Créditos P2P en tiempos de crisis

¡Dame pasta!

¡Dame pasta!

¡Abuela, que estamos en crisis! ¿No se ha dado usted cuenta todavía? ¡Ay, Jesús, con la crisis! El estado económico-financiero en el que nos encontramos no lo hemos creado nosotros, los pobres currelas asalariados, sino los que más pasta tienen, los grandes bancos (americanos, sobre todo). Pero el caso es que, ocurra lo que ocurra en este mundo, la culpa siempre la tenemos los mismos, los pobres currelas asalariados. Da igual que las entidades financieras hayan ganado trillones de euros a costa de hipotecas basura concedidas a pringados (como tú y como yo) que engañaban con condiciones incumplibles a largo plazo; da igual que esas gigantescas fortunas hayan perdido algunos eurillos en calderilla y los estados hayan respondido inyectándoles cantidades ingentes de dinero que luego no han repercutido en el consumidor; da igual que, no ya los jóvenes, cualquier persona de cualquier edad sea incapaz de acceder a un crédito hipotecario, incluso teniendo una suculenta nómina. Todo da igual, lo importante es forrarse y que el populacho se apriete un poco más el cinturón, no vaya a ser que los pingües beneficios del ejercicio anterior bajen este año un 0,005% y tengamos que pasar este verano que viene un día menos en Bora Bora.

Esto me recuerda a mí al problema de la ecología. Cuando existen cientos de empresas en este país que contaminan muy por encima de la media, cuando multitud de centrales y complejos vierten millones de litros de productos tóxicos en ríos y playas, cuando los Estados Juntitos de América han sido incapaces de adherirse aún al protocolo de Kioto, cuando ocurre todo esto en el mundo, digo, lo único que puedo hacer es soliviantarme cuando encima a mí prácticamente me obligan a separar el puto plástico del vidrio de los cojones. Y para más inri me quitan las bolsas del Carrefour y me condenan a pagar 5 céntimos por otras de fécula de patata que se decojonan y se van a tomar por culo en cuanto las cargas con más de dos manzanas. ¡Que recicle su abuela de usted, oiga!

Pero bueno, que me enciendo y me desvío del tema: los créditos y la crisis. La archinombrada burbuja inmobiliaria explotó por fin; que ya era hora. Los pisos subían a un ritmo desorbitado y los bancos casi no te ponían ninguna pega para darte un crédito al Euribor + 0,35%, a cincuenta o sesenta años, que digo yo que para qué coño están los hijos de uno si no es para acarrear con las deudas en el futuro, ¿no? Pero la teta de la vaca dejó de dar leche, muchos bancos quebraron (gracias a sus inversiones tremendamente arriesgadas), el grifo de los préstamos se cortó, los precios subieron, se dejó de construir, se dejó de vender, el número de parados de triplicó y las familias hiperendeudadas se vieron con el agua al cuello. Llegó la crisis (y parece que va a tardar en irse).

Internet, como siempre, es un fiel reflejo del mundo de ahí fuera y recoge con excepcional rigurosidad los problemas e inconvenientes de las personas reales, no virtuales. Pero también, muchas veces, asaca soluciones ingeniosas para remendar problemas que en el mundo real no tienen fácil solución. Y este es el caso de los que se han dado en llamar créditos o préstamos P2P, que no es otra cosa que una comunidad o red social de prestamistas y prestatarios que se dedican unos a dejar y otros a pedir. La moda de los préstamos de dinero entre personas vía Internet ya ha llegado a España y puede convertirse en un bum en poco tiempo.

A este tipo de créditos entre personas, sin bancos intermediarios ni entidades de por medio, se les ha denominado P2P en clara alusión a las redes de pares de intercambio, pero no con el mismo significado. En este caso P2P significa Person to Person, es decir, un servicio que se hace de persona a persona; vamos, como dicen en mi barrio, de mí pa’ ti. El alma del P2P original se mantiene, porque lo que se crea es un vínculo entre dos particulares (el que pide dinero prestado y el que lo presta) que comparten, en este caso, una cantidad de dinero específica.

El funcionamiento es muy sencillo, ya que tan sólo es necesario darse de alta para solicitar o dejar dinero. Digamos que se podría hacer un paralelismo muy certero con los portales de subastas tipo eBay, ya que en ellos se establece una venta directa entre particulares, el portal en cuestión mediante, por medio de pujas de los compradores por los artículos de los vendedores. En los portales de créditos P2P una persona (el prestatario) solicita una cantidad de dinero en cuestión y decide él mismo el tipo de interés máximo que está dispuesto a pagar. Automáticamente, los prestamistas pujan por ese posible «cliente» intentando ofrecer la menor cantidad de interés posible. El que gana la puja presta su dinero a la persona solicitante y ésta se lo irá devolviendo en el plazo convenido y con el tipo de interés acordado. Evidentemente, la web que gestiona la comunicación entre prestamistas y prestatarios se lleva una pequeña comisión de la transacción, que de qué van a vivir estos chicos si no.

Este sistema nació en Gran Bretaña y se ha extendido ya por varios países, funcionando con bastante éxito en lugares como EEUU, Japón o Australia. En el Reino Unido la web de créditos P2P más famosa es Zopa, y en EEUU es Lending ClubEn España la pionera del sector y la que mejor parece funcionar es Comunitae.com. Existen otros modelos de negocio parecidos (como Partizipa), pero que están más enfocados hacia la financiación de emprendedores por parte de pequeños y medianos inversores.

Estos sitios web no son bancos ni entidades financieras, sino simplemente intermediarios entre personas que necesitan dinero y personas que tienen unos ahorrillos para prestar y les interesa sacarles algo de partido (más que los míseros intereses que proporcionan las cuentas corrientes de las cajas de ahorros). Tienen muchas ventajas, porque podrás conseguir dinero contante y sonante a un interés mucho más bajo que el que te proporciona un banco (eso si te lo proporciona, claro). Además, como ya hemos comentado, ese tipo de interés se fija mediante un mecanismo de subasta, que juega en tu favor en caso de que haya muchas personas interesadas en financiarte. Al solicitar un crédito P2P tienes que venderte; puedes hablar de tu situación o de tus proyectos para procurar ganarte la confianza del resto de usuarios e intentar que te dejen el dinero.

A todo usuario de este tipo de webs se le realiza un estudio de solvencia que determina un nivel que los prestamistas (usuarios también) pueden consultar para fiarse o no fiarse de que les vayan a devolver el dinero. La empresa detrás del web solicitará tus datos personales, bancarios, laborales y económicos. Amén de ello, posteriormente, deberás enviar por correo postal ordinario la documentación que te pedirán para verificar y justificar la información dada. Entonces ya estarás en disposición de pedir un préstamo. Los préstamos, por regla general, no los recibirás íntegros de un mismo usuario. Por ejemplo, si solicitas 3.000 €, la lógica de estos sitios web es que ese dinero se subdivida entre distintos prestamistas pujadores por tu oferta. De esta manera se minimizan riesgos de impagos, que siempre uno se puede escapar del país con la pasta y hacer negocio en las Américas.

En fin, una alternativa muy digna a los sacacuartos esos que pululan por los espacios publicitarios televisivos que te ofrecen suculentas cantidades de dinero en 24 horas y luego te acosan con unos intereses que te arrepientes de no haber pedido un crédito personal a un año en el BBVA, que te habría salido más barato y te habría producido menos dolores de cabeza. Los créditos P2P posiblemente despeguen no tardando mucho en nuestro país, que tan acostumbrados estamos a pedir hasta para salir de vacaciones. Quizás el fin de la crisis y una mejor bonanza económica lancen estos servicios al estrellato de los préstamos de bajo coste. Y el que no necesite, pero tenga y quiera sacar un poquillo de rentabilidad, pues ya sabe, de cabeza a prestar y a recoger un algo más de lo prestado. A nadie le amarga un dulce, digo yo.

1 comentario a “Créditos P2P en tiempos de crisis”

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