantes.

No tenía ya nada que hacer y fue entonces cuando decidió permanecer en la universidad, pero no como alumno matriculado, sino asistiendo por libre únicamente a las clases que le interesaban. No tenía acceso a una habitación del campus, por lo que dormía en el suelo de las habitaciones de sus amigos. Además, según él cuenta, recogía botellas vacías de Coca Cola que devolvía a 5 céntimos cada una para conseguir dinero para comer. (Qué tiempos aquellos en los que se retornaban los cascos).

Un día se percató de que había un curso de tipografía. En aquella época todo se graficaba a mano. Los carteles, los rótulos de comercios, las etiquetas de los cajones, en fin, todo aquello que no fueran libros, periódicos o revistas no pasaba por la imprenta. Había grandes rotulistas que dibujaban caracteres dignos de confundirse con letra impresa; era todo un arte. Y a Steve Jobs le atrajo aquella clase y se coló para aprender todo lo que con la tipografía tuviera que ver: astas, serifas, caracteres sans-serif, justificación, kerning, tracking, etcétera.

Aquello se quedó archivado en su memoria para que, diez años más tarde y construyendo su primer ordenador Macintosh, regresara del subconsciente para plasmarse en lo que fue la génesis de la representación tipográfica esbelta y hermosa que disfrutamos hoy. Hasta aquel entonces, los ordenadores dibujaban las letras muy rudimentariamente en forma de caracteres monoespaciados de ancho fijo. Steve Jobs pensó que era hora de cambiar.

Posteriormente, el sistema operativo Windows copió la idea de Apple y decidió incluir también tipografías variadas en su entorno gráfico. Los demás hicieron lo propio después, y gracias a los ordenadores actuales es factible imprimir con caracteres de diversas fuentes un documento, un cartel, una camiseta o un rótulo de grandes proporciones.

Steve Jobs dice que en la vida se unen puntos entre el pasado y el presente, pero que sólo es posible reconocer y valorar esa unión desde el futuro. Cuándo él se introdujo en el curso de tipografía, sin saberlo esta creando un punto de unión con el futuro, y fue posteriormente cuando el punto del otro extremo completó el enlace. ¿Cómo serían hoy los ordenadores si este hombre no hubiera asistido a aquellas clases?

2 comentarios a “Gracias por dar el tipo, Steve Jobs”

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