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En la serie ‘El barco’ usan el HTML de la web de Google como protocolo antiincendios

‘El barco’ la vuelve a liar
Desde el punto de vista técnico y tecnológico, la serie cojea más que una mesa de Ikea. Ya comentamos en su momento lo cutre y salchichero de sus efectos digitales en 3D, algo que, si bien ha mejorado un poquito con el tiempo, todavía no alcanza la calidad visual de otras producciones con el mismo nivel de presupuesto. Pero ahora he descubierto otra joya, un dechado de perfección técnica informática al más puro estilo peliculón vespertino tragicomédico y soporífero de Antena 3. Algo que, quizás quisieron hacer pasar desapercibido o, quizás, quisieron incluir a guisa de huevo de pascua para que los frikis gafotas lo encontráramos. Esto último lo dudo bastante.
En el capítulo 9 de la tercera temporada (lo que vienen a llamar los geeks el 3x09
), Gamboa, el malo malísimo de la película, encierra al curilla Palomares en la sala de máquinas y hace saltar la alarma de incendios. Esto provoca que se ponga en funcionamiento un sistema antiincendios del buque escuela que extrae el oxígeno del compartimento y libera CO2 a través de una tubería, con el fin de sofocar las llamas por ahogamiento. El problema es que el personaje de Andrés Palomares se encuentra allí sin poder salir y a punto de perder la vida asfixiado.
Desde el puente de mando, el capitán, el primer oficial y la doctora Julia contemplan desalentados cómo van subiendo los niveles de dióxido de carbono hasta puntos muy peligrosos para el muchacho, mientras hablan con él por walkie-talkie. El protocolo contra incendios ha activado una aplicación informática en el ordenador del puesto del capitán, una preciosa pantalla de Windows (imagen siguiente), con su barra de herramientas y sus botoncitos de Nuevo
, Guardar
, Buscar
, Ayuda
, Rehacer
y Deshacer
(entre otros), tan imprescindibles en este tipo de software de seguridad. Además, la pantalla está dividida en varias áreas, tituladas como Status
, Items
, LogBoot
, Process
y Avanced
, cada una con sus alarmas, sus controles, sus configuraciones etcétera.
Si nos centramos en las dos áreas verticales de la izquierda (LogBoot
y Process
) podemos observar que, lo que sea que esté haciendo toda la parafernalia antiincendios produce un listado continuo de códigos en ambos cuadros, a modo de depuración, compilación o ejecución de órdenes supercomplejas, supercomplicadas, superemocionantes de la muerte, comandos megaprofesionales no comprensibles por los seres humanos llanos y sólo alcanzables al entendimiento de los profesionales de la informática especializada en la seguridad integral de los navíos modernos más avanzados. Pues no, oiga, es código HTML muy rápido para que no se distinga en tiempo de visualización normal del capítulo. ¡Y qué código HTML! (Véase foto subsiguiente y ábranse bien los ojos).
El HTML (con su javascript, su CSS y demás) no es otro que el código interno de la web del motor de búsqueda de Google España; efectivamente, el HTML de www.google.es (en aquel momento, claro). En determinado instante del visionado, hay una oportunidad en la que se aprecia bien (en modo pausa) la pantalla del equipo y, durante cuatro o cinco fotogramas, se pueden distinguir perfectamente las etiquetas, los valores, los parámetros y hasta textos reconocibles mundialmente como el «Voy a tener suerte
» del botón de la página del buscador. Increíble, pero cierto. (Imagen a continuación).
En otro punto del código aparece la palabra Origami
entre etiquetas <title>
de título, algo que me desconcertó hasta que recordé que la gran G homenajeó con uno de sus doodle a Akira Yoshizawa, el maestro japonés que elevó el origami a la categoría de arte. Este doodle apareció allá por marzo de 2012, y el capítulo nueve de la temporada tres de ‘El barco’ se grabaría más o menos por esas fechas; porque esta tercera de las temporadas se estrenó en octubre del mismo año 2012. (Imagen siguiente).
Estamos muy acostumbrados a ver aberraciones informáticas y tecnológicas en series y largometrajes; desde direcciones IP que no existen, sistemas operativos que hacen milagros en muchos colorines, correos electrónicos que se abren con alucinantes animaciones e interfaces gráficas imposibles que aumentan mil millones de veces la resolución de una fotografía hecha desde un satélite. Por supuesto, los chicos de ‘El barco’ no nos podían fallar en este asunto y debían meter su propia gamba técnica haciéndonos creer que aquello es más que sofisticado.
Pocos ejemplos hay en el mundo del celuloide del tipo ‘Matrix Reloaded’ y su exploit SSHv1 CRC32, con un manejo de la escena impecable. Es una pena, pero es así. Seguiremos asistiendo a despropósitos informáticos mientras los responsables no se preocupen un poquito de documentarse en condiciones.
Para terminar lo haremos con el vídeo de la escena completa, que comienza, más o menos, en el minuto 16:20.
‘Aviones’: a Disney se le va la pinza (y Pixar aguantando mecha)

‘Aviones’
Los inicios de Pixar como estudio de animación fueron promovidos por el propio Jobs que, tras invertir varios millones de dólares en la compra, primero, y en la propia compañía, después, andaba tan escaso de dinero que tuvo que buscar colaboraciones de distribución y financiación para sacar aquel proyecto adelante. La inversión llegó por fin de manos de la todopoderosa Disney que, no del todo convencida, aceptó compartir gastos y beneficios a partes iguales mediante un contrato que vinculaba a las compañías a la producción de dos largometrajes: ‘Toy Story‘ (primer largo totalmente animado por computador) y ‘Monstruos, S.A.‘ (‘Monsters, Inc.’ en su versión anglosajona).
Aquello fue un éxito sin precedentes. Los galardones más prestigiosos y las mejores críticas llegaron en forma de avalancha descomunal. Dinero, dinero y más dinero, y el dinero le gusta mucho (pero mucho) a la compañía de Walt Disney. Pero mucho, tanto que son capaces de llevar a la pantalla grande auténticas bazofias sólo por la pasta que van a sacar en concepto de merchandising, videojuegos derivados, spin-offs, musicales sobre hielo y otras gilipolloces varias. Dicen las malas lenguas que a Disney ya no le importa el producto, en tanto en cuanto el beneficio sea lo suficientemente importante como para justificar su manufactura. Si el señor Walter Elias levantara la cabeza…
En el año 2006, y tras mucho tiempo de relaciones rotas, Disney decide comprar Pixar, haciendo rico (más) a Steve Jobs y a su progenie y manteniendo el equipo técnico original al completo, pero controlando el producto de principio a fin desde ese momento y quedándose con todos los derechos de explotación de todas las producciones. Y ahí empiezan los despropósitos cinematográficos del tipo ‘Cars 2‘, ‘Brave‘ o ‘Monstruos University‘ (‘Monsters University’), películas que, ni de lejos, son las mejores cintas paridas por los animadores de Pixar, sino más bien todo lo contrario (por muy simpáticas que puedan resultar). Punto y aparte de mención son las series ‘Toy Story Toons‘ y ‘Car Toons‘, ejemplos perfectos de cómo seguir ordeñando la teta de la vaca de grandes éxitos con una mínima inversión, una calidad deficiente y un máximo beneficio.
Y en aquesta línea llega a nuestros cines la última superproducción Disney (no firmada por Pixar), la publicitada a tope ‘Aviones‘ (‘Planes’), un spin-off de ‘Cars‘ y su secuela producida por DisneyToon Studios y estrenada, el 9 de agosto de este año 2013, por Walt Disney Studios. Como comentario inicial podemos decir que nunca se ha de confiar en la calidad técnica de, y en el esfuerzo puesto en, una película que llega a la gran pantalla un 9 de agosto y su videojuego aparece en las tiendas para todas las plataformas de Nintendo tres días antes, el 6 de agosto. ¿Ansias de crear, innovar y emocionar o codicia mercantil cutrepastelera?
Cójame usted al señor Rayo McQueen, póngale alas y hélice y ya tiene a Dusty, el flamante protagonista de esta peli, un avión con miedo a las alturas (que ya tiene cojones) que quiere participar en una competición de altos vuelos. Para conseguirlo busca ayuda en un experimentado aviador naval que le ayuda a clasificarse con el fin de retar al vigente campeón del circuito de carreras. Vamos que el guión lo tenían ya hecho, las mallas tridimensionales de los personajes casi también, los renderizados, probablemente los fondos, los chistes y los guiños también. Ley del mínimo esfuerzo y máxima rentabilidad.
El largometraje es penoso y excesivamente infantil. Lo han debido de manufacturar los becarios de los becarios de Disney, porque recuerda a los antiguos dibujos animados o, como mucho, a míseros imitadores mugrientos de Pixar con ínfulas. Resultaría muy interesante para el lector acudir a la reseña que hacen en Blog de Cine sobre la película, donde describen a la perfección la unidimensionalidad de su protagonista, el mero relleno del resto de personajes o lo pobre de su guión y de su calidad visual, entre otros detalles.
‘Aviones’ fue pensada para ser pasto de DVD y Blu-ray, sin pasar por las salas de cine, pero decisiones de última hora han dado con ella en la pantalla grande, esto es, resulta ser un bodrio de videoclub, con todas sus lindezas, proyectado en formato 1,85:1. Cine cutre para el verano de mano de la factoría Disney; nada nuevo bajo el sol. El problema es que esta película corre el peligro de ser relacionada excesivamente con Pixar, y eso no es bueno (para Pixar).
Probablemente el hecho de que Disney comprara Pixar no fue una buena idea. Probablemente, no, seguro. La compañía de Emeryville, California, ha supuesto la mayor revolución en la creación de películas de animación de las últimas dos décadas. Posiblemente no haya habido otro agente implicado en el mundo de los dibujos animados que haya representado un punto de inflexión tal en el mercado como Pixar. Digamos que la historia de la animación, grosso modo, se podría escribir con cuatro películas: ‘Pauvre Pierrot‘ (1892), ‘Steamboat Willie‘ (1927), ‘Blancanieves y los siete enanitos‘ (‘Snow White and the Seven Dwarfs’, 1937) y ‘Toy Story’ (1995).
Pero las prácticas monopolísticas es lo que tienen; ellos compran, compran, compran y manipulan, manipulan, manipulan. A su antojo, sin cortapisas. La calidad aquella con la que nació Pixar, fruto de tremendos profesionales, tremendas ideas y tremenda genialidad ha terminado por convertirse en franquicia del mercado, el dinero y los pingües beneficios. Y es que a Disney le interesa más vender avioncitos de juguete, pijamas de aeroplanos y tazas de desayuno de aviones antropomorfos que crear animaciones de calidad. Hoy en día es una multinacional con todas las de la ley; se acabó el embrujo, se acabó la magia, se acabó la ilusión; bienvenido Señor Dólar.
Y lo que nos queda por ver, Dios nos proteja en un futuro no muy lejano. Y es que ya tienen pensado y programado perpetrar chapuzas de mayor calibre como la secuela de ‘Aviones’, ‘Planes: Fire & Rescue’ (2014); o ‘Buscando a Dory’ (‘Finding Dory’), spin-off para 2015 del divertido personaje secundario de ‘Buscando a Nemo‘ (‘Finding Nemo’), que se habrán vuelto locos para inventarse el título.
La antigua genialidad convertida en mercadotecnia. Una pena.