Ventamatic; porque en España hubo vida antes de ‘La Pulga’ y de ‘Fred’

Ventamatic

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Josep-Oriol Tomas, un joven catalán de la localidad geronesa de Roses, llegó a Barcelona a estudiar ingeniería de telecomunicaciones allá por el año 1978. Aquello no fue lo que esperaba, y sus ansias por los estudios se diluyeron dentro de una carrera aburrida y con muy pocas clases prácticas. Era la época que era.

Apremiado por la experimentación que no recibía durante los primeros años de universidad, comenzó a comprar revistas de electrónica digital y de microcomputación, sobre todo extranjeras y, a partir de 1981, pudo empezar a contemplar en aquellas publicaciones los anuncios comerciales de un pequeño ordenador que acababa de salir al mercado británico y que prometía, con un tamaño un poco mayor que el de una calculadora, servir para montones de cosas como programar aplicaciones, disfrutar de videojuegos, llevar la contabilidad de una empresa o diseñar gráficos y animaciones. Aquel extraño aparato era un Sinclair ZX81, una versión del ZX80 (este apenas se dejó ver fuera de Inglaterra) comercializado el año anterior.

Sinclair ZX81

Sinclair ZX81

Josep-Oriol decidió comprarse un ZX81 enviando uno de aquellos cupones que venían con las revistas y, tras un mes de espera, recibió su flamante Sinclair en casa. Aquel punto de inflexión en su vida supondría el antes del joven estudiante y el después del primer empresario de los ocho bits en España.

Y es que muchos piensan que aquello de la Edad de oro del software español es una etiqueta que se le aplica a lo que comenzó a brillar con luz propia de la mano de Indescomp y ‘La Pulga’ en 1983, pero lo cierto es que un par de años antes ya se vendía software de bastante calidad en este país.

Los compañeros universitarios de Josep-Oriol Tomas se empezaron a interesar también por el Sinclair ZX81, y el joven decidió importar máquinas de Inglaterra en mayores cantidades para, después, vendérselas a sus amigos. Allí comenzó su actividad como comerciante y distribuidor de hardware y, posteriormente, software.

Como hijo y sobrino de empresarios, decidió apostar por ofrecer un carácter más profesional a sus transacciones, distribuyendo sus artículos bajo una marca. Como él no conocía mucho aún del mundo de los negocios, adoptó la marca ya registrada de una empresa de su padre que se dedicaba a la instalación de máquinas de vending, las máquinas expendedoras de toda la vida. Aquella empresa se llamaba Ventamatic. Bajo este logotipo se dispuso a vender todos los ordenadores que importaba, así como periféricos, accesorios varios y los primeros juegos para el pequeño ZX81.

Cupón de compra de Ventamatic en su fanzine

Cupón de compra de Ventamatic en su fanzine

En paralelo con este incipiente negocio, Josep-Oriol pensó que había que preparar alguna especie de documentación que hiciera más fácil la vida a todos aquellos incautos que se decidían por adquirir uno de esos computadores, por lo que se lió la manta a la cabeza y fundó el conocido en la época como Club Nacional de Usuarios del Sinclair ZX81, una suerte de asociación de frikis y nerds ochenteros que disfrutaban cacharreando con sus microordenadores y sacándoles chispas. Aquel club, como no podía ser de otra manera, debía disponer de su propio fanzine, muy típico en la época, y allí fue cuando nació ‘El Mundo del ZX81‘, una publicación totalmente manual y casera que Josep-Oriol redactaba y distribuía entre todos los componentes del club.

‘El Mundo del ZX81’ es una de aquellas joyas de las que hoy se conservan muy poquitos ejemplares originales, y menos de una decena escaneados y colgados en Internet. El fanzine se nutría con los textos que Tomas extraía sobre todo de revistas británicas y, además, con las propias aportaciones de los socios en materia de listados de código de videojuegos y aplicaciones, trucos y otras recetas. Algunos de aquellos socios del club que dejaban su granito de arena dentro del fanzine del ZX81 fueron los posteriores primeros programadores a sueldo de Ventamatic.

Fanzine ‘El Mundo del ZX81’

Fanzine ‘El Mundo del ZX81’

El señor Tomas vio desbordados sus quehaceres cuando las ventas de la empresa comenzaron a elevarse por encima de lo que una única persona podía controlar, por lo que decidió instalarse en un apartado del local de un negocio familiar y contratar a una persona para recibir pedidos, hacer compras, emitir facturas, etcétera. De aquel lugar en su localidad natal de Roses, Ventamatic se tuvo que desplazar a un emplazamiento más grande y, después, directamente a Barcelona capital, en la que se emplazaría en una lonja más grande y luego en otra más grande aún. La empresa crecía, el número de empleados crecía, las ventas crecían y todo parecía marchar sobre ruedas.

Ventamatic importaba juegos de distintas desarrolladoras inglesas, pero también contrató a algunos programadores que creaban sólo para la empresa. Además, todos aquellos socios del club que aportaban en el fanzine, de vez en cuando generaban un videojuego y lo enviaban a Ventamatic para que se pusiera en circulación; Josep-Oriol, si aquello merecía la pena, lo editaba y lo distribuía como un título propio de la compañía.

Toda aquella vorágine y división de actividades provocaba que entre los juegos que salían a la calle hubiera maravillas ochobiteras hoy recordadas y auténticos bodrios infumables; juegos de calidad escritos en ensamblador y programas corriendo en BASIC sin compilar y con listados a la vista; genialidades de la programación y software muy precario. Un poco de todo. De aquellas épocas son títulos como ‘3D-Interceptor‘ (1984), ‘Autostopista galáctico‘ (1983), ‘El constructor‘ (1984), ‘El escalador loco‘ (1983) o ‘El submarino amarillo‘ (1985). Todos ellos ya en el momento fuerte del ZX Spectrum.

Juegos no vendía muchos, pues no era un gran distribuidora como otras de ese tiempo. Sin embargo, su gran baza fueron los programas de aplicaciones y utilidades, pues estos eran prácticamente inexistentes en los catálogos de otras empresas que sólo vendían software lúdico. Estos programas, además, se vendía por correo, ya que a las tiendas no les interesaba como línea de negocio, por lo que todo aquel que quisiera una ampliación así recurría sólo, prácticamente, a Josep-Oriol Tomas y a Ventamatic. Entre otros virtuosismos, podíamos encontrar programas como ‘Contabilidad Personal V:6‘ (1983), ‘Control de stocks‘ (1984), ‘Curso de astronomía‘ (1985), ‘Emisión / Recepción Morse‘ (1984), ‘Microdrive Random System‘ (1986) o ‘Context V-6‘ (1984). Este último era un editor de textos que conseguía meter 64 columnas de caracteres en cada línea del Spectrum (en lugar de 32); una novedad alucinante para la época.

Así las cosas, cuando el negocio de los microordenadores y del software español despegó de manera estratosférica a mediados de los ochenta, Ventamatic desapareció. Y es que como su propio creador confiesa en una entrevista estupenda que se le hizo hace bien poco para el gran podcast de El Mundo del Spectrum, su intención nunca fue forrarse y ganar dinero a espuertas, sino subsistir y poder vivir sin preocupaciones, además de pasárselo bien. Cuando las grandes del momento como la suprema ERBE o la todopoderosa Dinamic tomaron las riendas, los pequeños negocios con bajas aspiraciones y prácticamente familiares se fueron al traste. O jugabas en su terreno o no jugabas.

Interfaz Centronics I/F

Interfaz Centronics I/F

Ventamatic también fue de las pioneras en sacar revistas electrónicas en cinta para ZX Spectrum, unas publicaciones digitales que incluían juegos para cargar, concursos, artículos de software y hardware, etcétera. También, distribuyó con gran éxito el famoso lápiz óptico para ZX Spectrum con un software bastante potente, su archiconocida interfaz Centronics I/F, joysticks, teclados externos, la Sinclair ZX Printer y muchas otras curiosidades más.

Hoy día, Josep-Oriol Tomas está metido en mil y una contienda, siendo socio y fundador de varios negocios que tienen que ver las nuevas tecnologías y otros que no. Es un animal empresarial con todas las letras en mayúsculas, no en vano comenzó con dieciocho añitos. Sin embargo, para todos los nostálgicos de aquella época, él siempre será nuestro contacto en Ventamatic, aquella empresa que trajo las máquinas de Sinclair y nos las llenó de software mucho antes que otras que se llevan hoy la gloria.

Josep-Oriol Tomas en la actualidad

Josep-Oriol Tomas en la actualidad

Así pues, si bien los primeros juegos propios de Ventamatic están datados en el año 1983, año en el que ‘La Pulga‘ (el comercial de 1983) y ‘Fred‘ (1984) de Indescomp ya estaban en proceso de desarrollo o casi terminados, Tomas llevaba ya desde 1981 importando videojuegos de Inglaterra para ZX81, visitando ferias y mercadillos británicos y trayendo tecnología desde allí a nuestras tierras. Fue, sin duda, pionero en aquel sentido.

Os dejamos con un vídeo del gameplay de uno de los juegos más recordados de la empresa, el ya comentado ‘El submarino amarillo’, programado por Joan Domingo Ramírez. Quizá no el mejor, pero sí uno de entre los más carismáticos, al menos para mí.

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