Navegación anónima

¿Quién soy?

¿Quién soy?

Los tiempos cambian, pero las personas no. Antiguamente se abrían los sobres de las cartas poniéndolos al vapor de una cacerola de agua hirviendo, hoy en día cualquiera puede interceptar un e-mail enviado por ti y leerlo tan tranquilamente en su casita. Hombre, cualquiera, cualquiera no, hay que tener los conocimientos adecuados. Pero no te creas tú que es tan complicado.

Según van pasando los años se impone con más fuerza la necesidad de salir a Internet como un navegante anónimo, cosa que hoy por hoy es una falacia. Cualquiera que se siente delante de un ordenador y se conecte a Internet va dejando su rastro allá por donde pasa. Lo que en principio podría parecer una forma muy anónima de hacer las cosas, es, si me apuras, todavía menos anónimo que salir a la calle, visitar cuatro tiendas, entrar en un bar y volver para casa. Al día siguiente sólo el dueño del bar es posible que se acuerde de ti, porque pocas personas más en el mundo se toman un orujo de hiervas a las diez de la mañana. Pero el resto nada de nada. En Internet nadie te ve la cara, pero estás más fichado que un asaltador de caminos.

Cada vez que accedemos a una página web, enviamos un correo electrónico, chateamos, nos descargamos una película o lo que sea que haga la gente en la Red de redes, nuestra dirección IP se queda grabada allí por donde pasamos. Y no sólo eso, sino que nuestro proveedor del servicio (Telefónica, Yacom, Arrakis…) guarda pacientemente todas aquellas direcciones que hemos visitado, porque están obligados por ley a hacerlo al menos durante un año, ya que así es como la policía trinca a los malhechores electrónicos: estafadores, pederastas, ladrones, etcétera. Nuestro ISP es como nuestro psicólogo o confesor particular, si hablara por esa boquita muchos se iban a morir de espanto.

Nuestra dirección IP es como un nuestro DNI, es un número personal e intransferible que identifica al router o módem desde el que nos conectamos y que se nos proporciona por parte de nuestro proveedor de Internet. El problema es que nuestro DNI si queremos lo enseñamos o si queremos no, pero la IP la llevamos tatuada en el culo y por allí donde pasamos y nos sentamos la dejamos marcada cual tampón de tinta. Para la policía no es para nada una tarea complicada averiguar qué persona ha intercambiado, por ejemplo, pornografía infantil a través de eMule conociendo su IP, porque no tiene más que, bajo orden judicial, solicitar amablemente los datos con que se corresponde tal IP que tal día, a tal hora, se conectó y descargó.

En cierto modo podría decirse que la falta de privacidad en Internet es una ventaja, pero en realidad no es así. Internet nació como una tecnología libre y anónima, no se le pueden poder vallas al campo, porque al final las ovejas siempre terminan por saltar (y lo que saltan las jodidas de ellas). La privacidad en Internet es algo básico y primordial que debería primar sobre cualquier otra cosa. Por supuesto un delito siempre será un delito, y tampoco podemos pretender que esto sea terreno abonado para cuatreros y maleantes. Entre extremo y extremo siempre hay un medio.

Los usuarios de software P2P, por ejemplo, nos vemos continuamente despojados de nuestra privacidad e intimidad. Parece ser que encima ahora, hasta la mismísima González Sinde va a decidir a quién detener y a quién no. Yo no quiero que nadie sepa lo que me descargo de la Red, si quieres que no lo haga quita el contenido de ahí, pero no me coartes mi derecho a compartir. Quita el contenido si puedes, claro.

Algo parecido pasa con el correo electrónico y con la navegación web. ¿Por qué tiene que tener alguien guardado durante un año todas las páginas que he visitado? ¿A quién coño le importa eso? ¿Por qué tienen que saber a quién envío o dejo de enviar correos electrónicos? Pues bien, la solución a todas estas cuestiones existe y se llama privacidad en Internet. Gracias a Dios disponemos de multitud de herramientas desde hace muchos años que nos permiten realizar una navegación segura, pero es últimamente cuando más se están poniendo de moda, sobre todo debido al acoso y derribo que se viene realizando en los últimos tiempos contra las redes de intercambio.

Los horripilantemente llamados anonimizadores (supongo que castellanizando el tampoco existente palabro inglés anonymizer) existen desde hace mucho tiempo. Son webs en las que tú introduces la página a la que quieres acceder y ellos te abren un marco aparte en tu navegador donde te muestran la web en cuestión. El caso es que los que solicitan la página son ellos, no tú, por lo que la IP que queda registrada es la suya. Estos sitios web tienen varios inconvenientes, como por ejemplo la velocidad, que suele ser bastante lenta, o la imposibilidad de retransmitir las cookies recibidas o de interactuar con tecnologías ASP o PHP, por lo que no podremos acceder a sitios mediante registro de usuario y contraseña. En otros casos sí disponen de determinadas prestaciones pero previo pago de cantidades que no se corresponden en absoluto son el servicio recibido en cuestión de velocidad. Como los más conocidos y utilizados podríamos citar Anonymouse, W3Privacy o MegaProxy.

Otra opción válida sería la configuración de un servidor proxy en nuestro propio navegador. Un proxy hace las veces de pasarela o intermediario entre nosotros y el resto de Internet. Digamos que es una especie de repetidor de nuestra señal que nos representa más allá de él, es decir, todas nuestras comunicaciones salientes pasarían por él y las entrantes vendría de él también. Al igual que en el caso anterior, el proxy es el encargado de dejar su huella en forma de IP en aquellos sitios que visitemos, devolviéndonos las respuestas a nosotros de forma totalmente anónima. Existen en Internet multitud de direcciones de proxys anónimos y gratuitos para configurar en nuestro navegador. Una simple búsqueda en Google nos ofrecerá varias decenas de respuestas, sin embargo adolecen del mismo problema de las webs antes comentadas, ya que la navegación puede hacerse desesperadamente lenta y es posible que tampoco nos permitan acceder a determinadas webs.

Sin duda, la mejor solución y la más actual se basa en la utilización de una VPN. Una VPN (Virtual Private Network) es una red privada virtual, una tecnología que implementa una red de área local (LAN) sobre otra red pública (Internet), añadiendo componentes de seguridad e integración. Se podría asemejar a un tubo privado y blindado que nosotros montamos sobre Internet para comunicar dos puestos alejados en el espacio físico como si de una red local se tratara. El ejemplo más sencillo y común es el que utilizan determinadas empresas o tiendas de venta al público para comunicar diversas sucursales. Vamos a una tienda de ropa y nuestra talla de camisa no la tienen (¡qué raro!). La amable señorita nos comenta que va consultar con la tienda de la otra punta de la ciudad a ver si a ellos les queda. Teclea varias veces sobre el teclado de su terminal y nos termina por decir que nos podemos ir a tomar por culo a comprar a la competencia, que nuestra talla está agotada y que lo siente mucho y que patatín y que patatán. Pues esas tiendas de una misma cadena de ropa, tienen montada una VPN entre las distintas sucursales y establecen una red privada y local pero a través de Internet.

Este es el ejemplo típico. Sin embargo, las VPN se están popularizando en los últimos tiempos por su capacidad para servir de vía segura y anónima a las conexiones caseras de Internet. Nosotros nos conectamos a un servidor VPN mediante un software específico y a partir de ese momento comenzamos a navegar a través de dicha VPN como si formáramos parte de su red. Lo bueno de esta tecnología, de forma contraria a las anteriormente comentadas, es que todo el tráfico que generemos pasa por la VPN: navegación web, correo electrónico, P2P, mensajería instantánea, VoIP, etcétera. Lo malo, es que no es gratis, aunque tampoco se puede decir que los precios sean muy elevados. Por supuesto, además, todo el tráfico es encriptado y seguro, y ocultamos nuestra identidad en favor de la identidad del servidor VPN en cuestión.

Hace algunas semanas, The Pirate Bay, una de las webs de descarga de torrents para redes BitTorrent más conocidas del mundo, anunciaba la creación de su propia VPN anónima llamada Ipredator. Ello fue debido al juicio en Suecia que condenó a sus responsables, y es que la comunidad siempre responde esquivando de manera inteligente a los que intentar asesinar el intercambio en Internet. No quieres caldo, pues toma dos tazas. En España el servicio de VPN más popular es el que ofrece el sitio web TUVPN.COM.

TUVPN.COM ofrece tu propio servicio de VPN por unos 12 € al mes, con promociones y ofertas específicas que pueden bajar el precio (como en estos momentos) hasta a 5 € al mes. Disponen de nodos (para elegir en cada conexión) en Suiza, Rumanía, Estados Unidos y Reino Unido, por lo que tu navegación será completamente anónima e incluso no se sabrá realmente el país desde el que te conectas. Esto es también muy útil para acceder a servicios que discriminan por regiones, por ejemplo, y sólo dejan entrar a ciudadanos de determinados países. Además posee una política de recogida de logs de conexión muy interesante (que se puede consultar en la propia web) que nos asegura que no guardan los sitios por los que navegamos ni las direcciones a las que nos conectamos. Es una alternativa importante para comenzar a plantearse muy seriamente esto de la privacidad en Internet.

Si realmente los gobiernos del mundo comienzan a censurar Internet atacando a los usuarios que comparten contenidos, el anonimato en la Red se va a convertir en un negocio redondo para muchos. Y lo que está claro es que a mayor demanda, mayor oferta, lo que repercutirá muy beneficiosamente en los bolsillos de los internautas, ya que la guerra de precios puede ser terrible (hasta que llegue el todopoderoso Google y saque su propia VPN gratuita, que todo puede ser). Lo importante es convencer al populacho de que esto se va a convertir en la revuelta digital más importante de los últimos tiempos. Si ellos nos quieren negar el acceso a la cultura, nosotros responderemos con nuevas tecnologías que nos permita ejercer nuestro derecho. Acción, reacción, repercusión. Si hay que ponerse un antifaz en la Red, pues se pone; pero que no sea de esos con bigotes de gatito y orejitas, por favor. Un poquito de seriedad y decoro, hombre.

4 comentarios a “Navegación anónima”

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